Sus movimientos eran ágiles y seguros, exudantes de una precisión difícil de desestimar, aunque sus manos estuvieran realizando la mundana tarea de manipular unos cuchillos de cocina. Todo era una directa secuela de haber blandido básicamente toda su vida una espada de largura impresionante, además de literalmente crecer rodeado de armas con filo; ya que en el dojo de la abuela, ese era un arte que se enseñaba. Las armas grandes o largas nunca eran fáciles de usar, siempre exigían más de todo, su balota se lo demostró.
Con facilidad, cortó la última fresa por la mitad y la dejó con las otras que descansaban dentro de un pocillo de vidrio encima de la rectangular bandeja barnizada en el mostrador. Con un rápido vistazo, analizó por novena vez el contenido en la pieza de madera: las frutillas yacían partidas y sin hojas en su hogar transparente; a la izquierda de estas, otro envase del mismo material acogía pequeños cubos de sandía; seguidamente, a la derecha estaban las rodajas de plátano; y por último, la jarra con agua y un par de vasos a su costado. Realmente, ser propietario de una visión tan aguda le daba increíbles ventajas, como saber si un alimento estaba en buen o mal estado con rapidez, además de darle una ayuda en el tema estético, algo que su chico lo supera con creces.
--Bien--se susurró a sí mismo mientras lavaba los utensilios que ocupó, para después, dejarlos encima del escurridor en el fregadero para que se secaran.
Se lavó las manos y las secó con un paño que dejó colgado en la asa del horno. Con cuidado tomó de las asas la bandeja con el desayuno y, sin permitir la caída de nada, se encaminó hacía el dormitorio.
Una parte de su cerebro ya fabricaba el larguísimo sermón que le daría al joven que aguardaba por él en la cama, con un parche de gel frío sin adhesivo en la frente y unas pocas pastillas dentro de su ser trabajando en aminorar el dolor. Pues todo esto se podría haber evitado si tan solo su hermoso novio no hubiera consumido cafeína durante la noche.
Bueno, si lo repasaba detenidamente, tampoco era como si su chico hubiera tomado ese café durante la noche por mero capricho, al fin y al cabo, el rey les había encargado un importante trabajo que les tomó horas terminar, alcanzaron la madrugada sin poder evitarlo y el cansancio ya hacía mella en los dos. Tokikaze recurrió al café y Licht sólo maldijo cuando no pudo impedirlo.
Se juró a sí mismo qué al salir de este problema le diría a Jail que tanto él como el amor de su vida, necesitaban unas merecidas vacaciones.
Cuando llegó a la iluminada habitación lo primero que avistó fue a su pareja acostada bajo las suaves sábanas, realmente deseaba que él hubiera podido dormir un poco mientras le preparaba el desayuno más saludable que se le ocurrió. Con sigilo, cruzó el umbral de la puerta y avanzó hasta alcanzar una de las mesas de cama ubicadas en los costados del lecho, dejó cuidadosamente la bandeja encima de la del lado derecho, la que estaba más cerca de su novio.
--Llegaste--reconoció Sakai ya despierto.
--Lo siento, te desperté.
--No te preocupes--le sonrió--Ya estaba despierto desde hace unos minutos antes de tu llegada.
--¿Pudiste dormir un poco?
--Sí--afirmó para luego mirar la mesa--Lo admito, las mesas son útiles.
--Te dije que serían nuestra mejor inversión.
Las bonitas mesas para cama que compraron hace meses eran muy similares a las del pasado, con un fierro doblado que conectaba el pedazo de madera con el soporte inferior de cuatro patas. Incluso era posible ajustar la altura y girar la mesa sin tener la necesidad de acomodar toda la estructura.
--Pero aún quieres conseguir la mesa móvil que se ubica a los pies de la cama--adivinó el samurai.
--Culpable--sonrió.
Tokikaze rió ligeramente por la respuesta.
--Supongo que soy el menos indicado para criticar tu deseo de acumular mesas--expresó refiriéndose a su propia manía de conservar todo.
--Entre acumuladores nos entendemos.
Licht ayudó a su novio a adoptar una postura más erguida en la cama, colocó unas pocas almohadas entre la espalda de su chico y la cabecera para que no fuera incómodo. Tokikaze mantuvo presionado el parche contra su frente suavemente, su posición actual no era completamente recta, por ello, que el gélido parche se le cayera era poco probable, pero no imposible. Para impedir que eso sucediera, lo acomodó contra su piel lo mejor que pudo.
El Flash Baron acercó la mesa para cama al joven de ojos azules ayudándose de las ruedas puestas en las bases de las patas. Una vez todo listo, el As de golpes intermitentes se acostó al lado de su novio, haciendo su propia barrera de almohadas contra la cabecera. Realmente tenían muchas de ellas.
--Gracias--le sonrió cariñosamente Sakai mientras tomaba su mano.
--Lo que sea por ti--atrajo la mano que envolvía la suya y besó el dorso de esta. Sin duda, disfrutó ser testigo de ese hermoso rubor que tiñó ligeramente las mejillas de su amado, lucía tan adorable--Pero, cielo mío, del regaño no te salvas.
--Pero fue por un bien mayor--se quejó al instante el teniente coronel.
--No me convences con eso. Te dí un montón de opciones...
--¿Dejarte todo el trabajo a ti para que yo pudiera descansar? No lo acepto, eso sí merece un regaño.
--Bien, quizás esa no era tan buena...--cedió Licht con facilidad--Pero las otras sí.
--Ajá--murmuró a la par que, con la ayuda de un tenedor, se echaba un cubo de sandía a la boca.
El coronel general sonrió jocundamente al tiempo que se acercó más al ex gobernante del abismo, en respuesta, este se apoyó contra su cuerpo, dejando el costado izquierdo de su cabeza presionado con ligereza contra su hombro. Con su zurda, el héroe, evitó la caída del parche por el movimiento y con ternura ejerció una sutil presión.
--¿Todavía te duele?--preguntó mirando como su chico cerraba brevemente sus ojos para disfrutar del frío alivio.
--El dolor disminuyó, pero todavía siento algunas punzadas molestas--respondió en un susurro.
Con cuidado, el ex gobernante de la tierra muerta sacó la mitad de una frutilla del pocillo de vidrio y la degustó, disfrutando como la gentil calidez de ser cuidado por quien más adoraba inundaba su pecho.
--¿Quieres otra pastilla?
--No es necesario, el dolor es soportable.
--Si es demasiado, avísame. No te lo guardes.
--Lo prometo--le juró mientras sacaba otra mitad de fresa y se la ofrecía al otro--De hecho, ahora que estás aquí me siento mucho mejor--la ternura floreció cuando lo vio aceptar el pedazo de fruta.
El líder de los Ases le plantó un suave beso en la cabeza a su chico.
--Te amo, aunque a veces no me hagas caso con la cafeína--le susurró contra sus cabellos de ébano.
--Y yo te amo, aunque a veces seas exasperante.
Licht soltó una risa y afianzó su agarre en la mano de su pareja, disfrutó de la calidez entre sus dedos y sonrió cuando su apretón fue correspondido con otro. Decidió postergar su sermón hasta que Sakai se sienta mejor, pero de que lo iba a decir, lo iba a decir.
ESTÁS LEYENDO
Sentimientos Vetustos
FanfictionEn un momento indeterminado un sentimiento nació, y perduró ante juicios y batallas que destrozarían hasta al más fuerte. Este inusual sentimiento provocó un sin fin de situaciones que evidencian su verdad. Múltiples historias sobre una pareja que m...