Las estridentes voces de Marylin y Caroline inundaban la habitación, mientras, como ratas atrapadas en el fuego, chillaban sin piedad alguna. Desde el momento en que habían llegado, no habían parado de quejarse del mal trabajo del secretario, criticando cómo había fallado al no revisar los antecedentes del conductor. Entre gritos, prometían despedirlo y demandarlo, además de arruinar su reputación entre todos sus socios.
Carol, con la cabeza latiendo de dolor, estaba a minutos de mandarlos a todos a la mierda. Daisy, mientras tanto, había pasado de estar en un rincón, abrazándose a sí misma, a tumbarse en la cama junto a Carol y abrazar su pintura con brazos y piernas mientras trataba de contener sus temblores.
Sus padres siguieron hablando, totalmente preocupados por la condición de Carol y sin percatarse de que Daisy estaba ahí.
Carol sintió el temblor en el cuerpo de su esposa y, casi por instinto, movió los dedos para acariciar el interior de su muslo. Los movimientos suaves y afectivos hicieron que poco a poco el cuerpo de Daisy se relajara y dejara de temblar, pero Carol aun podía sentir la tensión en ella.
Soltó un suspiro profundo para calmar la propia tensión que se había acumulado en su cuerpo debido al estrés. Carol giró su cuerpo con esfuerzo, a pesar del dolor, para abrazar a Daisy. Su pecho quedó contra su espalda reduciendo a más no poder el espacio entre ellos. Con cuidado, tomó la sábana y la estiró para cubrirlos a ambos. Pasó su brazo sano sobre la cintura de su esposa y la acarició el brazo con cariño, logrando tranquilizarla casi por completo.
En seguida la habitación se inundó de un silencio tranquilizador, y todo signo de tensión desapareció del cuerpo de Daisy, quedando solo atrapada en caricias y calor reconfortante. Sin decir una palabra más, sus padres, tras ver la escena salieron de la habitación en calma para darles privacidad y la tranquilidad que tanto necesitaban.
Pero la tranquilidad no duró mucho, ya que tras cerrar la puerta Caroline y Marylin empezaron a saltar y a gritar como dos adolescentes que han visto a su cantante favorito.
—¿Viste cómo se abrazaron? —dijo una de ellas en un susurro emocionado.
—¡Y cómo la calmó! —agregó la otra.
—No pasará mucho tiempo antes de que tengamos a un pequeño bebé en la familia —dijeron al unísono, con una sonrisa radiante de felicidad.
Felices con su descubrimiento se marcharon del lugar dejando que los "tortolitos pasaran tiempo a solas".
Daisy, por su parte, podía sentir como su cuerpo se hacía más ligero con cada caricia que recibía de Carol. La calidez y la cercanía la envolvieron tanto que no tardó en quedarse profundamente dormida en sus brazos. El ritmo de su respiración se volvió suave y regular, y sus parpados se relajaron, cayendo con el peso de la fatiga.
Después de un buen rato en la misma posición, Carol sintió como la parte superior de su brazo se adormecía debido al peso, y decidió cambiar la posición. Con su brazo sano, y con mucho cuidado de no despertarla la movió hasta dejarla recostada en su pecho, donde la acurrucó.
Mientras la observaba dormir Carol no pudo evitar apartar unos mechones de pelo que habían caído en la cara de Daisy. En cinco años de matrimonio, nunca había estado tan cerca de ella como para notar lo largas que eran sus pestañas o la manera frenética en la que se movían sus ojos mientras dormía, así como sus rojos labios que se entreabrían y dejaban ver sus incisivos centrales que eran un poco más grandes que el resto de sus dientes.
Sin darse cuenta, Carol repasó su rostro una y otra vez con la mirada, memorizando cada detalle. Si alguien le hubiera preguntado en ese momento, podría haber descrito con precisión cada rasgo de Daisy sin necesidad de mirarla.
Un gemido leve salió de los labios de Daisy, lo cual llamó su atención. Pudo ver el momento exacto en el que ella restregó sus ojos con sus puños y trataba de acomodar su pecho para que su cabeza quedara en una posición más alta. Una pequeña risa se le escapó tras ver como hacía muecas al no poder acomodarse, y como luego giraba una y otra vez buscando la posición correcta hasta que finalmente no le quedó más remedio que abrir los ojos.
—Hola —su voz salió áspera de sus labios resecos, aparte del suero que llevaba puesto, no había consumido ningún líquido o nutriente que lo ayudara a mantener un buen aspecto.
A Daisy le tomó un tiempo desperezarse y entender la situación en la que se encontraba, por lo que, cuando volvió en sí misma no hizo más que asentir como saludo y luego sentarse en la cama de espaldas a Carol.
Él pudo sentir como levantaba su brazo y lo ponía sobre sus piernas, también como lo giraba en todas direcciones y la volvía a soltar.
—¿Qué haces? —preguntó acercándose a ella y colocando su cabeza junto a su cintura.
Lo que recibió de ella, más que una respuesta, fue un regaño, como si lo estuviera amonestando por no saber algo obvio.
—Estoy viendo mi pintura.
Solo en ese momento, al mirar su brazo, Carol comprendió el apego de Daisy hacia él.
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Los que han llegado hasta aquí les agradezco por darle una oportunidad a mi historia. En el inicio dije que aunque no pareciera muy interesante se quedaran al menos cinco capítulos, y entendería completamente si deciden abandonar porque la historia les parece aburrida.
Como sea, espero de todo corazón que hayan disfrutado el capítulo y que deseen seguir acompañándome en el transcurso de la historia, hasta el próximo lunes.
PD: El cap 6 ya está programado.
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Daisy
RomanceDe la indiferencia al amor, ¿cuentos pasos hay? Carol y Daisy son esposos desde hace casi cinco años, ambos impulsados por sus padres y sus deseos de que la asociación entre sus empresas diera el siguiente paso. Daisy es taciturna y distraída, un al...