II

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N/A: Este capitulo transcurre poco después del episodio cuatro: “Vibra del Oeste”
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🦜🦉 ❤️
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El Goetia suspiró mientras acariciaba a su planta carnívora buscando algo de consuelo.
Ya era medio día, pero el continuaba vistiendo su bata y aún ni siquiera desayunaba.
Una vez más estaba solo en esa gran casa y, el sentía, que estaba completamente solo en la vida también.
Su querida Octavia estaba en casa de su madre, por lo que no se sintió en la necesidad de consumir su medicamento antidepresivo y no podía sentirse más horrible y miserable.
Aún habían vendajes puestos en su cuerpo, la mayor parte de sus heridas estaban casi completamente sanadas, pero habían otras que aún le causaban dolor, la de su pierna y hombro sobre todo.
Los días que había pasado en el hospital habían pasado lentos y tortuosos. Muchos de sus conocidos de la alta sociedad le habían mandado flores y buenos deseos, pero nadie había aparecido para hacerle una visita, ni por cinco minutos siquiera.
Aún con todo eso, lo que más lo desiluciono, fue la indiferencia de su amado Blitzø.
Sabía que no tenían una gran conexión emocional. Y los últimos momentos que habían pasado juntos habían estado muy lejos de ser apacionados o románticos. Pero Stolas no pudo evitar creer que tal vez una situación limite como su secuestro haría que los “verdaderos sentimientos” del sicario salieran a luz, que tal vez eso haría que mostrara preocupación o tan siquiera un poco de empatía.
Stolas podía entender que no haya ido a rescatarlo, porque estaba ocupado con asuntos de su hija, pero no pudo evitar sentirse triste al no recibir otro mensaje, o simplemente una llamada, o tal vez una visita rápida.
Que ingenuo era ¿Verdad?
Blitzø ya le había dejado más que en claro que la transacción que ellos tenían no era más que eso: un acuerdo mutuo en el que ambos se beneficiaban sin sentimientos de por medio. Stolas obtenía la satisfacción y placer que tanto anhelaba sentir, y el sicario obtenía la manera de mantener en pie su negocio.
Ese era su trato.
Y, Apresar de eso, Stolas no pudo evitar meter sus patéticos sentimientos en todo eso.
Cada vez que Blitzø lo hacia estremecer en la cama, el principe se sentia simplemente vivo. Los toques bruscos del Imp lo hacían sentirse cálido y completo. Las noches de luna llena eran las noches en dónde el Búho dejaba de pensar y de estar triste. Ya no pensaba en que era un mal padre, ya no pensaba en que tal vez era un mal príncipe, ya no pensaba en el futuro y dejaba de sentirse miserable y vacío. Sólo se dejaba llevar por sus deseos y su pasión, el mundo desaparecía y su existencia sólo se resumía a sumergirse en el éxtasis.
Siempre se sentía bien. Blitzø hacia que se sintiera bien, a pesar de que al otro día Stolas se sintiera culpable, a pesar de que volviera a sentirse vacío, a pesar de que el peso de su realidad cayera sobre el con más fuerza que antes y, a pesar de que al otro día se despertaba en una cama vacía.
Las señales de rechazo eran tantas, pero aún así el no era capaz de-
De golpe, el sonido del timbre lo sacó de sus pensamientos y momentos después su mayordomo apareció doblando la esquina corriendo y jadeando por el cansancio, para indicarle que lo necesitaban en la entrada.
Stolas suspiró con un evidente fastidio y cerrando un poco mejor su bata se dirigió a la entrada, encontrándose con un par de diablillos allí, uno de ellos sostenía una gran caja envuelta con papel de regalo y decorada con un pomposo listón.
–Principe Stolas, sentimos molestarlo, pero el remitente del paquete exigió que se lo entregamos directamente a usted.–Se disculpó el otro diablillo con nerviosismo, extendiendole la forma que tenia que firmar.
–De acuerdo, está bien–Contestó sin ocultar su fastidio.
El principe firmó el papel, no sin antes leer atentamente cada cosa escrita en el y luego el otro diablillo le entregó la caja al mayordomo, para así irse los dos de una vez.
El imp de Stolas cargo la caja, con un poco de dificultad hasta la sala de estar y la colocó sobre la mesa de centro que había ahí.
Una vez que el príncipe estuvo solo miró el paquete con curiosidad. Era extraño que, quien quiera que haya sido el que lo envío, haya exigido que el lo recibiera, era muy extraño y sospechoso.
Stolas notó una pequeña etiqueta colgando del moño.
–De un viejo conocido–Leyó en voz alta. La letra tenía una caligrafía vastante linda y estética, parecía escrita por alguien con elegancia.
El búho se lo pensó por unos momentos y finalmente mando todo al demonio y abrió el paquete de una vez por todas. Sin su píldora de la felicidad, morir no le parecía tan malo en esas circunstancias.
No pudo evitar dar un salto del susto cuando, al quitar la tapa, las cuatro paredes de la caja colapsaron y cayeron de golpe haciendo un pequeño estruendo. Poniéndose una mano en el pecho, Stolas miró lo que había en su interior: era una maceta grande con lo que parecía ser un pequeño arbusto plantado ahí.
Una vez que tuvo confianza se acercó a la planta, dándose cuenta de que, en realidad, parecían ser varios brotes cuidadosamente colocados. Las hojas eran de un verde llamativo y parecía que habían espolvoreado un poco de escarcha sobre ellas. Stolas notó también que habían varios botones de flor sin abrirse aún, los cuales también parecían desprender un ligero brillo.
El principe parpadeó confundido, la planta no se parecía a nada que hubiera visto antes, y le parecía un regalo vastante curioso, pero más importante aún ¿Quien le había enviado eso?
Fue entonces que notó, en una de las paredes de la caja, un sobre pegado que tomó y abrió:

Los Búhos si se enamoran dos veces. (Vassago x Stolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora