Prólogo:

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Cuando conoces a alguien, no le miras pensando que ese alguien se quedará ahí por un largo tiempo, no le miras pensando que ese alguien formará parte importante de tu vida, porque la verdad, no lo sabes y no lo planeas, simplemente sucede.

Esa persona entra sin permiso a tu vida y llega a poner tu mundo de cabeza; tu vida podía ser perfecta antes de eso, pero luego sin darte cuenta, a lo largo del día te sorprendes a ti misma pensando en ese alguien más veces de las que quisieras admitir... empiezas a actuar de una forma en la que no sabías que podías llegar a actuar cuando estás ante esa persona, sonríes como idiota cada vez que te habla, tu corazón se acelera de forma inevitable cuando se acerca demasiado, le dedicas sonrisas, miradas llenas de ilusión y uno que otro suspiro involuntario.

Tu mundo gira alrededor de ese alguien, y antes de que pudieras hacer algo al respecto, has puesto algo tan valioso como tu felicidad en manos de esa persona sin darte cuenta, y peor aún, sin haberlo querido de esa forma.

De repente te caes de tu nube y despiertas en lo que es la cruel y triste realidad: esa persona no siente lo mismo por ti.

Nunca lo sintió.

Solo te utilizó sin siquiera haberlo notado él mismo.

Y ahí es cuando las cosas comienzan a doler.

Mucho.

Quisieras sentir algo de resentimiento hacia esa persona, algo de rencor, pero simplemente no puedes, en el momento en que caíste por él dejaste de ser dueña de tus sentimientos, y ahí es cuando lo descubres: estar enamorada es una completa basura.

La persona que causa tu felicidad es la misma que provoca tu sufrimiento, algo paradójico, pero a fin de cuentas es la realidad y en algún momento de tu vida lo aceptas, pero eso no borra por completo el hecho de que duela como el infierno.

Simplemente aprendes a vivir con ello, en tanto estés cerca de él, las cosas estarán bien, e incluso cabe la diminuta y esperanzadora posibilidad de que algún día te corresponda.

“En tanto él sea feliz, yo también lo soy...”

Es la estúpida frase que muchos utilizan para darse cierto consuelo, la cual es relativamente fácil de recitar...





Hasta que llega ella.

Él parece conservar aún alguna clase de sentimientos hacia ella, pero no precisamente yo le podía llamar amor.

Pero luego descubres el romántico pasado de él y ella juntos. Donde todo era perfecto. Ese pasado del que sería difícil para cualquier persona olvidarse.

Es ella, la misma que hace un tiempo atrás creíste que te había dejado el camino libre. De la que te habías olvidado completamente, de la que te olvidaste hasta su nombre...

La misma que oíste mencionar en la televisión confirmando su ruptura con él, el amor de tu vida.

“Ya la olvidó, él mismo lo dijo”. Y entonces nuevamente esa es una frase que puede darte cierto consuelo.

Luego conoces la historia a fondo.

Vivieron algo hermoso, fuerte y duradero. Pero las cosas han cambiado ahora, y cuando sales por un momento de tu ensimismamiento para dar un rápido vistazo a la realidad, te das cuenta de lo que está ocurriendo justo frente a tus ojos: ella ha vuelto, y quiere reconstruir lo que alguna vez hubo.

O mejor dicho, lo que siempre ha habido, porque al parecer nunca dejaron de amarse.

Ahora tú comprendes por qué él nunca te correspondió ese amor tan fuerte que tú sí sentías por él; su corazón aún estaba ocupado por ella.

Esas palabras que él ha dicho, son como un cubetazo de agua fría para ti.

“Nunca dejé de amarla”.

Y es en ese preciso instante cuando tu fantasía no se puede sostener más, cuando ninguna de las anteriores estúpidas frases te puede dar consuelo, todo se viene abajo.

Sientes ese pequeño crack en tu pecho acompañado por esa sensación horrible que no te permite respirar libremente, te invade una profunda tristeza y la desesperación se apodera de todos tus sentidos y por si te lo preguntabas, sí, así se siente cuando alguien te rompe el corazón.

Después de haber sido inmune a cosas tan pesadas como la realidad, lo analizas en frío, y aceptas tu precaria pero irremediable situación.

¿Cómo no pudiste verlo antes?

O tal vez lo viste, pero no quisiste aceptarlo. Porque los seres humanos somos tercos y nos aferramos a situaciones fantasiosas disfrazándolas de fe y esperanza.

La que está en una mala posición, eres tú.

Quien no calza en esta situación, eres tú.

La que está de más en todo este asunto, la que no tiene espacio en su vida, ni en su corazón, eres, y siempre fuiste, tú.






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Holis... ♥ De ustedes depende el primer cap. ¡Las adoro!


Rompiendo Las Reglas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora