Capítulo 12: Emociones en el circuito

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El bullicio en el paddock era palpable. La tensión y la emoción se mezclaban en el aire, electrizando cada rincón del circuito. Podía sentir el rugido de los motores a lo lejos, vibrando en mis huesos, mientras el equipo de Ferrari se movía en un ajetreo constante alrededor de mí. Aunque esto era algo que ya había vivido estos días, hoy, de alguna manera, se sentía diferente.

Tomé aire profundamente mientras caminaba hacia el garaje, mi mente enfocada en los detalles. Había estado repasando la estrategia durante toda la mañana, asegurándome de que todo estuviera en su lugar. Hoy no había espacio para errores, y aunque siempre había presión en las carreras, sentía que hoy, más que nunca, necesitaba demostrar mi habilidad.

Antes de llegar, me detuve un segundo, ajustando la gorra roja de Ferrari sobre mi cabello suelto. Podía ver a Charles y a Carlos en sus respectivos garajes, concentrados mientras los ingenieros trabajaban a su alrededor, revisando los últimos ajustes de sus monoplazas. Sabía que las expectativas sobre ellos eran altas, especialmente después de la clasificación de ayer.

A lo lejos, vislumbré a Franco. Estaba parado cerca de su monoplaza, con los brazos cruzados, su mirada fija en el asfalto. Aunque trataba de mantener la compostura, podía ver la frustración en sus ojos, una sombra de lo que había sucedido en la clasificación. Me preocupaba, no lo voy a negar. Sabía lo duro que había trabajado y lo mucho que esperaba de sí mismo, pero P18 no era el lugar donde quería estar.

No era solo que le importara la posición, también estaba el peso de las expectativas de los fans, del equipo, de él mismo. Y verlo así, tan inmerso en sus pensamientos, me hizo desear poder aliviar un poco esa carga.

Respiré hondo, sintiendo una mezcla de nervios y determinación asentarse en mi pecho. Este era mi mundo, pero con Franco aquí, todo se sentía diferente, más complicado... y, al mismo tiempo, más emocionante. Pero no podía permitirme distraerme, no ahora.

Me acerqué lentamente hacia donde estaba, notando cómo su cuerpo se tensaba al escuchar mis pasos. Sin embargo, cuando giró la cabeza para mirarme, vi que algo en su expresión se suavizó. Su mirada, que antes parecía dura y frustrada, se volvió más tranquila, casi como si mi presencia lograra calmarlo de alguna manera. Era extraño, pero me hacía sentir útil de un modo diferente al trabajo.

—¿Listo para hoy? —le pregunté, intentando romper el hielo con una sonrisa ligera.

Franco soltó una breve risa, aunque no del todo alegre. Aún así, su rostro mostraba un atisbo de agradecimiento.

—Lo estoy —respondió, aunque su tono decía algo más—. Pero... ya sabes cómo es esto. Ayer no fue mi mejor día.

Asentí, sabiendo que no necesitaba dar explicaciones. Ambos entendíamos lo que estaba en juego. Sentí el impulso de decir algo que lo animara, algo que pudiera ayudar a aliviar su frustración, pero también sabía que, en este mundo, las palabras a veces no bastaban. Al final, lo que realmente importa es lo que sucede en la pista.

Me acerqué un poco más, lo suficiente como para que nuestros brazos casi se rozaran.

—Hoy es un nuevo día —le dije, mirándolo directamente a los ojos—. Lo que pasó ayer, queda atrás. Hoy es una nueva oportunidad.

Franco me devolvió la mirada, y durante unos segundos, el mundo alrededor pareció detenerse. Todo el caos del paddock, los ruidos, los movimientos frenéticos... todo quedó en segundo plano. Era como si, por un momento, solo existiéramos nosotros dos.

—Gracias, Arianna —murmuró, con una sinceridad que me llegó al corazón.

Asentí, sin apartar la vista de la suya. Podía sentir la tibieza de su brazo contra el mío, un contacto mínimo, pero que significaba más de lo que quería admitir.

Carrera al Amor | Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora