CAPÍTULO 8 DOS AMIGOS Y UNA VISIÓN MÁS

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A las 0:00 h.t. les sacó el alienígena de la celda. Todo el colegio se reunió fuera de las celdas, y empezaron a andar por los largos pasillos de la fortaleza.
Pero Los Amigos estaban detrás del todo. Tomás quería tener bien vigilado al alienígena y que no le pudiera hacer nada.
- Entonces, ¿las visiones siempre se cumplen?
- Sí. Si alguien escribiera sobre el destino lo haría mal, pero las visiones muestran fragmentos, grandes o pequeños, de algo que seguro que sucederá. Algunas veces pienso en no dormir, pero lo pienso mejor y caigo en la cuenta de que, aunque las visiones sean malas, sucederán, las vea o no las vea yo.
- Entonces necesitas dormir, al contrario que el invasor.
Tomás asintió.
- Piensa que si no me hiciera falta dormir a vosotros tampoco os haría falta.
Siguieron andando y andando, cosa que les recordó a su interminable viaje.
- Estoy empezando a pensar que nos ha encerrado en otras jaulas distintas, no las mismas que las de las semana pasada - comentó Pelayo.
- Sí, la última vez que estuvimos aquí no estuvimos andando tanto tiempo.
Por el pasillo en el que estaban andando vieron distintos planos.
El primer plano era la fortaleza en la que estaban por fuera.
Después había más de setenta planos sobre cómo sería por dentro la fortaleza. Los innumerables pasillos y habitaciones.
Y había un plano de las celdas. Eran muy pequeñas, porque como eran cinco mil era imposible grabarlas a tamaño real en un din A1.
Y por fin encontraron un plano del despacho. Era gigantesco, más incluso que cien celdas juntas. Era probablemente la mejor estancia del lugar.
Después había algunos planos de las decoraciones exteriores, que no decían gran cosa.
Y, tras varios minutos, encontraron la enorme esfera que habían visto ese mismo día.
Ahí ponía que estaba hecha con uranio. Que su idea original había sido chocar su planeta contra la Tierra, pero como se lo había currado había decidido crear su propio planeta enano.
Se pararon a mirarlo, pero el alienígena les dijo que no se pararan y que fueran más rápido.
Continuaron por varios pasillos más hasta que desembocaron en un gran pasillo. Era un punto de encuentro de los tres pasillos. Y Tomás se enfadó.
- ¿Qué pasa Tomás? - preguntó Isaac.
- Que este era el pasillo por donde fuimos el otro día. Mi ex-amigo nos está dando pistas a todos de lo que va a hacer. Para infundir miedo y dejar de darnos privilegios.
- ¿Qué privilegios? Porque desde el camping yo no he tenido ni uno solo.
- Comer, beber, hacer deporte, descansar...
- Pero eso no vale.
- Ya. Pero si tienes que tener a tus presos en una condición mínima él lo hace de esa forma.
Desde allí no anduvieron mucho, y llegaron a la 1:00 h.t. a la puerta del castillo.
Marcos refunfuñó.                                                               
- Creía que íbamos a llegar a las doce y yo podía hacer por lo menos, algo es algo, dos tercios de mi descanso, pero veo que ni eso puedo tener...
El alienígena dijo que esperaran un momento. Apenas medio minuto más tarde volvió con un camión gigante donde cabían unas mil personas.
Tenía diez pisos. Todo el mundo empezó a subir escaleras corriendo, pero Los Amigos se quedaron en el primer piso, donde ya no había nadie. No había sitios para sentarse, por lo que se sentaron en el suelo y se agarraron como pudieron al camión.
Bajaron dos niños del colegio del piso de arriba.
- Lo siento, es que los pisos de arriba están bastante llenos y queríamos estar en un sitio con menos gente.
Marcos asintió. Les había reconocido, y los otros amigos también. Ellos dos también habían estado excluidos bastante tiempo, pero el primer día no habían ido al colegio.
- ¿Se lo contamos? - susurró Marcos a Tomás.
- Vale, y así ganamos más aliados.
- Más gente para la pandilla.
Los dos compañeros se sentaron al lado suyo.
Triste y feliz, todo a la vez,
a todo el mundo le para los pies.
¡Qué no se cometa ningún atraco!
Pero demasiada amabilidad
¡Se te ha olvidado atarte el zapato!
Y así todo acababa mal.
Estamos hablando de él, Gael.
Gael era un niño que no se había librado de ser excluido. Era demasiado amable con la gente, y la gente no se la correspondía. La amabilidad era su punto fuerte y su débil a la vez. Y no había ayudado que hubiera ayudado a Pablo a derrotar algunas pequeñas bandas. Y por eso nunca se olvidarían... 
Sabia fuente,
dame tu color.
Y si casi se cae el puente,
entrarás en calor.
A la fuente sabia yo no accedo,  
es él, Edu.
Marcos se empeñaba en la música más que en la sabiduría, aunque le gustaba un montón. Pero Edu era al revés. Y al final, de tanto conocimiento intentar tragar, le empezaron a excluir. Y entre burlas y risas, su mundo se acabó...
O no. Porque, un día de su eterna soledad, apareció Gael, preguntándole por un simple pilla pilla. Y se hicieron amigos eternos.
En el camping, estaban ellos solos. El alienígena capturó a todos, pero ellos se escondieron. Pero cuando entraron en la nave no tuvieron más remedio que ir con ellos.
Se pusieron detrás de sus filas, pero el alienígena les descubrió.
- No os he cazado, os habéis cazado a vosotros mismos. Os doy la enhorabuena. Como habéis conseguido escabulliros de mí os daré el sitio de honor.
Mientras que a los otros les instalaban en sus celdas, el alienígena se los llevó a la sala del piloto.
Pulsó una palanca y aparecieron dos sitios extra. Se subieron a ellos. La nave despegó.
Una hora después el alienígena puso el piloto automático. Y fueron con él a mirar si ya no eran zombies los demás.
Los efectos se estaban pasando, pero todavía no había ningún humano completo. Volvieron a la sala del piloto y el invasor les dio comida y bebida.
Una hora después saltó una alarma. El alienígena dijo que habían intentado unos fugarse, pero que no habían resuelto bien las operaciones y quería ir a mirar en qué se habían equivocado.
Un día después el alienígena intentó enseñarles a volar la nave. Les dejo un momento a cargo de la nave y se fue a mirar qué tal estaban sus presos. Pero un meteorito gigante apareció de la nada y los dos amigos se pegaron un susto. Ellos no habían aprendido a manejar ese tipo de situaciones.
Empezaron a pulsar todos los botones, y uno activó un humo con efecto anestesiante. Por suerte, era solo para las celdas. Y el meteorito impactó contra la nave.
Los dos rodaron por el suelo y se dieron en la cabeza, que les dejó inconscientes.
Se despertaron. Hicieron siempre lo mismo durante un par de días. Pero oyeron a alguien gritar en las celdas.
- Llévale esto si es por comida - le dijo Gael al alienígena, mostrando un trozo de pan.
El alienígena asintió, y fue a dar la comida.
Unos días después llegaron a Urania. Hicieron lo mismo que todos el primer día, pero por la noche el alienígena aprovechó que tenía que ir a su base para llevarles a ellos también. Les dejó en una celda.
- Lo siento, pero este es vuestro último gran privilegio, aunque tendréis algunos más. En el trabajo solo os pediré dos séptimos de lo que les voy a pedir a vosotros y os daré dos veces comida y bebida en vez de una. Os acabó de ahorrar mil cuatrocientos kilómetros de viaje. Mientras tanto, se ocupará de vosotros un robot idéntico a mí.
Pasaron veinticuatro días solos en las celdas, hasta que llegaron las demás personas del colegio.
Todos estaban agotados, pero ellos habían descansado mucho. Vieron como tres de los siete amigos entraban en un pasillo secreto, y se propusieron buscar uno. Pero, por más y por más buscar, no encontraron ningún pasadizo secreto.
Unos días después el alienígena se llevó a todos los demás. Después empezó a hablar con ellos.
- Ellos están en el tramo veintisiete, pero a vosotros os voy a asignar una mina en el tramo uno que acaba de quedarse libre. Todas las minas tienen escaleras talladas, porque, aunque no se lo diga a nadie, lo hacen. Tendréis que trabajar diez horas al día, cinco horas con descanso de siete. Eso en vez de nueve con descanso de tres. Y vuestras máquinas de uranio os harán vomitar cada treinta y cinco minutos en vez de cada diez. Os llevo yo.
Hicieron más de cuarenta horas extra y recogieron un montonazo de uranio. El alienígena les felicitó, y se los llevó a las celdas.
Casi veinte horas después vieron que Los Amigos bajaban por una trampilla secreta, y ellos empezaron a buscar otra vez un pasadizo secreto. Pero no encontraron nada.
El alienígena fue a buscarles a todos unas horas después, y se los llevó por los pasillos de la fortaleza. Ellos dos estaban los primeros en la fila.
- Voy a dar un rodeo y enseñaros más pasillos increíbles míos.
A Edu se le ocurrió una idea.
- ¿Tienes algún pasillo con planos? Es que me encantan.
Y el alienígena les llevó a todos al pasillo de los planos.
Después llegaron a la entrada, y cogieron el autobús. El alienígena les dijo que si querían hueco que se quedaran en el primer piso. Pero subieron para bajar a propósito. Y así sabían que piso era el que estaba más vacío.
Bajaron al primero, y no se sorprendieron de que estuvieran allí.
- Esa es nuestra historia - concluyó Edu.
- Y creo que debéis saber que hemos oído el secreto de Tomás - confesó Gael.
- Y que por eso fuimos por el pasillo de los planos, para que los vierais y os hicierais una idea de lo que iba a pasar.
- Aunque nosotros tampoco lo supiéramos.
- Entonces todo lo que no ha cuadrado desde el nueve de septiembre ha sido por vosotros.
Edu y Gael asintieron. Y Tomás contó la historia de Los Amigos.
- Por cierto - dijo Gael - el alienígena nos ha dicho que si la semana que viene lo hacemos igual de bien nos ascenderá a Tiburia. Literalmente.
Tomás le miró sin comprender.
- Porque a Tiburia solo se puede ir por una especie de ascensor que se encuentra en... el despacho del alienígena.
Tomás se sobresaltó.
- ¡No, no! ¡Visiones no...!
Se encontraba con siete amigos y uno anterior en otro planeta. Celebraban algo.
En el otro extremo del planeta una luz roja se encendió. Se hizo grande y cobró la forma de un agujero.
Mientras ellos seguían celebrando, el agujero se iba acercando a ellos. Y empezó a tragarse todo a su paso.
Intentaron huir, pero la succión del agujero era demasiado poderosa. Se dieron todos la mano, para intentar huir. Pero dos amigos se resbalaron y el agujero les atrapó. Los otros, instantáneamente, se teletransportaron.
Leyeron en un libro que era un agujero creado por un dios. Y que los que entraban desaparecían para siempre...
Se despertó llegando a la mina. Se despidieron de los dos amigos y se fueron a trabajar.
- ¿Qué visión has tenido esta vez? - preguntaron Los Amigos a Tomás.
- Una visión... que cambiará nuestras vidas por completo en el futuro.

Los Amigos y la invasión alienígenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora