Una gota de alcohol por cada lágrima.

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Reprime una mueca de disgusto y dolor cuando el líquido viaja por su garganta, quema y deja como vestigio un regusto amargo en su paladar, el sorbo es moderado por la indecisión sobre continuar con la idea o simplemente verter el contenido del vaso en el lavabo para que sea engullido por el desagüe y así desechar su plan, no sería la primera vez que lo hace. Tampoco sería la primera vez en desoír el reclamo de su cuerpo y darle vía libre al licor para que embote sus sentidos y anule la razón, solo por un corto período, uno que le brinde un escape del problema que él mismo causó, porque su corazón se niega a escuchar razones. 

Por algún motivo, el primer sorbo siempre le deja un mal sabor en la boca, quizá sea un reproche de su cuerpo por introducir súbitamente el alcohol en su dieta. Conforme pasa el tiempo el desagradable regusto es reemplazado por un seductor sabor que le invita a beber más y más, lo que es de esperarse por la reputación que tiene el alcohol. De reojo se fija en la botella al lado del lavabo, alta y delgada, con tonos oscuros que reflejan la luz artificial de las ampolletas y con el corcho adornando la boca, pese haber sido abierta todavía luce como si su adquisición hubiera sido reciente, el contenido no ha bajado de forma notable, solo un pequeño vaso es lo que ha sacado. 

La bebida alcohólica fue un regalo de Nana, uno de tantos otros. Es un tanto patético usar el regalo de su amiga (casi hermana menor) para escapar de su realidad como un vil cobarde, sabe que algún día sus huidas deberán parar, sabe que su refugio no es sano y roza lo inaceptable, sabe que solo se hace bastante daño al mostrar un comportamiento que oscila entre la pusilanimidad y la destructora desesperanza al comprender que su anhelo nunca podrá habitar en el mundo real. Se rindió antes de pelear, pero no quiere obligar a nadie a cargar con los sentimientos que él mismo desarrolló. 

El fugaz pensamiento de que posiblemente está haciendo lo mismo que Nana ataca su mente, ¿O acaso ella no escondía su sufrimiento sin importar cuánto le pese? Cuando se tiene un problema de esta magnitud ahogar sus responsabilidades en el dulce licor no es tan malo. Frunce ligeramente el ceño ante aquella sorpresiva cadena de dolorosas conclusiones, no tiene ningún derecho para decir lo que su amiga siente teniendo tan pocas bases para ello, fácilmente la verdad podría ser que a la fémina le encanta beber alcohol y por eso lo toma, simple y llano, sin ningún trasfondo emocional. 

Con una exhalación de por medio deja el pequeño vaso frente a la botella, el contraste de colores es sobresaliente en su atildado mostrador con diseño de mármol blanco, algo que fue escogido por la actual reina, y contra su orden nada podía hacer. 

Decide empujar sus conjeturas sobre la esposa del rey a un rincón de su mente, con la esperanza de no caer en su habitual ciclo de autocrítica que sin duda empeorará su noche, ya tiene suficiente con el problema que le hace beber cuando puede. 

Sopesa brevemente su siguiente acción, se siente mal el considerar desperdiciar un regalo de Nana, pero el deseo que le impulsó a abrir el licor se ha desvanecido abruptamente, la mera idea de tomar aunque sea una gota del líquido se ve nublada por sus crecientes dudas. Su salud peligra después de todo, ya no es invencible. Traga sintiendo el leve sabor amargoso de la bebida y posa ambas manos en el borde del lavabo, la ausencia de sus guantes negros hace que perciba perfectamente el frío del metal en sus palmas al igual que la sutil humedad del agua que ha botado la llave con anterioridad. Su mirada oscura se fija en el paisaje que le da la ventana sobre el lavabo, las penumbras tomaron el mundo durante la noche y las estrellas dominan la bóveda celeste con su belleza etérea, puede ver el polvo de la vía láctea colorear el plano estelar dejando una estela majestuosa, ve el cielo en todo su esplendor, sin las molestas interferencias de las luces artificiales. 

La vista le regresa un poco de la calma perdida y le permite reordenar su mente, quizá deba pasar su improvisada velada con un plan menos nocivo que el original, podría consumir solo un poco de licor y acompañarlo con unos bocadillos como lo harían las personas normales, escuchar música o incluso ver una película o serie al azar, lo que es posible por el rápido avance tecnológico luego de la guerra. 

Sentimientos VetustosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora