10/10 Fin, primera parte

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El rey Aegon tiene el presentimiento que su esposa lo trata como a un cortesano, algo le incomodó en el pecho.

Los días de Aegon eran placenteros al lado de su esposa, solo podía levantarse de su cama temprano reticente a hacerlo, tenía sus partes íntimas casi entumecidas la mayor parte del tiempo pues era montado cual animal por su joven y enérgica mujer.

“—¿Y ese tal Raik es fuerte? —inquirió un día luego de haber oído como ese sujeto irrumpió en el festejo de mayoría de edad para asesinar en un duelo al su difunto suegro.

Le gusta creer que su suegro es Khal Magn'um y no el asesino de su madre, Jaehaera no parece guardar ningún interés hacia ese nombre llamado ‘el usurpador’.

—Puedo con él —respondió Jaehaera —. Solo dame una flota y un puñado de buenos hombres.

Aegon se emocionó, ambos recostados en la cama totalmente desnudos platicaron acerca de estrategias contra quienes querían verlos rotos y muertos.

—Lord Unwin es una gran piedra —Lo supo desde el primer momento y no se cansará de advertirle a su esposo.

—Lo sé —respondió Aegon”.

Jamás creyó tener días buenos luego de aquellos desafortunados eventos que marcaron su vida en su niñez, todo era un bucle gris sin color o alegría, pero ella llegó a su vida para besarlo y, como le suele afirmar, “hacerlo suyo” bajo la luz de luna: “Porque tú eres mi luna, tus ojos son las estrellas que me guían”.

Su rostro siempre se pone rojo al oír sus palabras tan apasionadas, aunque le agrada, su corazón herido vuelve a latir ya sea con excitación o vergüenza, quizás ambas cosas funcionadas dando como fruto amor.

Sí, él está enamorado.

¿Un joven destrozado por dentro puede renacer gracias al amor? Por lo visto sí, comenzó a reír más seguido por cualquier cosa que a veces ni siquiera eran graciosas, solo tenía el impuso de hacerlo.

“Los reyes trabajan continuamente para dar herederos”, se rumorea y es verdad, ella le dijo una vez que quería dar a luz a sus hijos, él debía darle hijos como dicta la costumbre. En ese momento no le prestó atención, pero si lo piensa ella tiende a usar frases como: “me darás”, “mió”, “tu deber”.

Aunque algo se sentía antinatural, por alguna razón siempre tenía la sensación que era tomado cual perro por otro perro en celo, aunque lo acepte gustoso el pesar en su pecho se hizo más pesado.

Una noche mientras ambos se quitaban las vestiduras, él se resistió al empujón que lo tiraría a la cama para dejar que su esposa lo “haga suyo”.

En su cuello las marcas de dedos relucieron pues también agrada de retenerlo para que no se mueva.

—No —dijo sujetando las manos pícaras —, hoy quiero estar arriba —no lo pidió, lo exigió, él siempre está abajo y lo disfruta pero no puede alejar la idea: «quiero ser el jinete está vez».

Solo una pizca de control, una vez y no lo volverá a pedir.

—No —sentenció su esposa y lo empujó con rudeza para que cayese, el colchón amortiguó su caída pero un enojo emergió.

No es propio de él enfadarse, su carácter siempre fue suave y algunos dirían: «debil», pero en este momento tomó a la joven quien se acomodó encima suyo ya con su miembro en la mano y la tiró a un costado.

—¿Así será? —habló con molestia —. Entonces no lo haremos.

Arregló sus ropas en su lugar decidido a marcharse si no obtiene una afirmación.

—¿Qué? —Jeaharea frunció sus labios confundida, Aegon supo que él no tenía “el derecho a negarse” y un dolor le punzó en el corazón.

La ama, conoce su historia y su forma tan extrema de pensar, pero no puede permitir ser usado por la mujer que aprecia. No puede ser una pertenencia, él es un rey.










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Primera parte separada pues me gusta poner a Aegon en capítulos separados así no hay confusión.

Y no, esto no es solo por “ir arriba”, sino es un asunto que le pidió solo una vez y ella lo dio lugar a la posibilidad, como si solo ella decide y aunque tiene en cuenta el bienestar de Aegon, no tiene en cuenta sus opiniones en la intimidad (aclaro que esto es una costumbre en la intimidad y en la guerra, en todo lo otro si le hace mucho caso)

El secreto de la Reina Jaehaera (Aegon III) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora