Cap 11

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Cuando la luz de el sol se va, y crees que te cegara la oscuridad... Recuerda que siempre, en lo más oscuro de la noche, hay una Luz; que por más pequeña e insignificante que sea, puede iluminar lo suficiente para seguir tu camino.

Bells Sotillo

En medio de la desesperación, algo comenzó a despertar dentro de mí. A pesar del horror que me rodeaba, una chispa de fuerza se encendió en lo profundo de mi ser. La valentía y la fortaleza impregnaron mi alma, convirtiéndose en un refugio al que podía aferrarme.

—No eres más que una ilusión —respondí con un hilo de voz, aunque el miedo aún temblaba en mi pecho—. No puedes definir quién soy realmente.

La mirada de Abaddón cambió por un instante; la burla dio paso a una sombra de sorpresa. Pero rápidamente volvió a su expresión habitual, como si mi resistencia le resultara fascinante.

—¿Así que te resistes? —dijo con un tono casi juguetón—. Muy bien, sigamos entonces.

Con un movimiento de su mano, las visiones cambiaron nuevamente; ahora eran imágenes de Elena, su rostro distorsionado por el dolor y el sufrimiento. La vi siendo arrastrada al mismo abismo oscuro donde yo estaba atrapada, y el terror me invadió nuevamente. No solo estaba sufriendo yo; también la estaba condenando a ella, a la única persona que amaba.

El terror se transformó en rabia. La ira burbujeaba dentro de mí como un volcán a punto de estallar. Grité con toda mi fuerza:

—¡Basta! ¡Detente ya! ¡Te lo exijo ahora! ¡No tienes ningún derecho ni poder sobre mí ni mi mente!

Mis palabras resonaron en el abismo como un grito desafiante. En ese momento, algo cambió en la atmósfera; el aire se volvió menos opresivo y sentí una corriente cálida fluir a través de mí. Era como si esa chispa interna comenzara a brillar con fuerza.

Sin previo aviso, las ataduras comenzaron a desvanecerse y la silla donde estaba atada se desintegró en sombras. Abaddón retrocedió un paso, sorprendido pero alegre por el cambio repentino.

—Increíble, eres más fuerte de lo que pareces —se rió como un maniático.

La oscuridad del abismo comenzó a desvanecerse ante mis ojos; los gritos se tornaron susurros lejanos mientras avanzaba hacia la luz que comenzaba a formarse frente a mí.

—No eres quien dices ser —le respondí con firmeza—. Eres solo un eco del miedo que he llevado dentro.

Y con eso, di un paso hacia adelante, dejando atrás los horrores del abismo y al rey que había intentado quebrantarme. En ese instante comprendí que el verdadero poder no reside en el miedo ni en la tortura, sino en la capacidad de levantarse después del sufrimiento y encontrar la libertad en medio del caos.

Cuando le llamé farsante, no sabía que esas palabras desencadenarían esto, pero pude escapar de sus garras, yo que me creía debil, pude contra el cruel demonio.

Sus ojos, que antes brillaban con burla, se tornaron serios. De repente, la atmósfera cambió; salí del abismo, pero él aún mantenía cierto control; el aire se volvió denso una vez más, recordándome que seguía siendo muy poderoso.

—Farsante, decías... —recordó él con voz profunda y resonante—. Te he mostrado tus miedos más profundos porque necesito que entiendas algo —habló con frialdad.

—La verdadera fuerza no solo radica en enfrentar a los demás, sino en confrontar lo que llevas dentro. Hice todo esto porque quiero que conozcas tu propia fortaleza —hizo una pausa mientras caminaba por el espacio nuevamente.

—Además, ese era el precio que tenías que pagar para conocer la verdad. Tenías que atravesar mi abismo y agradece que no fui tan cruel —indicó con una sonrisa irónica.

¿En serio? ¿No fue tan cruel? Pensé con incredulidad.

—Hay cosas peores que yo esperándote, sombras que podrían consumir tu luz si no aprendes a luchar. Pero tú tienes el poder de superarlas. Reconocer tus miedos es el primer paso para dominarlos. ¿No crees que es hora de que te enfrentes a ellos y descubras la guerrera que llevas dentro? No estoy aquí para hacerte daño.

La revelación me golpeó como un rayo. A pesar de la tortura mental que había experimentado, había en su mirada una chispa de sinceridad. Abaddón dio un paso hacia mí, y su presencia se volvió menos amenazante.

—Todo esto ha sido una prueba —continuó—. He estado controlando tu mente para enseñarte a luchar contra tus propios demonios. Lo que viste no era real; era una manifestación de tus propios miedos, algo que debías enfrentar para liberarte.

Mis pensamientos se agolpaban como un torbellino. La confusión me invadía mientras trataba de procesar sus palabras.

¿Debería confiar? Recuerdo que hace poco dije que confiaría en él y minutos después fui sometida a una tortura mental de su parte. ¿Era mi enemigo?

—¿Por qué? —pregunté, mi voz temblando entre la incredulidad y la curiosidad—. ¿Por qué harías esto?

—Porque eres más fuerte de lo que crees, ya lo dije —respondió con firmeza—. Y el mundo exterior está lleno de peligros que no puedes enfrentar si no enfrentas primero tus propios miedos. Necesitaba llevarte al límite para mostrarte tu verdadero potencial.

—¿Y cuál se supone que es ese potencial que dices? Si todo lo que has dicho y he visto es real, yo no soy nada, simplemente una humana—tenía esa manía decirme fuerte y después rebajarme yo misma.

—Eres más que eso, tú podrías acabar con el mundo entero si quisieras.

Me sorprendí por sus palabras. Mientras él hablaba, la presión en mi pecho se aligeró y las sombras alrededor empezaron a disiparse como humo en el viento.

—Si esto fue solo una prueba... —dije lentamente—, entonces ¿estoy lista para enfrentar cualquier cosa? Salí del abismo.

Abaddón sonrió levemente, esa sonrisa ahora llena de burla nuevamente.

—Es un paso.  Ahora sabes lo que eres capaz de soportar y superar. La verdadera batalla está afuera, pero la guerra está dentro de ti.

Con esas palabras resonando en mi mente, di un paso hacia adelante. Ya no era la víctima atrapada en un abismo; sentí cómo los grilletes invisibles se desvanecían por completo. Abaddón había dejado caer el velo de la oscuridad, ahora solo quedaba confusión.

Bajo el velo de la oscuridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora