Cap 16- Conflicto

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Hoy se cumple el primer día desde que enterramos a Nico, a ver si logro estar tranquile. De momento todo parece estar bien: Elena se despierta a las tantas, Clarisa ha pasado la noche en casa y Sable me persigue con su bol de comida para que lo rellene. Todo está en paz. En lo que termino de alimentar al lobo, se escucha como llaman a la puerta. Elena aparece para abrirla, con su aspecto matutino de recién levantada. La acompaño una vez termino de alimentar a mi hijo, no me da confianza que le abra la puerta a alguien sola. En mi cabeza pasan mil escenarios que acaban en caos y no voy a dejar que uno solo se cumpla. Al ver quien ha llamado se crea un momento de silencio. Ni en mis escenarios ficticios paranoicos pasa esto. Es nuestra madre, que nos mira como si hubiéramos matado a alguien. En seguida descubrimos que eso es lo que cree que hemos hecho, pues lo primero que nos dice es que hemos matado a su hijo. Primero hablo yo en respuesta, solo para sacar todo lo que llevo guardando estas últimas semanas. Le digo que todo lo que ha pasado es culpa de su marido, que ella tendría que haber hecho más como madre, en vez de pintar a Adolfo como el manda más y el que siempre tiene la razón; que ha priorizado antes el contentar a su esposo que el cuidado de sus hijes, que Nico no estaría muerto si ella hubiera hecho algo desde un principio para frenar los malos tratos de su marido. Le digo toda la verdad, hasta que por fin me quedo a gusto y le cierro la puerta en la cara. Es cosa de unas semanas que soy consciente de que María siempre ha preferido a su esposo que a sus hijes y que no es una salvadora por hacer que los castigos de Adolfo sean más llevaderos. Nunca he hablado de esto con mi hermana, pero creo que ya no hace falta, con todo este espectáculo es más que suficiente. Entonces Clarisa sale de su habitación para preguntar qué han sido todos esos gritos. No le doy una explicación muy extensa, ya que es bastante fácil de explicar en resumidas cuentas, pues con la palabra "María" puede saber por qué de los gritos. Nos sentamos en el sofá para hablar más profundamente sobre qué quería mi madre y por qué ha venido aquí. Aún no se sabe cómo es que se ha enterado de la muerte de Nico, se supone que los que fuimos al funeral somos los únicos que lo saben. Tal vez una enfermera se lo ha contado a Adolfo y él se lo ha dicho a su mujer, es lo único que se nos ocurre. Para sacarnos de dudas se me ocurre algo, ir al hospital a ver a Adolfo. ¿Es un plan seguro? No, pero al menos conseguiré la información que quiero. Cómo es de esperar, tanto Elena, como Clarisa me dicen que no es buena idea. Sé que tienen razón, pero de todos modos quiero ver a ese señor y hablar con él por última vez para desahogarme por mal padre que ha sido, luego me iré de su vida para siempre. La anciana me dice que deje esa idea a un lado y que es mejor que deje las cosas como están, pero yo siento que aún me queda algo por hacer antes de cerrar etapa. Ahí es donde se acaba nuestra conversación, así que, aunque con algo de sueño por no haber dormido bien, decido ir a casa de Alex, donde está Aurora también. La madre de mi amiga me empuja hacia dentro nada más abre la puerta y ve que soy yo quien está al otro lado. Tira de mi brazo para llevarme a la habitación de Alex y acto seguido cierra la puerta, como si tuviera prisa por esconderme. Al menos ahora estoy en compañía de mi amiga y... No sé muy bien qué etiqueta ponerle a Aurora. "La chica que me gusta", tal vez, pero no me termina de convencer del todo, siento que se merece una mejor referencia. Pensaré en eso luego, ahora es hora de chismear con las dos mujeres de mi vida. Les cuento sobre la repentina aparición de María y creamos mil teorías que siquiera encajan con todo lo que ha pasado, pero igual están chistosas.
-Por cierto, Aurora y yo hemos visto a Gael por la calle, nos ha dicho que te digamos que mires más tu correo.
-¡Mierda, es verdad!
Nunca antes había sacado el móvil tan rápido. Tengo varios correos del profesor, preguntadme sobre mi situación y cómo estoy, también sugerencias para quedar y así poder hablar más tranquilamente. A todos esos correos les doy una única contestación: "¿estás libre mañana a las 17:00?"
-Tienes que estar más atente al móvil, cualquier persona puede hablarte y tú no te enterarías.
-Tienes razón...
Alex no me regaña más, creo que porque Aurora la está mirando mal. En su lugar propone ir a la cocina para empezar a hacer la comida y picotear algo. Poco después Gael me contesta retrasándome la quedada, pero al menos hemos podido acordar un día, una hora y un lugar para vernos. En dos días tengo que estar en la casa de Gael a las seis y media de la tarde. Mientras tanto voy a estar con la familia, la que yo considero mía. Para comer hacemos algo sencillo por insistencia de la madre de Alex, que sabe que en la casa de mis padres solía hacer platos elaborados para mis hermanos y no quiere que me complique tanto para hacer la comida, al menos no en su casa. En la mesa surgieron varios temas de conversación con la madre de Alex, todos de política, entre ellos el sistema educativo. Soy le primere en dar mi más y humilde opinión, que la educación actual es una basura. Para empezar, nos piden que nos ciñamos a un sistema que lleva siglos siendo igual, cuando ya ha quedado más que demostrado que no todo ser humano es capaz de memorizar un temario entero leyendo y releyendo una y otra vez el contenido. Porque nos dicen que estudiemos, pero no nos dicen cómo, dan por hecho que con el método tradicional nos apañamos todos por igual y no nos enseñan más formas de estudiar. Después, son pocas las escuelas/institutos que proporcionan una ayuda útil a las personas con dificultades, ya sea por un TDAH o algún otro trastorno que no necesariamente tiene que entrar en el aspecto neurodivergente, y ya no un trastorno, cualquier dificultad, como puede ser un ejemplo las personas PAS (persona altamente sensible). Y para terminar: hay nueve asignaturas, de la cuales en todas hay exámenes, deberes y proyectos. Quiero que el Ministerio me diga, sabiendo esto, cómo no me van a dar ataques de ansiedad en los meses que se acumula todo -que no son pocos-, teniendo entre seis y nueve exámenes, cuatro proyectos y quince ejercicios diarios de todas las asignaturas. La conclusión que podemos sacar de todo es que el sistema educativo deja mucho que desear, y no solo el de España. Es indescriptible lo a gusto que me he quedado después de todo ese discurso. Ahora salta Alex, diciendo que los profesores también podrían hacer algo más, a lo que yo, por una parte, discrepo y por otra estoy de acuerdo, pues aunque ellos no tengan la culpa ni controlan el cómo es el sistema educativo, es verdad que hay quienes no se esmeran mucho con sus clases, pero también hay otros que se esfuerzan y los que no colaboran son los estudiantes, haciendo bulla y no prestando atención. Todo el tema se queda en una conclusión: buscar un país donde haya un buen sistema educativo, donde las personas se puedan expresar con libertad independientemente de su color de piel, de si son del sexo femenino, masculino, los dos, ningunos o si va dependiendo del día y donde dos hombres o dos mujeres puedan pasear libremente por la calle agarradas de la mano -si dos heteros se pueden liar en medio de la calle, ¿por qué dos homosexules no? Independientemente de las personas que lo hagan sigue siendo la misma acción-. También que haga buen clima, si puede ser. Al principio parece que es un país muy idealizado, ¿pero no se supone que es lo que miles de personas están intentando conseguir desde hace décadas, luchando cada día? La igualdad entre hombres y mujeres, negros y blancos, personas cis y transexuales, heterosexuales y homosexual o del colectivo LGBTIQ+. No debería ser un lugar de fantasía, más bien un algo real y accesible. Ahora, dejando de lado toda la política, recojo mi plato y los cubiertos para frenarlos y volver a casa, mis responsabilidades como adre luchone me llaman. Me despido de Alex y de su madre con un abrazo, mientras que con Aurora es diferente, pues antes de que yo pudiera darle un abrazo, ella se adelanta y me da un beso en la mejilla. No sé muy bien cómo reaccionar, solo le sonrío y tartamudeo por los nervios al decirle adiós. Solo espero que no se haya tomado mal mi reacción. Un beso en la mejilla es algo muy tonto por lo que ponerse así, pero no estoy acostumbrade a ese tipo de contacto físico, además de que tampoco me han enseñado mucho sobre el tema, nada más allá de donde vienen los bebés y que hay que usar protección. Ejemplos a seguir tampoco tengo, lo único que he aprendido del matrimonio de mis padres son las cosas obvias que no tengo que hacer para tener una relación sana y estable. Tal vez tenga que hablar sobre esto con Aurora, pero eso lo dejaré para más adelante, ahora siquiera estamos saliendo. Tampoco le puedo pedir consejos a Clarisa, no sé si es seguro fiarme de alguien que ha hecho creer a sus hijos que su padre está muerto, cuando en verdad no sabía nada de él, porque está en una guerra fuera del país. No, mejor esto solo lo hablo con Aurora y punto. Al llegar a casa de la abuela, Sable me recibe saltando encima de mí. Sé lo que busca, quiere salir de paseo. Aunque siento algo de sueño, cumplo con mi responsabilidad de adre luchone y saco al lobo a la calle. Esta vez lo dejo suelto, que corra, que salte, que juegue, es libre de hacer lo que quiera, mientras no se meta en problemas ni me meta a mí en ellos. Es un paseo corto, pues ahora solo quiero meterme en la cama y dormir, parece que en cualquier momento me vaya a caer del sueño. Al menos Sable ha tenido tiempo de correr hasta cansarse. Al volver a casa, descubro que también hay una visita sorpresa esperándome. Con lo bien que iba el día y ahora aparece mi madre en casa de Clarisa. Le pregunto qué quiere, no quiero perder mucho tiempo en esto. Elena se pone a mi izquierda y es ahí cuando María empieza a hablar. Nos dice que tenemos que ir a ver a Adolfo al hospital, que es nuestro padre y se lo debemos. Miro a mi hermana, pero no dice nada, así que ataco yo, respondiéndole que no le debemos nada a ese señor. Ni Elena, ni ella, ni yo, ni nadie le debe algo. "Pero es tu padre". Vuelve a insistir mi madre. "¿Y qué? Yo nunca le pedí nacer, al igual que Elena. Él es el que quiso tener hijos, y aunque no lo hubiera querido, sigue siendo su responsabilidad cuidarnos. Y perdóname si me equivoco, pero no considero que tenga que agradecerle a alguien por tratarme como a una persona, yo creo que es lo mínimo que puedo esperar". Le contesto yo. Parece que María se ha quedado sin argumentos, por lo que le cierro la puerta en la cara, harte de toda esta situación, de que me intenten decir qué hacer con mi vida, de que todas las cosas horribles que ha hecho Adolfo se justifiquen con "es tu padre" y de que no nos tengan en cuenta a Elena y a mí, al igual que tampoco tenían en cuanta a Nico. Es como si no fuéramos personas, solo unos simples juguetes de usar y tirar, sus marionetas. Ahora que Elena y yo vivimos con Clarisa, ha dejado de ser así. Apenas tenemos contacto con ellos, así que no nos pueden hacer mucho. Por suerte María no ha vuelto a tocar la puerta para seguir discutiendo, pero ahora es mi hermana la que me discute. Según ella no debería de haberle cerrado la puerta a nuestra madre. Sé que no puedo irme así sin más, pero no pienso discutir más con nadie, estoy cansade, ya he tenido suficiente pleito, así que le digo que mejor lo hablamos luego, que ahora me voy a la cama, pero persiste en hablarlo ahora. De repente dejo de oírla y también de ver con claridad, todo se ve borroso y se escucha como si estuviera debajo del agua. Parece que finalmente el cansancio me ha vencido, porque no es solo esta noche la que llevo sin dormir bien. Desde que Adolfo me dejó inconsciente y desperté en una cama de hospital no he podido dormir apenas, con suerte unas dos o tres horas. Lo próximo de lo que soy consciente es que estoy en el sofá, con Clarisa poniéndome un trapo húmedo en la frente, Sable lamiéndome el brazo y Elena sentada a mi lado.
-¿Cuánto tiempo he estado dormide?
-Un día. Por cierto, ha venido Aurora a ver cómo estabas, porque te llamó y tuve que contestar yo para explicarle tu situación.
Cuando oigo la respuesta de Elena siento una mezcla de entre miedo, sorpresa -por Edgar tengo tiempo durmiendo- e ilusión -por la visita de Aurora-. En seguida toda esa mezcla de emociones se convierte en un solo sentimiento cuando Sable empieza a aullar y a morder mi ropa para tirar de ella y sacarme del sofá. Al menos el suelo está frío, con el calor que está haciendo este verano agradezco eso, aunque no tardo mucho en levemente, pues tengo que hacerle saber a Aurora que estoy bien, por lo que la llamo para quedar. Me dice que vaya a su casa, así conozco a su madre y estamos en un lugar más privado. Por supuesto acepto, pero aunque vaya a estar con la chica que me gusta, en su casa, el miedo de conocer a su madre no me lo quita nadie. ¿Y si no le caigo bien? ¿Y si no respeta mis pronombres? ¿Y si no quiere que su hija esté conmigo? Puede pasar de todo, así que tengo que tener cuidado para dar una buena primera impresión -dicen que es la más importante-. Una vez Aurora me pasa la ubicación de su casa, yo me ducho, me preparo una buena vestimenta y me perfumo. Por el camino paso por el bazar de D. Manolo, lo que aprovecho para comprar un ramo de flores, de las mejores que tiene y una caja de bombones. Al llegar a la casa de mi mujer -así la llamo algunas veces, de broma-, me abre su madre. Al verme esboza una sonrisa de oreja a oreja y me da un abrazo antes de invitarme a pasar. Su casa es realmente grande, más de lo que me imaginaba, incluso tiene dos pisos. La madre de Aurora se presenta como Alondra, pero yo en vez de presentarme, le doy la caja de bombones que he comprado. Siento que estoy haciendo todo mal y ese temor se confirma cuando la señora, al ver mi incomodidad -qué más bien son los nervios de estar en donde estoy- me lleva a la habitación de su hija y me dice que la espere ahí. Mientras viene o no, yo me quito los zapatos y me acuesto en su cama. Está todo muy tranquilo, el aire acondicionado es lo único que se escucha, lo que hace. Eso, más a la buena temperatura que se está en esta habitación, hace que me sienta tranquile. Entonces abro los ojos y veo a Aurora acostada a mi lado, abrazándome y durmiendo junto a mí. No me lo puedo creer, acabo de despertar de una siesta de un día y solo se me ocurre dormir otra vez. Al menos esta vez he tenido compañía. No quiero despertarla, se ve tan cómoda durmiendo, el único inconveniente es que no me puedo mover, pues está utilizando mi pecho como almohada. Por suerte no soy yo quien interrumpe su sueño, ya que su madre llama a la puerta y grita su nombre, lo que la despierta y hace que se levante para abrir la puerta. Alondra, pasa a la habitación para traernos algo de comida en una bandeja y no tarda mucho en irse.
-Tu madre es muy maja, tienes suerte.
-La verdad es que sí, pero ahora no quiero centrarme en mi madre, para eso ya estás tú.
En ese momento siento como mi cara se pone roja, así que agarro una almohada para tapármela. Nos hemos juntado la coqueta con le que todo le da pena, genial. No es que mi incomoden este tipo de cosas, en todo caso se lo diría para que pare, es que no estoy acostumbrade a que me traten así, pero supongo que me acostumbraré con el tiempo. Pasamos así todo el día, incluso su madre llega a preguntarme durante la cena si tengo fiebre, pues yo me ruborizo con facilidad y bueno, con Aurora soy más tomate que persona. Al menos paso una buena tarde, llena de risas y rojeces y una noche cariñosa, entre los brazos de la mujer a la cual yo más quiero en este momento. Por la mañana es un poco igual, pero con menos energía por estar recibe levantados. Como hoy he quedado con Gael no puedo quedarme mucho tiempo, ya que aún tengo que volver a casa de Clarisa para preparar un pequeño regalo que le quiero hacer. Al llegar, Sable, como de costumbre, me persigue con su bol de comida vacío -parece que es lo único para lo que me quiere-. Parece que todos duérmele aún, o que se han ido de casa. Mis dudas son resueltas cuando minutos después de haberle servido el desayuno a Sable, la abuela aparece por la puerta principal. En seguida detecto un olor poco habitual en ella, parece que esta noche se ha divertido de más en el bar. La ayudo a sentarse en el sofá y le traigo un vaso de agua, pero ella lo rechaza, porque dice que ya es mayor para que alguien la cuide y le diga qué hacer. Es como cuidar a un adolescente, pero con arrugas y alcohol. Al menos he conseguido que se ponga a dormir, eso un adolescente no lo hace. Aprovechando que está todo más tranquilo, me acerco a la habitación de mi hermana -donde también duermo yo- para terminar de aclarar mis dudas. Elena también está fuera, por eso Clarisa también se ha ido de fiesta. Yo algún día quiero ser como ella: una anciana octogenaria que se va de copas, aunque omitiendo la parte en la que miento a mis hijos para que se crean que su padre está muerto. Pero mientras pasa o no pasa todo eso, voy a mi habitación compartida para seguir preparando el regalo de Gael. Tener una anciana borracha, un lobo hiperactivo y una hermana ausente que no me puede ayudar con la bulla que hay en casa, no me va a impedir que escriba una carta. Así es como mejor expreso mis emociones, mediante la escritura. Además de que es terapéutico escribir sobre lo que uno siente, también es una manera de materializar los sentimientos para poder hacer con ellos lo que cada quien considere. Por ejemplo, si es rabia lo que se siente, el papel puede ser arrugado, quemado, aplastado, destruido, o lo que a cada uno se le ocurra. Creo que a Clarisa le vendría bien practicar esto, siempre parece que algo la inquieta, tal vez sea culpa por algo del pasado, nervios por algo del futuro o preocupación por algo del presente. Sea lo que fuere, no le vendría mal escribir un poco. Ahora no, claramente, pues está ebria, pero hablaré de esto con ella cuando se recupere de la resaca. Volviendo con mi carta para Gael, ya está casi lista, solo faltan unos pequeños toques personales y podré guardarla en un sobre. Al terminar todo el preparado, voy corriendo a atender a la abuela, que parece que en cualquier momento va a debocar. A su vez entra Elena por la puerta, que también va mal, aunque no tanto como la anciana. La siento en el sofá junto a Clarisa y voy a la cocina para preparar arroz blanco y hacer caldo con el agua del arroz, una hoja de laurel y un diente ajo. Es lo que me preparaba la madre de Alex cuando me enfermaba de pequeñe y mis padres se negaban a cuidarme. Sable empieza a aullar, supongo que para que le saque a pasear, pero no sé si puedo dejar sin cuidado a una octogenaria borracha y a una adulta joven con resaca. Lo mío de verdad que es de película, yo aún sigo esperando a que salten las cámaras ocultas y me digan "eres una persona maravillosa", para yo responderles (y lo voy a poner de una manera no legible porque es obsceno para el público juvenil) "*@&?*#$*@#&%#?!*&?%##*" y luego "*#$@**%!#&?!*!#@&$?%*£$!!#" para finalizar mandándoles a la &£?&*#%*¥#. No puedo desahogarme de esta manera con un montón de cámaras, pero al menos tengo a Adolfo para eso, que tarde o temprano voy a ir al hospital para decirle unas últimas cosas, si es que aún no le han dado el alta... o no se ha muerto. De momento solo me voy a limitar a sacar a Sable de paseo y después ir con Gael. El lobo esta vez corre más de lo habitual, hasta el punto de que tengo que ir tras de él para no perderlo de vista. Vuelve a conducirme al descampado, a este punto no sé si me quiere decir algo o es que solo le gusta este sitio para jugar. En medio de mi paranoia de por qué Sable siempre le trae aquí, recuerdo que aún no está castrado, así que me pongo a buscar crías de lobo sospechosamente parecidas a mi hijo por cada rincón oculto. Por suerte no encuentro nada, un alivio más. Si apenas puedo encargarme de un animal, no quiero imaginar el caos que tiene que ser con varios, encima en miniatura. Tampoco me da tiempo a visualizar una vida así, pues Sable me pincha con un palo, si favorito, por lo que empiezo a jugar con él. Cómo ya es costumbre, el juego no dura mucho, pues se va acercando la hora en la que he quedado con Gael y aún tengo que volver a la casa de Clarisa para dejar a Sable y coger mi carta. Al llegar, me encuentro con la abuela y con Elena dormidas y con el plato de arroz blanco y el bol de caldo que les había dado antes de irme vacíos. Eso significa que ya son otras dos preocupaciones menos y que puedo ir con el profesor sin preocuparme del estado de ambas. Por fin, después de este día tan exótico y lleno de conflictos, puedo tener un momento tranquilo con quien nunca hubiera esperado quedar, mi figura paterna y ejemplo a seguir. Su casa no es muy grande, pero tiene un decorado que me atrae. No está muy lejos de mis expectativas, incluso en su estantería guarda tantos libros como me lo imaginaba, si no, más. Hablamos de literatura, cultura griega y también le cuento todo lo que ha pasado en su ausencia, incluido el funeral de mi hermano. No le digo de Aurora, pues ese tema aún es algo frágil, pero si todo va bien entre les dos se la presentaré formalmente. También le comento sobre mi plan de visitar a Adolfo, pero nada más mencionarlo me mira mal.
-¿¡Estás loque o no te sube oxígeno a la cabeza?! ¿Cómo vas a ir a visitarle sabiendo lo que ha pasado con tu hermano?
-Lo sé, lo sé, pero tengo la teoría de que ese señor no va a salir del hospital en mucho tiempo, solo quiero despedirme dignamente.
-¿Qué vas a hacer?
-Recordarle lo mal padre que ha sido, es y será, nada más, luego evitaré a toda costa volver a verle, lo prometo.
-Cada idea loca que tienes me hace cuestionar más tu moral.
-Vamos, no es para tanto, solo es desahogarme un poco de tantos años de maltrato.
-Bueno, sí tú lo dices, pero te voy a estar esperando a fuera de la habitación.
Ahí se acaba el tema, no le voy a discutir a Gael, me impone el suficiente respeto como para darle la razón. No se saca más ese tema, en su lugar le doy la carta que le tenía preparada. Al leer el contenido se emociona, incluso me abraza. Me gusta cuando lo hace, se siente muy familiar, como si fuera un padre abrazando a su hijo. Realmente no sé cómo ver a Gael ahora, pues ya no es mi profesor de castellano, incluso va a trabajar en un instituto diferente al mío el próximo año. Quedamos como amigos, supongo, pero a su vez lo veo como un ejemplo a seguir, como lo más cercano que he tenido a una figura paterna estable. ¿No pueden ser las dos cosas? Un amigo y mi ejemplo a seguir, un lugar seguro. ¿Por qué no? Si yo considero a Gael es todo eso a la vez, sería tontería comerme la cabeza con algo que tengo tan claro. Aunque pueda parecer algo contradictorio verlo como un padre y un amigo a la vez, es exactamente lo mismo que sentir tristeza y alegría al mismo tiempo. ¿Crea confusión? Sí, ¿es posible? También

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