Capítulo 10: Tormenta mediática

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El sonido de la alarma me sacó de mis sueños lentamente, haciéndome girar en la cama con un suspiro. Apagué el molesto zumbido y me quedé un momento mirando el techo, dejando que la sensación de somnolencia se desvaneciera. Otro día de trabajo me esperaba, y aunque todavía me sentía relajada por la noche que había pasado con Franco, sabía que hoy sería un día largo lleno de expectativas por las calificaciones.

Estiré los brazos sobre mi cabeza y me incorporé, buscando mi móvil en la mesita de noche. Al desbloquear la pantalla, vi el torrente de notificaciones que había acumulado mientras dormía, y de inmediato me tensé. Una sensación de inquietud recorrió mi cuerpo.

Mis ojos se deslizaron por los mensajes sin realmente procesar lo que veía hasta que noté que Carlos me había escrito varias veces. Al abrir sus mensajes, sentí cómo mi pecho se comprimía, cada palabra llenándome de una presión sofocante.

Carlos:
"¿Viste las publicaciones?"

Carlos:
"Has salido por todas partes."

Carlos:
"Ari, ¿cómo estás?"

Mi corazón comenzó a latir más rápido, como si algo estuviera a punto de desmoronarse. La mente se me fue de inmediato a la cena y el helado con Franco la noche anterior. ¿Podría ser eso? ¿Nos habrían visto? Mi respiración se aceleró mientras abría el siguiente mensaje, esta vez de mi mejor amiga.

Bi ♡:
"¡Amiga, no me jodas!"

Bi ♡:
"Carajo, ¡los han publicado por todas partes!"

Bi ♡:
"Por favor dime que estás bien, Ari. Llámame en cuanto puedas."

Me llevé una mano a la boca, sintiendo cómo el peso en mi pecho se hacía más denso, más abrumador. Los han publicado por todas partes. Las palabras de Bianca resonaban en mi mente, una y otra vez. Sabía exactamente a qué se refería. No podía ser otra cosa que las fotos o videos de Franco y yo juntos anoche.

El teléfono temblaba entre mis dedos mientras lo dejaba caer sobre la cama, mi respiración comenzando a descontrolarse. No podía pensar con claridad, no podía moverme. La presión que se acumulaba en mi pecho me hacía sentir atrapada, como si estuviera encerrada en una caja sin aire. La idea de que ahora todo el mundo estuviera hablando de mí, de nosotros, me aterraba.

El sonido de otra notificación me sacó de mi espiral de pensamientos. Era otro mensaje de Carlos, pero no me atreví a leerlo de inmediato. En cambio, me forcé a respirar hondo y a salir de la cama, tratando de calmar los latidos rápidos de mi corazón. Caminé hasta el baño con la intención de mojarme la cara, pero mis manos seguían temblando.

Apoyé las manos en el borde del lavabo, cerrando los ojos por un momento. Franco y yo... Las miradas en el restaurante, la sensación de estar observados. Todo ahora tenía sentido. Alguien debió haber tomado una foto, quizás incluso grabado algo, y ahora eso estaba por todas partes.

—Respira, Ari —me dije a mí misma en voz baja—. Respira.

Abrí los ojos y me obligué a mirarme en el espejo. Tenía que calmarme. Tenía que enfrentar esto, pero no podía hacerlo sola. Pensé en Franco, en cómo había prometido estar a mi lado si algo salía mal, y una pequeña parte de mí se sintió aliviada. Al menos no estaba completamente sola en esto. Pero todavía no sabía cómo reaccionaría él. ¿Le molestaría toda esta atención? ¿O estaría dispuesto a asumir las consecuencias?

Tomé el móvil de nuevo, mi corazón aún palpitando con fuerza. Necesitaba hablar con alguien, pero no sabía si debía llamar primero a Franco o a Bianca. Ambas conversaciones me daban miedo, pero sabía que la de mi mejor amiga sería más sencilla. Presioné el número de Bianca antes de que mi mente pudiera disuadirme.

Carrera al Amor | Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora