08: Demonio

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Pearl Lennox

Mis piernas tiemblan sin ser capaz de volver a su estado actual, no puedo creer lo que acaba de pasar, ese hombre me acaba de tocar. Me acaba de tocar dónde Sophia me ha dicho múltiples veces que jamás deje que alguien lo hiciera y deje que su hijo lo hiciera. Dejé que él se metiera entre mis piernas. 

La culpa y el remordimiento se hace presente, mis lágrimas se deslizan en mi mejilla. 

¿Qué diablos acabo de hacer con ese hombre? 

— Ponte la falda. — Demanda, con su voz del mismísimo demonio, mientras mis piernas tiemblan como gelatina. 

— Tú acabas de tocarme. —Voltea a mirarme sonriendo. 

— sí, y parece que te gustó — Musitó sin pestañear relamiéndose los labios.

— Eso es mentira. — Le espanto con lágrimas deslizando en mi mejilla. — ¡Eso lo hiciste sin que estuviera de acuerdo! 

—  Oh, no, no farfalla. — Se acerca tomándome la mandíbula. — No me vengas con eso, que cuando me tenías entre tus piernas bien que lo disfrutabas. — Limpia mis lágrimas con su dedo pulgar.

— Se lo diré a mamá. — Le advierto. 

— ¿A sí? — Sonríe con cinismo. — ¿Y qué le dirás? — Me mira. — ¿Qué le dirás? Dime piccolo, ¿le dirás que te metí el dedo, o estuve entre tus piernas comiendo tu coño? — Mi rostro se sonroja, nunca había escuchado unas palabras tan vulgares en la boca de un hombre. — Dime exactamente qué le dirás — Me quedo sin ninguna respuesta. ¿Verdad? ¿Qué le diría exactamente? Y lo sabía perfectamente, soy yo quien saldría perdiendo, porque Sophia me castigaría de la peor manera, después de que me haya dicho que me mantuviera lejos de él, y si ella llegará a saber lo que acaba de pasar me mataría, pero nunca le había mentido. — Ponte la falda, tu prometido está en el restaurante de enfrente esperándote. — Abro los ojos más de no poder, al poner atención donde nos encontramos y si efectivamente nos encontrábamos en el estacionamiento del restaurante. 

Ese hombre me acaba de tocar justo cuando tengo a Caín esperándome a unas cuadras de aquí. 

Lo miré, y él simplemente sonrió cínicamente. 

Me puse la falda sin rechinar, buscando mi braga, la cual había desaparecido como si se tratara de magia. 

— Mi... — Tartamudeo nerviosa y avergonzada. — Mi braga. — me lo había quitado hace unos minutos.

— Lo tomaré como un regalo por haberte limpiado. — Me enseña la braga entre sus manos y fruncí el ceño. 

— ¿Qué? — No me diga que pretende que vaya a encontrarme con Caín sin absolutamente abajo. Ahora que lo recuerdo esa mañana no encontré mi ropa interior en el baño cuando me había avisado, pensé que solo había sido un error y dejé de buscarlo, pero algo me hace pensar que él lo tomó. — Estás demente, devuélvemelo. — Intenté tomarlo, pero desvió su mano. 

—Es tu prometido después de todo. — guarda mi braga en su bolsillo. 

— ¿Tú tomaste mi braga esta mañana no? — voltea mirarme y sonríe como si no fuera la gran cosa. 

— Así es. — Ese hombre no conoce lo que es la vergüenza, ahora entiendo por qué sophia quiere que me mantenga lejos de él, definitivamente es un maníaco y un gran sinvergüenza 

— Irás con tu prometido o esperas que te meta mi polla en lugar de mis dedos de nuevo. 

— Eres un sucio. 

— No lo niego, soy un sucio y perverso, ese mismo que tenías entre tus piernas hace unas horas, comiéndote ese coño. — Ya no hay caso discutir con él, porque cada vez que lo hago soy quien sale perdiendo, por sus palabras vulgares y fuera de lugar, pero no podía bajarme del auto, sin ropa interior, sería un gran problema si el viento llegará a levantarlo, pero el verdadero problema sería llegar a casa así, porque Sophia se daría cuenta de inmediato y yo recibiría un castigo. 

— Devuélveme mi ropa interior, no puedo salir así.  — Musite amablemente, tratando de cambiar el ambiente. 

— ¿Qué me darás a cambio? — Esa trampa lo sabía muy bien, lo mismo que pasó en la mañana, si llegara a prometerle que le daría lo que quiere, es más probable que ese hombre vuelva a ser lo mismo, pero estaba entre la espalda y la pared. 

— Todo, menos que vuelvas a hacer lo que hiciste, no puedes tocarme de nuevo. — Me mira unos segundos y finalmente saca la ropa interior. Lo miré pacientemente esperando que me lo entregará de buena manera; sin embargo, lo hunde en su nariz sin dejar de verme directamente a los ojos y aprieto los labios. 

— Hueles deliciosa farfalla, te lo han dicho alguna vez. — Pronuncia con la braga en su nariz y lo lame sin desviar la mirada, los ojos del diablo se encontraban mirándome, como si quisiera tenerme acorralada. — ¿Todo menos tocarte? — Cuestiona mis palabras y asentí. — ¿Y qué pasa si me masturbo con tu braga, llenarla de mi semen, y dártela para ponerla encima? ¿Lo harás? ¿Lo harás aunque tenga mi semen piccolo?

— Por favor. — Niego ante esa idea, ese hombre era un demonio, un diablo, pero de la perversión, esas palabras le salen tan naturales que me da miedo que lo llegue hacer de verdad. 

Suelta una carcajada repentina y me lanza la ropa interior. 

— No me cobraré eso ahora. — Mira hacia adelante mientras tomé la ropa interior para ponerla. — Al parecer tu prometido se encuentra desesperado, esperándote.

Terminé de ponerme la ropa y abrí la puerta para salir cuando su mano me detuvo. 

— No lo olvides farfalla, hay muchas cosas malas que puedo hacer sin siquiera tocarte ahí abajo. — Fruncí los ceños, no entendí sus palabras, y él continuó. — Como por ejemplo empujar mi polla en lo más profunda de tu garganta. 

— Está loco. — Me zafe de sus brazos saliendo del auto. — No voy a regresar contigo a casa, puedes irte. 

— No te preocupes, haré que el chófer te venga a buscar. — Me miró una última vez. — Pasará bien con tu prometido, recordando como te hice llegar al orgasmo. — Mi rostro se pone caliente ante sus palabras, mientras se ríe, arrancando. 

Lo hace a propósito, sabe que me afecta sus palabras vulgares y lo hace para molestarme.

Miré el restaurante caminando hacia ella, debía concentrarme en mi cita con Caín, no recordando esas vulgares palabras de ese demonio.

La Obsesión Del Diablo [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora