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Al día siguiente, Kagome seguía en shock, incapaz de asimilar completamente la noticia que había recibido. Sería madre. Un bebé. Todo el caos en su vida, sumado a este inesperado giro, la tenía aterrada. A pesar de que siempre había soñado con tener una familia, nunca pensó que las circunstancias serían así: un bebé, Inuyasha desaparecido de su vida, y su corazón hecho pedazos.

Sentada en el sofá de la sala, miraba al vacío con los ojos nublados. No podía dejar de pasar la mano por su vientre, que aunque aún no mostraba signos de su embarazo, ya le parecía más real con cada minuto que pasaba. Su madre, Naomi, se había dado cuenta de lo preocupada que estaba Kagome. Se sentó a su lado con delicadeza y le tomó la mano, tratando de brindarle algo de consuelo.

—Kagome, cariño —comenzó Naomi en un tono suave—, sé que todo esto es mucho, y que probablemente te sientas abrumada... pero estamos aquí para ti. Tu padre y yo te apoyaremos en todo lo que necesites. No estás sola.

Kagome se mordió el labio inferior, intentando contener las lágrimas que amenazaban con escapar. Volteó a ver a su madre, el miedo reflejado en sus ojos.

—Mamá... no sé cómo voy a manejar todo esto —confesó con la voz temblorosa—. Todo ha sido un desastre últimamente. Y ahora... un bebé... ¿Cómo voy a hacer esto sola?

Naomi la apretó suavemente en un abrazo, acariciando su cabello como lo hacía cuando Kagome era pequeña.

—No tienes que hacerlo sola —le aseguró Naomi—. Nosotros estaremos contigo cada paso del camino. Este bebé será una bendición, aunque ahora no lo veas. Lo sé. Y tú... eres mucho más fuerte de lo que crees.

Kagome dejó escapar un sollozo suave y se permitió llorar en el hombro de su madre.

—Quisiera poder creerlo... —susurró.

———

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Inuyasha había pasado días sin recibir noticias de Kagome. La ausencia de su presencia, la falta de su voz, lo estaba volviendo loco. A pesar de que Kikyo le había advertido varias veces que dejara a Kagome atrás, no podía hacerlo. La necesidad de saber dónde estaba, cómo estaba, lo dominaba.

Finalmente, después de debatirlo una y otra vez, decidió ir al lugar donde ella solía vivir. Esperaba, aunque fuera solo un momento, verla de nuevo. Quizá si hablaban las cosas podrían cambiar, quizá podría arreglar las cosas.

Cuando llegó al edificio de departamentos, su corazón dio un vuelco al ver un cartel de "Se Vende" en la puerta. Avanzó lentamente, sintiendo un nudo formarse en su estómago. Subió las escaleras con pasos pesados hasta llegar al piso donde Kagome había vivido. Todo estaba en silencio, vacío.

Inuyasha frunció el ceño y fue directo a la oficina del administrador del edificio. Golpeó la puerta con fuerza, ansioso por obtener respuestas.

Un hombre mayor, el administrador, abrió la puerta con una expresión de fastidio.

—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó, mirando al joven con curiosidad.

—¿Qué pasó con la chica que vivía en el departamento 12B? —preguntó Inuyasha sin preámbulos, su tono lleno de urgencia.

El hombre lo miró por un segundo antes de responder.

—Ah, la señorita Higurashi... —dijo el administrador—. Se mudó hace unos días. Dejó el lugar en perfecto estado, pero ya no vive aquí.

El mundo de Inuyasha se derrumbó en ese instante. La sensación de vacío en su pecho se hizo insoportable.

—¿Sabes a dónde fue? —preguntó con voz quebrada.

Amor MioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora