Capitulo 8

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"He matado a dos adultos... hum... les he dado veneno... unas pastillas en el café... han
secuestrado a un niño hace tiempo... Thomas Kaulitz... el niño que se robaron del parque de
diversiones... soy Mathilda Hansen... cuidaba de él, pero... ya no puedo más... vengan rápido,
hay dos niños, ambos de seis años... Bill es hijo de estos secuestradores de mierda... Tom está
en el sótano... ambos se quieren mucho... no les separéis... yo no puedo cuidarles... estoy
igual de condenada. Cuando lleguéis yo ya habré muerto... no tardéis..."
Cuando los oficiales y personal llegaron a la escena, se encontraron a Bill comiendo cereales
y leche chocolatada en su cocina, con la carita hinchada por casi acabar de levantarse, y con
los pijamas aún puestos.

Al ver a los oficiales, y reconocerlos enseguida, por su vestimenta,
su pecho se apretó de tal manera que la respiración se le fue.
Su primer movimiento, fue el de huir y empezar a gritar como loco.

- ¿¡Dónde están mis papás?! – Ella lo apretó de ambos bracitos, con cuidado.

- ... ¡Mi mami!... ¡¿en dónde está mi mami?!

Empezó a llorar muy fuerte, su respiración enseguida falló, pero igual la oficial pudo cogerlo
en brazos, porque su cuerpecito se había debilitado por el miedo; aunque estando a la altura,
Bill empezó a revolverse, buscando a sus padres, muerto de miedo, creyendo que se lo
estaban robando y que cuando ellos llegaran del trabajo, ya no iban a encontrarle, y se iban a
poner muy mal.

- Tranquilo, corazón, vas a estar bien, ¿sí? – Le decía, caminando fuera de la casa, en donde
Bill pudo notar unas tiras amarillas rodeándola.

Apenas pudo leer "No pasar" y su cuerpo empezó a temblar más. No sabía por qué, pero tenía
un presentimiento que lo asustaba mucho, aunque no había sido testigo de nada.

- ¡QUIERO A MI MAMIIII! – Sollozó, llevándose sus manitas a sus ojos.

Llevaron a ambos niños al hospital, en donde estuvieron casi una semana. Bill lloraba todos
los días y preguntaba por sus padres, por su escuela, por su casa y sus amigos; Tom trataba de
acostumbrar sus ojitos a tanta luz y a todo lo que no conocía. De tan loco que se ponía al
desconocer absolutamente todo lo que miraba, muchas veces lo sedaban para que durmiera
mientras podían contactar a sus padres y aliviarlo de todas las heridas.

- ¿Cómo te llamas, muchachito? – Echó un sollozo fuerte, cubriéndose la carita.

– No llores...
aquí estás a salvo.

- ¿En dónde está mi mamá? – Chilló.

La terapeuta lo cogió de las axilas y lo ayudó a sentarse
en el sofá, después le ofreció una galletita, pero Bill ni la cogió.
- Tu mami está en el hospital. – Bill la miró, serio, limpiándose las lágrimas con fuerza, casi
con saña.

Habían notado signos vitales en la mujer y estaban tratando de reanimarla. Algo que no había
pasado con el hombre, quien había muerto casi cinco minutos después de haber ingerido el
veneno.

- ...Quiero ir... - Suplicó. Ella negó.
- No puedes ir, amor, estás muy chiquito. – Los labios del menor se encorvaron hacia abajo,
temblando mucho.

La mujer le limpió las mejillas, y le pasó la mano por el cabello; en sus ojos podía ver mucho
miedo, y en lo rápido de su respiración, un montón de emociones bloqueadas.

– Mientras vas a ir a una casita con muchos más niños como tú, en lo que alguno de tus
familiares te pueda llevar a su casa...

- ... Quiero irme a mi casita ... - Se lamentó. La mujer asintió.

𝑹𝒐𝒕𝒐 🥀. "𝐿𝑖𝑎𝑛𝑠𝑎𝑣𝑖𝑜𝑟" 𝒕𝒐𝒍𝒍 .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora