Capítulo 5: Cena con los pilotos

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Mientras Charles maniobraba por las calles de Monza, sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. Estaba sentada en el asiento del copiloto, con el viento fresco entrando por la ventana. Carlos estaba en la parte trasera, bromeando con Charles sobre las carreras mientras me hablaban de los invitados a la cena.

—Esta noche, te vas a encontrar con algunos de los mejores —dijo Charles, su voz llena de entusiasmo—. Pierre Gasly, Checo Pérez, Alex Albon y George Russell. ¡Y no olvidemos a nuestro nuevo amigo, Franco Colapinto!

—Espera, ¿Franco va a estar allí? —pregunté, sorprendida.

Charles sonrió mientras giraba una curva.

—Sí, todos querían conocerte. La presión es fuerte, pero no te preocupes. Son geniales.

La idea de conocer a tantos pilotos, incluidos algunos de mis favoritos, me llenó de adrenalina. Pero la mención de Franco también provocó un cosquilleo en mi estómago. Había algo intrigante en él, y la anticipación de verlo me hizo sentir nerviosa.

A medida que llegábamos al restaurante, Charles buscó un lugar para estacionar. Las luces brillantes del lugar reflejaban una energía vibrante, y el bullicio de la gente llenaba el aire.

—Este es un lugar increíble —comenté, mientras salíamos del coche. El restaurante tenía un ambiente elegante, con mesas bien decoradas y un aroma delicioso que provenía de la cocina.

Carlos nos guió hacia el interior, y pronto encontramos a los otros pilotos ya reunidos en una mesa larga, aunque noté la ausencia de uno de ellos, que parecía no haber llegado aún: Franco. Sin embargo, la emoción en el aire era palpable.

Nos sentamos, y en cuanto todos se acomodaron, la conversación fluyó. Las risas y las bromas resonaban mientras compartían historias de sus carreras. Me sentía un poco fuera de lugar, pero la calidez del grupo me hizo sentir bienvenida de cualquier manera, en especial con la compañía de los pilotos de Ferrari.

—Arianna, cuéntales sobre tu primer día en el trabajo —dijo Charles, mirándome con una sonrisa alentadora, incluyéndome a la conversación.

—Oh, fue un torbellino. Conocí a Carlos y a Charles, y pasamos un buen rato en el simulador —empecé a relatar, sintiendo cómo las miradas se fijaban en mí.

—¿En el simulador? Eso suena emocionante. ¿Te dejaron hacer algunas pruebas? —preguntó Alex Albon, con interés genuino.

Asentí.

—Sí, intentamos ajustar algunos detalles. Fue increíble. Nunca pensé que tendría la oportunidad de trabajar en algo así tan pronto.

—¡Lo estás haciendo muy bien! —exclamó Checo—. Todos en el paddock han estado hablando de ti. Te ven como la “ingeniera promesa de Ferrari”.

Esa etiqueta, nuevamente, me sorprendió y me hizo sentir un poco más cómoda. La conversación siguió fluyendo, y me di cuenta de que cada piloto tenía su propia personalidad única.

De repente, Franco Colapinto llegó, su presencia iluminando la mesa. Con su cabello castaño y una sonrisa encantadora, se presentó con una confianza juvenil que atrajo mi atención de inmediato.

—Hola a todos, siento llegar tarde. —Se dirigió a la mesa, su mirada rápidamente encontró la mía—. Vos debés ser Arianna. He oído hablar de ti.

—Hola, Franco. —Sonreí, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas. Su mirada era intensa, y había una chispa de curiosidad en sus ojos.

—He estado esperando conocerte. Estuve escuchando que estás haciendo un gran trabajo en Ferrari —dijo, tomando asiento junto a mí.

Carrera al Amor | Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora