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Al llegar a casa, Inuyasha llevó en brazos a su hijo hasta la cama. Con cuidado, le puso la pijama y lo acostó. Después de salir de la habitación, escuchó un ruido abajo y supuso que venía de la cocina. Bajó silenciosamente y vio que se trataba de su "querida esposa". Kikyo estaba algo borracha y apenas se sostenía, agarrándose fuertemente de la mesa. Inuyasha puso los ojos en blanco al ver su vestimenta: una falda muy corta y un escote azul que dejaba ver demasiado. Su peinado estaba desordenado, el maquillaje ligeramente corrido, y usaba tacones altos del mismo color del vestido. Estaba molesto. Kikyo nunca tenía tiempo para Akito, pero sí para salir de fiesta. Decidió que era el momento de hablar, a pesar del estado de ella.

—Kikyo, tenemos que hablar. —Ella se asustó al escuchar a su esposo, pensando que ya estaba dormido.

—¡Inu! Qué alegría verte, cariño. Supuse que ya estabas dormido —dijo Kikyo, con voz entrecortada—. ¿De qué querías hablar, Inu-Buu?

Inuyasha odiaba que lo llamara así. Al principio le gustaba, pero después de todo lo que había pasado, le irritaba.

—Kikyo... yo... —¡Qué difícil era decirlo!—. Yo quiero el divorcio.

Kikyo lo miró, confusa.

—¿Qué acabas de decir?

Inuyasha iba a repetirlo cuando ella se exaltó.

—¿¡Cómo te atreves!? ¿Es por esa idiota? ¿Te atreves a terminar conmigo? ¿A mí? ¿A la gran Kikyo que todos los hombres desean? Estás loco, Inuyasha, si piensas que te voy a dejar el camino fácil —exclamó Kikyo, golpeándolo en el pecho.

Inuyasha no sabía qué decir. Estaba seguro de que quería terminar la relación. Akito no merecía una madre así y él necesitaba a alguien que realmente lo amara.

—Lo siento, Kikyo, pero es por el bien de Akito. Él merece amor y cariño de una madre, algo que tú no estás dispuesta a darle.

—¿Estás diciéndome que soy una mala madre? —Kikyo, aunque borracha, aún tenía cierta lucidez—. Bueno, creo que tienes razón. No me preocupo por ese chiquillo. Él me arruinó todo y, si quieres saber algo más, odio a Akito con toda mi vida.

Inuyasha quedó en shock. Nunca pensó que Kikyo odiara a su propio hijo.

—¿Cómo puedes decir eso? ¡Es tu hijo! —Inuyasha trató de mantener la calma, pero la furia se notaba en su voz.

—¡No me importa! —gritó Kikyo—. Nunca quise ser madre. Akito fue un error, uno que arruinó mi vida y mis sueños.

Inuyasha sintió que su corazón se rompía al escuchar esas palabras. No podía comprender cómo alguien podía odiar a su propio hijo de esa manera.

—Kikyo, no puedo seguir con esto. Akito necesita una familia que lo ame y lo cuide. Yo haré lo que sea necesario para darle eso.

—Haz lo que quieras. —Kikyo se tambaleó hacia la puerta—. Avísame cuando estén listos los papeles del divorcio. Y tranquilo, no te quitaré a Akito. Te dejo la custodia del niño.

Inuyasha la vio salir tambaleándose, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que la decisión que había tomado era la correcta, pero el dolor de escuchar a Kikyo hablar así de su hijo era casi insoportable. Escuchó unos pasos, sabiendo perfectamente que era su hijo y que había escuchado todo. Mientras se dirigía a la habitación de Akito, su corazón latía con fuerza, temiendo el impacto que esas palabras habrían tenido en él.

—Akito, abre la puerta, por favor —dijo suavemente, intentando controlar su voz.

No obtuvo respuesta. Desesperado, suspiró y decidió darle un momento a su hijo. Volvió a la sala, donde encontró a Kikyo intentando ponerse de pie.

Amor MioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora