La mañana de mi partida llegó más rápido de lo que había imaginado. El sol se asomaba tímidamente por las ventanas, bañando el apartamento con una luz dorada que resaltaba cada rincón familiar. Mi corazón latía con una mezcla de emoción y melancolía, y mientras miraba mis maletas apiladas, una parte de mí deseaba congelar el tiempo.
Bianca y yo habíamos decidido pasar nuestros últimos momentos juntas en un pequeño bar cercano, un lugar donde habíamos compartido tantas risas y confidencias. Al llegar, el aroma del café recién hecho y el suave murmullo de las conversaciones nos envolvieron, haciéndome sentir como si el tiempo no hubiese pasado. Tomamos asiento en una mesa de la esquina, donde podíamos observar a la gente que entraba y salía, como si el mundo siguiera girando a nuestro alrededor.
—No puedo creer que te estés yendo a Monza —dijo Bianca, envolviendo sus manos alrededor de la taza de café que había pedido.
—Y yo no puedo creer lo rápido que ha pasado todo. —Sonreí, aunque mis ojos estaban un poco vidriosos.
—Siempre supimos que esto iba a pasar. Desde el momento en que decidiste estudiar ingeniería, este destino estaba escrito. —Ella sonrió con nostalgia, y por un momento, todo el ruido del bar desapareció.
Mientras tomábamos nuestros cafés, comenzamos a recordar viejos tiempos, como aquella vez que nos quedamos despiertas hasta tarde, diseñando un auto de carreras en papel. Nos reímos al recordar nuestras locuras de adolescentes, los proyectos de la universidad, y cómo todo había llevado a este momento.
—¿Te acuerdas de nuestra promesa? —preguntó Bianca, mirándome con seriedad.
—¿Cuál? —respondí, aunque ya sabía a dónde quería llegar.
—Que nunca dejaríamos que el trabajo o la vida nos separaran. Que siempre encontraríamos tiempo para nosotras, no importa qué.
Asentí, sintiendo una punzada en el pecho. Era fácil hacer promesas, pero las realidades de la vida podían ser desafiantes.
—Te prometo que, después del domingo de carreras, nos volveremos a ver. —Sonreí para ocultar mi tristeza—. Además, Monza no está tan lejos.
—Sí, pero... no hemos pasado tanto tiempo separadas desde que nos conocimos. —Su voz se quebró un poco, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Nos miramos por un momento, el silencio se volvió pesado. Habíamos sido compañeras de lucha, aliadas en este camino lleno de obstáculos. Ahora, todo parecía cambiar, y aunque sabía que era por una buena razón, el miedo a lo desconocido me invadía.
—Eres increíble, Arianna. —Ella rompió el silencio, sus ojos oscuros fijos en los míos—. No dejes que nadie te haga sentir menos. Eres una ingeniera en Ferrari, y eso es monumental.
—Lo sé, Bi. Pero a veces... —Hice una pausa, buscando las palabras—. A veces siento que no estoy a la altura.
—Escucha, si te eligieron, es porque saben que eres capaz. Y yo también lo sé. —Ella se inclinó hacia mí, con una intensidad que me llenó de confianza.
En ese momento, mi teléfono vibró en la mesa. Un mensaje de Tomás. "¡Buena suerte en Monza! No olvides disfrutar y no trabajar demasiado." Sonreí al leerlo, apreciando el apoyo de mi hermano, aunque siempre estuviera en su propio mundo.
—Ve, ábrelo —dijo Bianca, tratando de distraerme.
—Es solo Tomás. —Me encogí de hombros.
—¿Solo Tomás? ¡Es tu hermano! Lo bueno de tener un hermano despreocupado es que siempre tiene la perspectiva correcta.
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Carrera al Amor | Franco Colapinto
FanfictionArianna Rossi, una ingeniera de 21 años, ha alcanzado su sueño al unirse al equipo de Ferrari en la Fórmula 1. Perfeccionista y determinada, está lista para demostrar su valía en el exigente mundo de las carreras, convencida de que lo más complicado...