impide que Sophie se marche del castillo
Lo único que evitó que Sophie emprendiera el camino hacia Market Chipping esa misma tarde fue un ataque especialmente fuerte de dolores y malestar. La llovizna de Porthaven se le había metido en los huesos. Ahora yacía en su cuartito, dolorida y preocupada por Martha. A lo mejor la situación no era tan mala, pensó. Sólo tenía que decirle a Martha que el pretendiente sobre el que no estaba segura no era otro que el mago Howl. Eso la espantaría. Y también le diría que la mejor forma de ahuyentar a Howl era anunciarle que se había enamorado de él, y luego tal vez amenazarle con tías.
Todavía notaba crujidos en los huesos cuando se levantó a la mañana siguiente.
—¡Maldita sea la Bruja del Páramo! —murmuró a su bastón mientras se levantaba, lista para salir.
Oía a Howl canturreando en el baño como si jamás hubiera tenido la menor rabieta. Fue de puntillas hasta la puerta tan rápido como pudo.
Por supuesto, Howl salió del baño antes de que la alcanzara. Sophie le echó una mirada agria. Estaba muy arreglado y elegante, y despedía un leve aroma a flor de manzano. La luz solar que se filtraba por la ventana iluminaba su traje gris y escarlata y le creaba un halo ligeramente rosado en torno al pelo.
—Creo que a mi pelo le favorece bastante este color —comentó.
—¿Ah, sí? —gruñó Sophie.
—Va a juego con este traje —dijo Howl—. Usted es bastante hábil con la aguja, ¿verdad? De algún modo, le ha dado al traje un aspecto más estiloso.
—¡Bah! —masculló Sophie.
Howl se detuvo con la mano sobre el tirador de la puerta.
—¿Padece algún tipo de dolor? —le preguntó—. ¿O le ha molestado algo?
—¿Molestado? —repitió Sophie—. ¿Por qué iba a haberme molestado algo? Alguien se ha dedicado a llenar el castillo de una gelatina podrida, dejar sordos a los habitantes de Porthaven, reducir casi a cenizas a Calcifer por el susto y romper varios cientos de corazones. ¿Por qué debería molestarme eso?
Howl se echó a reír.
—Lo lamento —dijo, girando el tirador hasta el rojo—. El rey quiere verme hoy. Lo más probable es que malgaste el tiempo esperando en palacio hasta la tarde, pero cuando regrese puedo hacer algo con su reúma. No olvide decirle a Michael que le dejé un hechizo en la mesa. —Le dedicó una sonrisa deslumbrante a Sophie y dio un paso al exterior, entre las torres puntiagudas de Kingsbury.
—¡Y te crees que con eso ya está arreglado! —refunfuñó ella mientras la puerta se cerraba. Pero la sonrisa la había ablandado—. Si esa sonrisa surte efecto conmigo, ¡entonces no es de extrañar que la pobre Martha no sepa lo que quiere! —murmuró.
—Necesito otro leño antes de que salgas —le recordó Calcifer.
Sophie fue cojeando a soltarle un leño en la chimenea y luego volvió a dirigirse a la puerta. Pero en ese momento Michael bajó a toda velocidad las escaleras y pescó los restos de una hogaza de pan mientras corría hacia la puerta.
—No le importa, ¿verdad? —le dijo con tono agitado—. Traeré una hogaza del día cuando vuelva. Hoy tengo que ocuparme de un asunto muy urgente, pero volveré por la tarde. Si el capitán de barco pregunta por su hechizo de viento, está en el extremo de la mesa con su etiqueta correspondiente. —Giró el tirador hacia el verde y salió de un salto a la ladera donde soplaba el viento, con la hogaza abrazada contra el estómago—. ¡Nos vemos! —gritó al tiempo que el castillo se desplazaba dificultosamente lejos de él y la puerta se cerraba de golpe.
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✨El Increíble Castillo Ambulante✨
FantasyEn el país de Ingary, donde existen cosas como las botas de siete leguas o las capas de invisibilidad, que una bruja te maldiga no es algo inusual. Cuando la Bruja del Páramo convierte a Sophie Hatter en una anciana, la joven abandona la sombrerería...