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Inuyasha permaneció en silencio, sintiendo una mezcla de ira, desesperación y temor en su interior. Sabía que Kikyo era capaz de cumplir cada una de sus amenazas. Lo había visto en el pasado, cuando ella manipulaba la situación a su favor sin pestañear. Sin embargo, perder a Kagome o arriesgarse a que Akito fuera alejado de él eran opciones que no podía aceptar. Sentía como si estuviera atrapado en una jaula, sin salida posible.

Cada vez que pensaba en Kagome, su corazón se rompía un poco más, pero el temor a las consecuencias de enfrentarse a Kikyo lo paralizaba. Solo una idea quedaba clara en su mente, por más que le doliera: tenía que cortar con Kagome.

Sabía que al hacerlo destrozaría lo único que le quedaba de felicidad, pero en su cabeza se repetía que era lo correcto. Por el bien de todos. Por el bien de Akito. Lo único que le quedaba era protegerlo, y la amenaza de Kikyo no le daba opción.

Antes de salir, se detuvo frente a la puerta. Respiró hondo, tratando de calmar los latidos irregulares de su corazón. Se acercó a la niñera y le dijo, con una voz que apenas lograba mantener firme:

—Voy a tardar un poco más de lo habitual. No te preocupes, te pagaré las horas extras. Solo... asegúrate de que Akito esté bien, ¿sí?

La niñera asintió con una sonrisa comprensiva, pero él apenas pudo devolvérsela. En su mente, la imagen de Kagome seguía destrozándolo por dentro. No podía pensar en lo que iba a decirle sin sentir cómo todo dentro de él se desmoronaba.

Mientras conducía hacia el departamento de Kagome, su mente era un caos. ¿Cómo le diría que tenían que terminar? ¿Cómo encontraría las palabras para justificar lo injustificable? Su agarre en el volante se hizo más fuerte a medida que se acercaba, y cada kilómetro recorrido se sentía como un paso hacia su propia condena.

Cuando llegó frente al edificio de Kagome, se quedó sentado en el auto por un momento, mirando la entrada. Los recuerdos de momentos felices entre ellos se arremolinaban en su cabeza, haciéndolo dudar por un instante. ¿De verdad iba a hacer esto? ¿De verdad iba a dejarla ir?

Apoyó la cabeza contra el volante, soltando un suspiro profundo. No podía retroceder ahora, no cuando el peligro era tan real. Kikyo no estaba jugando, y él no podía arriesgarse a que Kagome sufriera más por su culpa. Aunque el solo hecho de pensar en separarse de ella le desgarraba el alma, tenía que hacerlo.

Finalmente, abrió la puerta del auto y salió. Con pasos pesados y el alma rota, se dirigió hacia el departamento de Kagome.

Cada paso que daba hacia su puerta le pesaba como si estuviera caminando contra una corriente imparable. Finalmente, levantó la mano y golpeó la puerta con suavidad. Dentro, escuchó el leve sonido de pasos antes de que la puerta se abriera.

Kagome abrió la puerta y se sorprendió al ver a Inuyasha parado frente a ella.

—Inuyasha, ¿qué haces aquí? —preguntó Kagome, su voz suave, pero teñida de inquietud.

Él respiró hondo, pero el aire que llenó sus pulmones parecía no darle el alivio que necesitaba. Cada paso que había dado hacia esa puerta lo había consumido, y ahora, estando tan cerca de Kagome, solo podía sentir un profundo vacío. No sabía cómo empezar. Sabía lo que tenía que hacer, lo había repetido mil veces en su cabeza, pero estar frente a ella hacía que todo se derrumbara.

—Necesitamos hablar —dijo al fin, su voz baja, quebrada por dentro.

Kagome frunció el ceño, su corazón palpitando más rápido al escuchar esas palabras. Había algo en el tono de Inuyasha, en la forma en que evitaba su mirada, que la hizo sentir un nudo en el estómago. Dio un paso hacia atrás, dejándole espacio para entrar, aunque no estaba segura si quería escuchar lo que él tenía que decir.

Amor MioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora