7/10 Celos

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7/10 Celos:

[Como es costumbre el rey y la reina deben liderar un desfile, sin embargo militantes de la fe se cuelan entre la multitud para causa disturbios].

«Rider Arenas, ¿eh?», saboreó aquel nombre, el maestre Gustaff le informó que un joven Arenas había llegado al castillo y que no debía acercarse a él pues ya sabía: “Nosotros chocamos espadas en el burdel cuando quiso propasarse”, es una anécdota divertida de Jaehaera.

Como hombre tiene miles de historias donde algún desviado se interesa por el joven de rostro afeminado.

“No haré nada”, juró con una ligera risa, claro que no atacará a alguien que ya venció.

Los días en King's Landing son pesados y aburridos, tuvo que usar esa vestimenta incómoda: «una manta que cubre todo el cuerpo», tenía calor y quería pelear, si no lo hace entonces sus habilidades se pueden oxidar hasta desaparecer.

Su esposo no tendía a prestarle atención, esos ojos melancólicos siempre están mirando en otra dirección, y su cabeza llenas de asuntos de estado. Jaehaera se dió cuenta de muchas cosas, el joven rey no era asustadizo, solo muy extraño, no teme a cosas como las revueltas o la violencia pues todas las mañanas escucha su entrenamiento en el jardín donde debe admitir: «Es diestro», una buena espada, su delgadez se debe a su constitución propia, no a una debilidad física, está segura que puede ganarle si así lo dese pero le dará problemas.

Con la llegada de las hermanas gemelas del rey se realizó un desfile para el pueblo, Balea se negó a participar pues considera la unión desafortunada, en su corazón nunca cerran las heridas y el odio hacia la fracción verde.

El rey menor odia las multitudes, las personas que gritan y claman, más si ondean telas verdes en su cara.

El trapo le pegó en la cara al joven y Jaehaera miró hacia su dirección sorprendida, ¿lo atacaron? Nada de eso, solo era un pañuelo de color verdoso que él observó con los ojos muy abiertos al mismo tiempo que su mandíbula se tensaba.

«¿Tanto problema por unas banderas?», pensó sentada en el carruaje al lado de la figura sería y recta del rey, se mostró cual estatua donde no desea estar rodeado de personas, el pañuelo seguía en su regazo.

Notó la mano del joven apretada en su rodilla, sus dedos de hundieron y Jaehaera no pudo evitar extender su propia mano para podarla sobre la de su esposo: «pequeña cosa lamentable», quería que deje de actuar como un ratón atrapado en medio de serpientes, se ve lamentable.

“El Rey Aegon vio a su madre morir, no debes maltratarlo”, le había dicho el maestre Gustaff, aunque puede ver que el mismo Gustaff no le tiene aprecio al joven rey, tampoco lo aborrece.

Con el contacto Aegon se exaltó y le dio una mirada a su esposa quien giró la cabeza para que no viera directamente, el dedo de Aegon atrapó los suyos en un pequeño agarre, similar a una abrazo imperceptible.

Los ciudadanos pedían por la salud de la reina y el rey, así avanzaron hasta llegar a la mitad del camino donde hubo un gran tumulto dificultando el paso, Jaehaera sintió que las personas comenzaban a gritar algunas palabras que no dedujo, también hubo empujones. Tomó con fuerza la mano de su frágil esposo con completo y la presionó.

—¡Aberración! —se oyó entre las exclamaciones, los guardias crearon una pared para impedir el paso y el carruaje se tambaleó. Sin poder meditar lo que estaba ocurriendo un objeto le golpeó la cara aplastandose al instante, el olor podrido la asqueó, era un tomate y le siguieron más.

“¡Animales que fornican entre familia!”, se repitió entre la multitud varias veces.

Un tumiulto al frente los detuvo por completo, Aegon hizo a un costado a su esposa para que la mierda lanzada no le cayese encima, de inmediato ambos supieron que estaban en una situación peligrosa.

El secreto de la Reina Jaehaera (Aegon III) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora