Pegados a la ventana, el humo no les había alcanzado todavía. Se taparon la boca y la nariz con sus sudaderas y Tomás dejó su espada al descubierto.
- Sabía que tenías una espada - dijo Marcos tosiendo.
Tomás le mandó callar. Si inhalaban el humo, se dormirían al instante. Por lo que se mantuvieron en silencio y cogieron el mínimo aire que pudieron. El tiempo se alargó, llevaban cinco minutos eternos en los que luchaban sin hacer nada contra el humo. Pero Tomás estornudó. Le empezaron a fallar las piernas, por lo que se sentó. Cerró los ojos, lo que haría que tuviese que hacer menos esfuerzos. Y para fastidiar las cosas, lo que Dani llamó meteorito impactó contra la nave. Tomás se golpeó contra la pared y se desmayó. Marcos soltó sin querer la sudadera, que se cayó en la otra esquina de la jaula. Ya cerrando los ojos intentó coger la espada de Tomás, pero no podía, le fallaban las fuerzas. Logró cogerla, pero de pronto el alienígena entró en la celda y se la quitó. Fue a darle con la espada a Marcos, que al ver lo que le depararía en el futuro se desmayó.
Se despertaron a las once h.t. (horario terrícola). Los Amigos se miraron, y vieron a Tomás y a Marcos que seguían inconscientes. Isaac intentó despertarles, pero no pudo. Miró atrás, estaba el alienígena.
- ¿Qué les has hecho? - le preguntó Isaac.
- Intentaron quedarse despiertos, tuve que intervenir y ponerles otro tipo de sedante.
- ¿Y la espada de Tomás? - preguntó perspicaz Pelayo - se la vi cuando se quitó la sudadera.
- ¿Y no te extraña?
- Después de lo que ha pasado podría haber sido que haya sufrido dos efectos secundarios, el de tener la espada y el de que el primer efecto secundario dure más de lo habitual.
- Buena hipótesis, pero su efecto secundario ha sido una sartén, no una espada. Piénsalo en ayuno; cuando lo averigües ya os lo daré.
Se alejó hacia la celda de profesores, y Pelayo empezó a pensar mientras Dani y Pablo susurraban.
- ¿Qué es lo que nos dará? - preguntó Pablo.
- El desayuno.
- Tengo hambre.
- Yo y todo los demás tenemos la misma opinión, así que no te quejes y vamos a ayudar a Pelayo.
- ¿Y el meteorito de ayer?
- Noté mientras terminaba de dormirme una sacudida fuerte. Eso sería, aunque me extraña que nos haya dado.
- ¿Por qué?
- Pues porque tiene “súper” poderes y una nave espacial de más de cincuenta metros cúbicos.
- Te empiezas a parecer a Marcos.
- Con lo que oí ayer lo dudo mucho. Ten en cuenta que nosotros ni nos estamos planteando lo de la espada de Tomás, Marcos ha empezado a desconfiar de él.
- Son las emociones negativas - intervino Pelayo - el hambre nos hace pensar mal, empezamos a desconfiar unos de otros hasta que nos dividimos completamente y nos olvidamos de nuestro enemigo común y de lo que va a venir en el futuro. Aunque a mí me da mala espina esto. No me gusta que el invasor esté jugando con nosotros, y si sabe por qué Tomás llevaba una espada sería una opción plantearse que Tomás es un traidor.
Pasaron dos días en la nave, pasándolo mal. Pelayo estaba empezando a volverse loco de tanto preguntarse lo de la espada, Tomás y Marcos seguían dormidos, Isaac mirando el espacio horas y horas seguidas como si estuviera dormido, Dani intentando desconfiar de todos de alguna manera, Pablo mirando por la ventana con miedo a que impactara un meteorito contra la nave y Olivier gritando todo lo que podía presumiendo de haber visto la tabla de “súper” poderes antes de haber entrado a la nave. Aunque, para su alivio, sus compañeros también estaban igual. O peor, porque un niño empezó a gritar de pronto. El alienígena vino.
- Sé que te duele la tripa del hambre, pero hasta que tu compañero no halle la respuesta a mi pregunta no podrás comer.
Todo el mundo miró a Pelayo, y Dani consiguió encontrar el por qué desconfiar de él.
El invasor dio un trozo de pan al de los pinchazos.
- Quiero que trabajéis para mí, por lo que no os quiero muertos - dijo después de que todas las miradas se posaran en él - nos quedan dos días para llegar. Espero que os impresione mi planeta. Bueno, ya estoy cansado de ver a esos dos durmiendo - chasqueó los dedos.Después de que se fuera, Dani explicó lo sucedido a los dos.
- No confío en vosotros, pero me acabo de dar cuenta que quizás Pelayo tenía razón el primer día en cuanto a lo de las emociones negativas. Pero claro, eso significa que ya lo ha vivido más veces, con lo cuál puede ser el traidor. ¿Y si…? - se alejó. Marcos y Tomás fueron a preguntar a Isaac el tiempo que habían estado dormidos, pero no les respondió. Era como si estuviera en trance, con los ojos abiertos, mirando el infinito… Claro que era así como estaba.
- Olivier, ¿sabes cuánto…?
- Claro que fui yo el que lo vi. La próxima vez que hagan un mundial sobre eso y lo gano.
Se acercaron a Pelayo, quien solo les respondía sobre la espada.
- Tendremos que hablar tú y yo sobre eso, pero primero hay que hacer que se duerman o no quedará nadie vivo cuando lleguemos. Lo siento, Pelayo, pero darte un golpe en la cabeza es la forma más efectiva de saber cómo afrontarnos a esta situación tan compleja en la que nos hemos metido. Lo siento mucho, Pelayo.
Pelayo se despertó tres horas después, y se acordó de lo sucedido. La locura seguía encerrada en la nave, pero él estaba mucho más calmado y fue a hablar con Marcos y Tomás.
- Habéis estado dormidos más de dos días - empezó a contar Pelayo – el hambre y la impaciencia han desatado la locura en la nave. Cada uno tenía su propia excusa, al final, para estar así. A mí me ha encargado el alienígena saber por qué Tomás llevaba una espada, y dice que hasta que no lo resuelva no le va a dar de comer a nadie. Aunque ha hecho una excepción con uno que ya estaba gritando de dolor. ¿Yo cuánto tiempo he estado dormido?
- Apenas tres horas - apuntó Marcos - te dimos un golpe con la reja lo bastante fuerte como para dejarte inconsciente, pero ni mucho menos tullido.
- ¿Y lo de la espada? - Pelayo y Marcos miraron a Tomás, que pegó un respingo cuando Dani se resbaló y se cayó encima de él.
- ¿Quién me ha hecho la zancadilla? ¿Quién?
Pero Dani se lo dejó de preguntar al ver que todo el mundo estaba demasiado lejos de él como para hacérsela. Los tres con menos locura en ese instante cruzaron una mirada de entendimiento y, pidiendo disculpas, se “deshicieron” de ellos.
Mientras sus compañeros de jaula dormían, empezaron a poner en común todo. Marcos y Tomás contaron a Pelayo que no tenían tanto hambre como ellos porque parecía que mientras estaban bajo el efecto del sedante no les había entrado más hambre de la que ya tenían. Pero claro, esto era distinto para Pelayo. No obstante, él se tomó su tiempo y paciencia antes de preguntar a Tomás acerca de lo de la espada. Pretendía pensar antes de preguntarlo. Pero pasaron dos horas y no sacaba conclusiones, y prácticamente no tenía piezas para unir ni fuerzas para pensar. Y de vez en cuando le llegaban pensamientos negativos de que iba a sucumbir al hambre y no iba a poder resolver nunca ese nuevo tipo de acertijo para su cabeza. Al final resultó que, tras tanto cavilar sin descanso, se había olvidado de los amigos que dormían, y Dani se despertó.
Juntos, despertaron a los demás. Es cierto que apenas llevaban cuatro horas durmiendo, pero si le había valido a uno le habría valido a todos.
Tomás les contó que ellos tenían menos hambre gracias al efecto del sedante, que ahora hablarían sobre el asunto de la espada y que les habían dejado inconscientes por su propio bien, para que fuera ajeno a la locura.
Por lo visto, Marcos y él habían discutido acerca de lo de la espada y el primero se había querido alejar del otro. Pero recobró la compostura y fue a donde estaban los demás, para tratar de cernir detalles. Pero dio un respingo, ya que el alienígena había venido con su extravagante velocidad y había empezado a hablar. Por suerte, todos estaban despiertos, y callaron.
- Humanos, he aquí mi planeta, ¡Urania!
Miraron por las ventanas. La nave empezó a cobrar de repente más velocidad, y se paró a unos ciento cincuenta metros del suelo, pero llevada por la inercia, bajó hasta posarse suavemente, para alivio de todos. Ante ellos se veía un paisaje elogiado por la belleza de sus decoraciones, las cuales, desde y hasta donde veían, se extendían por todo ese paisaje. Y lo raro era que todas las decoraciones estaban hechas de uranio.
- ¿De dónde has sacado tal cantidad de uranio? - preguntó Pelayo.
- Como se nota tu falta de alimento, porque cada vez haces preguntas más incoherentes. Veréis, esta es solo una diminuta parte de todas mis reservas de uranio. Ya que en mis casi veinte mil millones de años de vida he podido hacer muchas cosas.
Le miraron, tratando de ver en su cara algún signo de que fuera una mentira, pero en su cara se vislumbraba una seriedad inexpugnable.
- ¿Y no te aburres? - le preguntó, otra vez, Pelayo.
Esta vez los ojos del invasor lo miraban con cierta diversión, como si estuviera jugando con ellos al escondite y se fuera a ir con su nave espacial. Pero lo que dijo no fue lo que esperaban.
- ¿Y tú? ¿Te aburres alguna vez?
Pelayo le miró, boquiabierto. Estaba claro que el alienígena sabía bien donde pinchar a los humanos, por lo que le miró con desconfianza.
- ¿No te irías a creer que erais los primeros, no? Aunque sí sois los primeros niños. Porque cada uno de vosotros, todos los del colegio, tenéis dotes distintos, y que no sabéis ver. Nunca había visto algo así en la raza humana, y menos con niños, por lo que os elegí a vosotros. A los profesores podría haberles tirado ya al espacio, - uno de los mencionados dio un respingo - pero también necesito que trabajen.
Cuando terminó de hablar, fue a las puertas de las celdas y abrió, simplemente, la puerta como hace todo el mundo.
- No entiendo por qué no habéis abierto las puertas y habéis escapado - los demás se sonrojaron -.
- Me imaginaba un sitio mejor para que viviera un alienígena - comentó de pronto Dani - es bastante bonito pero un poco lejos de lo esperado, que quizás pensándolo bien ahora era demasiado.
- No lo entendéis. Esta es la parte más fea de mi planeta, y además yo tengo dos. Este es el secundario: el más feo, el más pequeño, y en el que utilizado apenas un uno por ciento de mi uranio. Este sitio es como llamáis los humanos a las casas de verano, esas que son mucho más pequeñas que la casa donde vivís. Aquí tengo solo un palacete de unos casi diez mil metros cuadrados y en las celdas caben como máximo cinco mil humanos.
Los amigos se miraron asombrados, nunca habían visto nada igual
- ¿Y nos vas a encerrar en las celdas? - preguntó Pelayo.
- Sí. Por lo menos un par de días, hasta que prepare todo y elija que voy a hacer con cada uno de vosotros.
Fueron andando por el planeta, y se dieron cuenta que podían respirar perfectamente.
- Yo no necesito unas partículas determinadas para respirar, - comentó el alienígena - pero vosotros sí, con lo que he recubierto mis planetas con inmensas cantidades de un oxígeno artificial que he inventado yo. Además, esas partículas se clonan cada segundo, con lo que es muy difícil que se acaben. Y si se acabasen, tengo mis propias reservas de las dos cosas.
El planeta parecía un desierto. Las decoraciones brillaban con la luz de una estrella cercana, y formaba extrañas formas de luz que se vislumbraban desde muy lejos.
A las 20:00 h.t. llevaban tres kilómetros andando, y todo el paisaje seguía siendo igual. No había nada que hubiese cambiado respecto al primer o segundo kilómetro de viaje.
- En unas dos horas nos pararemos un poco a tomar un descanso, después continuaremos cuatro horas más y ya ahí os dejaré comer, beber y dormir. Estaré preparando las cosas para cuando dentro de un mes estéis recogiendo uranio y en seis horas os despertaré. Ya en ese momento os comentaré el horario de ese día.
Siguieron andando. El alienígena les pidió que fueran más rápido, con lo que en esas dos horas hicieron cinco kilómetros en vez de tres. Tampoco podían apremiar mucho más el paso, ya que eran demasiados. Pararon apenas cinco minutos y continuaron andando.
Las horas eran interminables, y no podían hablar por no cansarse aún más. Todo el mundo estaba pensando en el momento para comer, beber y dormir.
Y, por si no estuvieran suficientemente cansados, el paisaje era siempre igual, como si estuvieran contando miles y miles de ovejas, idénticas todas entre sí.
A las 0:00 h.t. se empezaron a agobiar. En esas dos horas solo habían andado dos kilómetros y no estaban cumpliendo con las expectativas del alienígena, que ya les amenazaba sin el descanso. Por lo que no flojearon el ritmo, sino todo lo contrario.
Pero a la 1:00 h.t. ya estaban exhaustos. Llevaban tres kilómetros y medio, por lo que el alienígena les dejó un descanso de cinco minutos.
- Venga, un último esfuerzo, que solo queda una hora.
Anduvieron más rápido incluso que antes, animados por el hecho de que faltara tan poco. Porque, al fin y al cabo, solo faltaba una hora en ese viaje de ocho.
Pararon exactamente a las 2:00 h.t., y el alienígena se alegró de que hubieran hecho cuatro kilómetros esa hora.
Les dio comida y bebida suficiente, y media hora después se durmieron todos.
El alienígena empezó a correr a toda velocidad, y en apenas un minuto llegó a su fortaleza. Empezó a construir nuevas máquinas para coger uranio a la medida de cada persona y organizó los horarios y los grupos.
Volvió cinco horas después, a las 7:30, y empezó a pensar en cuánto tardarían en llegar y cuántas horas iban a estar andando por día. Terminó de organizar todo y empezó a despertar a todos.
Al fin y al cabo, ese solo había sido nada más que el principio del viaje.
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Los Amigos y la invasión alienígena
AléatoireSiete amigos se encuentran y deciden formar una pandilla. Pero un día, en un camping, un alienígena secuestra a todos los del colegio. Es un alienígena de tiempos remotos, que quiere organizar una guerra contra los humanos como venganza a algo que h...