A medida que caía la noche de invierno en Nueva York, las calles se iluminaban con luces brillantes, el aire fresco y nítido tenía un toque de nostalgia. La nieve cubría los edificios y las aceras, transformando la ciudad en un paisaje blanco y sereno. Los ruidos del tráfico se mezclaban con el murmullo de las conversaciones en los cafés y restaurantes, donde las personas se reunían para disfrutar de comidas reconfortantes. En algunas esquinas, los vendedores ambulantes ofrecían castañas asadas y otros bocados calientes que llenaban el aire con aromas tentadores.
Central Park se había convertido en un lugar idílico, con caminos cubiertos de nieve donde la gente paseaba abrigada; algunos incluso se deslizaban en trineos. Las luces en los árboles y las decoraciones navideñas en las tiendas le daban un toque festivo a la atmósfera. Mientras que, los famosos rascacielos de la ciudad, como el Empire State Building y el Chrysler Building, brillaban con su esplendor, creando un telón de fondo impresionante.
La casa que otro tiempo había rebosado de vida y risas, se encontraba callada y triste. Habían pasado ya tres meses. Tres infernales meses desde que se había ido. Lo había dejado solo sentado esperando en aquel sofá en el que habían compartido tantos momentos inolvidables. Como cuando Carly había recibido su primer cambio de pañal en esa casa y accidentalmente habían terminado ensuciando la alfombra. O aquella vez que en el preescolar le habían pedido a Joaquín que dibujara a su mamá y él había dibujado tanto a Carol como a Bucky. Las paredes de esa casa escondían aún su sombra llegando del supermercado con comida para Fígaro y Alpine, los gatos que ambos recogieron una noche de tormenta hacía ya cinco años.
Escuchó la puerta entreabrirse y sonrió acariciando a sus mascotas que maullaron justo cuando en la sala entró un joven Nathaniel de veinte años de estatura promedio, con un físico atlético y una postura que reflejaba la disciplina inculcada por sus padres. Su cabello castaño oscuro estaba siempre bien peinado, y sus ojos verdes eran intensos, llenos de una curiosidad insaciable y una profunda determinación. Su “mini Sam”, como solia llamarlo por su parecido con su abuelo Desde pequeño, Nate había sido el producto de dos mundos distintos: la pasión de su madre por el tiro con arco y la precisión, y el amor de su padre por el vuelo y la tecnología, herencia de Sam. Poseedor de una destreza impresionante en diversas disciplinas deportivas, especialmente en tiro con arco y atletismo, habilidades que ha perfeccionado bajo la estricta supervisión de su madre. En su tiempo libre, Nate trabajaba en un pequeño taller de robótica en la parte trasera de la casa de Sam y Bucky, un lugar donde podía desconectarse del mundo y concentrarse en sus inventos.
Aunque ni Sam ni Bucky jamás habían tenido preferencia por ninguno de sus nietos, Nathaniel siempre había sido el más cercano a ellos. Siendo un niño, solía suplicar por el permiso de sus padres para que lo dejaran pasar las tardes después de clase en casa de sus abuelos, y ni qué decir de los veranos. Amaba la disciplina casi militar de abuelos, y cuando su tío Steve los visitaba para contar historias de sus años de juventud
- hola abuelo – dijo entrando con unas bolsas – traje el queso que te gusta
- No me quejo del queso, pero me gustaría que también trajeras una novia o novio – dijo Bucky mientras los gatos se levantaban para inspeccionar mejor
- Soy muy joven aún – dijo el moreno – déjame disfrutar la vida
- Podrías disfrutarla con Riri – dijo Bucky como no queriendo darle importancia, pero sintió la mirada penetrante del chico – tienen mucho en común
- Creo que quieres más a Riri como nieta que a mi – dijo haciendo un puchero mientras dejaba las bolsas en la cocina
- Mas no – dijo Bucky poniéndose de pie con esfuerzo –, pero no me puedes negar que es una gran candidata para ser mi nieta política
- Tú ves en todas las chicas una gran candidata para ser tu nieta política – dijo guardando las compras en la alacena
- ¿Y eso no te ayuda a decidirte a hablarle a alguien y cerrar el trato? - dijo Bucky sonriendo
- Eres imposible, abuelo – dijo sonriendo mientras negaba con la cabeza
- ¡Y tú te pareces tanto a él! - dijo Bucky mientras se le quebraba la voz
- También lo extraño - dijo sentándose a su lado
- Tu abuelo fue el gran amor de mi vida - dijo acariciándole el cabello mientras una lágrima se le escapaba
- Ósea que ya no lo es – dijo Nathaniel
- Ese tarado siempre será mi gran amor – dijo Bucky con una sonrisa
- ¿tienes hambre? - pregunto el chico – puedo preparar algo rápido
- No – dijo Bucky bostezando – solo tengo algo de sueño
- Tienes sueño, pero también como diez mil videos del abuelo Sam – dijo Nathaniel sentándose a su lado y Bucky sonrió – ¿has escuchado sobre los pendrives?
- Crecí en una época diferente a la tuya – dijo Bucky – no me juzgues
- Puedo pasártelos y te será más fácil de ver – dijo Nathaniel revisando las cajas
- La verdad, los prefiero así – dijo – pero tal vez más adelante me anime
- ¿Veremos alguno en especial? - preguntó el chico
- ¿verías uno conmigo? - dijo Bucky ilusionado
- ¿Solo uno? - dijo Nathaniel entrecerrando los ojos – ¿qué ocultas?
- Pon las vacaciones en París – dijo Bucky
- Apenas las recuerdo – dijo Nathaniel
- Pero el abuelo Sam y yo nunca olvidamos cómo lloraste cuando creíste que me iba a comer – dijo Bucky sonriendo mientras lo miraba tiernamente
- Ahora tú no me juzgues a mi – dijo el chico – tenía como cuatro años
- tres recién cumplidos – dijo Bucky entregando una caja
- Mas a mi favor – replicó Nathaniel colocando el video
Reían y comentaban a medida que el video avanzaba. Nathaniel de reojo veía como una que otra lágrima se le escapaba a Bucky cada vez que Sam aparecía en pantalla. Habían sido más de cincuenta años juntos. Viviendo todo de la mano, tanto buenos como malos momentos. Como la emoción de ver a sus hijos graduarse e ir a la universidad, pero también la tristeza de que las visitas ya fuesen a diario. La llegada de los nietos y con ellos nuevamente llantos, pañales y biberones, pero también risas y ocurrencias
Eran cerca de la media noche cuando Nathaniel se despidió en medio de un bostezo. Había tenido parciales esos días y se había estado desvelando. Bucky lo miró y sonrió. “Te pareces tanto a él” dijo junto a un “descansa”. Nathaniel salió de la sala y Bucky tomó el retrato de Sam que estaba sobre una pequeña mesa al lado del sofá. El lugar favorito de Sam. Alpine y Fígaro se acomodaron junto a Bucky quien los acarició de manera distraída volviendo a reproducir un video en el cual el primer rastro que apareció fue el de Sam sonriendo, por lo que él también sonrió
Esa mañana de invierno en Nueva York, el aire estaba helado y las calles cubiertas de una ligera capa de nieve. El sol apenas asomaba entre los edificios altos, proyectando sombras largas y grises. Los transeúntes caminaban rápidamente, envueltos en abrigos gruesos, con bufandas y gorros cubriéndose hasta las orejas. El vapor se elevaba desde las alcantarillas, creando una niebla que se mezclaba con el aliento de la gente.
El ruido de los autos era amortiguado por la nieve, y el crujido de las pisadas sobre el pavimento helado resonaba en la ciudad. Las cafeterías ya estaban llenas de personas buscando un respiro del frío, con las ventanas empañadas por el calor interior. Los vendedores ambulantes vendían café caliente en vasos de cartón, y el aroma del pan recién horneado se mezclaba con el olor de la nieve y el invierno. Los árboles en Central Park, desnudos de hojas, se erguían solitarios, sus ramas recubiertas de escarcha. A pesar del frío, había una quietud en la ciudad, una sensación de calma antes de que comenzara el ajetreo del día. La ciudad, a pesar de todo, nunca perdía su vibrante energía, incluso en las mañanas más frías del invierno.
Nathaniel bajó y no pudo evitar sonreír antes de fruncir el ceño. Otra vez su abuelo se había quedado dormido en el sofá mirando videos caseros, donde como siempre su abuelo Sam era el protagonista, afortunadamente la calefacción estaba activada. Saludo y paso a la cocina para preparar el desayuno. Empezó a sacar cosas del refrigerador mientras le contaba a Bucky que iría a entregar un trabajo, pero estaría de vuelta a tiempo para preparar el almuerzo. Se movía por el lugar moviendo cosas sin descanso hasta que una olla cayó. Se disculpó de inmediato y fue a la sala por si Bucky necesitaba algo. Su abuelo seguía durmiendo en la misma posición con una sonrisa en los labios y el retrato de su compañero de vida entre las manos
- Abuelo – dijo acercándose preocupado ya que el hombre siempre había sido de sueño ligero – abu... abuelo Bucky. No por favor – suplicó con la voz quebrada – no me dejes. Te necesito... ¿qué voy a hacer sin ti? Ya se fue el abuelo Sam. No me dejes tú también – y tomo la mano del hombre entre las suyas mientras el portarretrato caía sin que nadie lo impidiese haciéndose pedazos el vidrio – por favor, no te vayas. Abuelo Bucky – la cabeza del anciano se deslizó quedar sobre su hombro – abuelo – susurró antes de besarlas, las cuales se empezaban a enfriar, y sin poderlo evitar lloró abiertamente como hacía años no lloraba. Se había ido una de las más importantes de su vida.
Escucho la puerta abrirse. Escucho los pasos presurosos y los llantos. Sintió las manos suaves envolverlo, pero él luchó para que no lo separasen del cuerpo. No se quería quedar solo. No quería vivir en un mundo sin sus abuelos.
El tiempo se detuvo. El mundo dejó de girar. Algo pesado se instaló en su pecho mientras volvía a usar el traje negro que se había colocado hacia solo tres meses, cuando le había dicho adiós a su abuelo Sam una mañana de otoño. Solo que aquella vez su abuelo Bucky le había dicho que todo estaría bien. Pero nada volvió a estar bien. Nada volvería a estar bien jamás. Sus lágrimas ya no caían, pero tampoco salían sus palabras. Su pecho dolía, costaba respirar. No era justo ¿por qué la gente buena se iba? ¿por qué él se debía quedar atrás? En silencio vio el féretro descender y no pudo evitar mirar hacia un lado. Allí, a tan solo unos pasos y bajo metros de tierra, descansaba su abuelo Sam. Sabía que para Bucky la vida se había vuelto una tortura desde que a Sam lo habían internado unos días antes de fallecer por complicaciones respiratorias. Lo había visto perder su chispa de vida por no tener ya a su compañero. ¿pero por que debía irse casi inmediatamente?
- De verdad lo siento – dijo su hermano Elijah
- Mi sentido pésame – le dijo su prima Gwen abrazándolo
- Ven aquí, mi niño - le dijo tía Kate y lo abrazo besándole el cabello
- Nathan – dijo su tío Joaquín – estamos aquí. Si necesitas algo...
- Entiendo tu dolor – le dijo su abuela Carol
- Quiero estar solo – dijo el chico
- Hijo – dijo Karli
- Vamos a casa – propuso John – comemos algo. Vemos videos de los abuelos
- Es una gran idea – dijo Joaquín
- Quiero estar solo – repito Nathaniel –. Iré a casa de los abuelos
- Nathan – dijo su madre, pero el chico se fue
La familia solo miro en silencio. Era más que evidente que las cosas no estaban nada bien, pero no sabían qué hacer para ayudar al chico. Tal vez si le daban espacio, lograría procesar su dolor. Sin embargo, ese espacio no le hizo nada bien. Nathaniel se aisló de todo y de todos. Se mudó definitivamente a la casa que había sido de Sam y Bucky. No contestaba el teléfono ni iba a ver a sus padres. Cuando su hermano y primos iban a verlo él se encerraba en su habitación, casi no habla con sus tíos evadiendo cualquier contacto con su familia
Ya habían pasado quince días desde el entierro de Bucky, quince días en los que nada era igual. Ese día Nathaniel había salido a comprar algunas cosas que le hacían falta. Solo demoró quince minutos, pero cuando lo hizo su molestia apareció. Estacionados en la puerta de la casa estaban los autos de su familia. Pensó en darse la vuelta e irse, pero recordó que su madre había ido el día anterior con su abuela y su prima Gwen. Le habían dicho algo y él solo había gruñido un “está bien” y se había ido a su habitación.
Entró, asintió a los presentes e iba enfilar hacia su recamara. No podía decirles que se fueran, aunque se muriera de ganas. A pesar de todo, ahora la casa era de su madre y su tío Joaquín
- ¿Cómo has estado? - pregunto Karli abrazándolo
- Bien – dijo sin pensar mucho – Debo terminar un trabajo
- Siéntate – le pidió su padre – tenemos que hablar
- ¿de qué? - dijo de forma cortante
- De ti – dijo John
- Estoy bien – dijo Nathaniel – enserio
- Nathaniel, no nos has visitado – dijo su abuela Carol
- He tenido trabajo – dijo el chico
- Ni una llamada – dijo su abuelo Adam
- Nos preocupas – dijo Miles
- Dije que estoy bien – dijo perdiendo un poco la paciencia
- Tampoco has llorado debidamente a tu abuelo - dijo John
- Pues yo tampoco los vi muy afectados a ustedes – dijo Nathaniel alzando la voz
- No grites – le advirtió su padre
- ¿Qué es lo que realmente quieren? - dijo Nathaniel
- Ayudarte – dijo Gwen
- No necesito ayuda de nadie - dijo Nathaniel
- Entonces no tendrás ningún problema con que la casa se venda – dijo Joaquín con voz calmada
- ¿que? - preguntó Nathaniel sorprendido poniéndose de pie mientras miraba a todos sorprendido
- Hijo, siéntate – dijo John
- ¡Esta casa es de mis abuelos! – dijo Nathaniel desesperado
- Los abuelos ya no están – dijo Miles
- ¡Es su casa! - grito el moreno
- Fue la última voluntad de mis papás - dijo Joaquín con voz firme
- no te creo – dijo el chico
- Quería que ese dinero se empleara en la educación de sus cuatro nietos sin preferencias – dijo Joaquín mirando a los chicos – y así se hará. Quería que ese dinero te sirviera para mejorar tu taller en un lugar propio
- Podemos conseguirlo de otra manera - dijo mirando a sus primos y a su hermano
- Aunque el dinero se destinará íntegra a su educación – dijo Carly – los dueños ahora somos tu tío y yo. Y vamos a cumplir su última voluntad
- ¿Me darán al menos unos días para buscar donde irme? - pregunto conteniendo sus lágrimas
- De hecho, el tiempo dependerá de ti – dijo su madre por lo que no pudo evitar mirarlos sorprendido – Venderemos la casa, pero no aún – dijo Carly - lo haremos cuando todos estemos listos como familia para dar ese paso
- Fue lo que los abuelos nos enseñaron - dijo su padre y sonrió
- Te podrás quedar en la casa hasta que llegue ese momento – dijo Joaquín – pero hay ciertas exigencias que te haremos. Y no son negociables
- Pagaré el alquiler – dijo Nathaniel emocionado
- No tienes que pagar nada. Es tu casa, idiota – dijo Elijha riendo junto con los demás
- No le hables así a tu hermano – dijo Karli
- La condición innegociable – dijo Joaquín - es que debes ir a terapia con un especialista que te ayude a superar tu duelo
- Pero... no es necesario – dijo el chico mirándolos a todos – estoy bien
- Dije innegociable – corto su tío de manera tajante
- Nos importas, y mucho – dijo su tía Kate
- Otra condición, es que tu hermano y tu primo vivirán aquí contigo – dijo su padre
- No moveremos nada – dijo Elijah – lo prometemos
- Será divertido – dijo Miles entusiasta
- También queremos que nos visites – dijo su abuela Carol – te extrañamos
- No estás solo, ni en esto, ni en nada – dijo Gwen
- Somos tú familia y te amamos – dijo Karli sentándose a su lado y abrazándolo
- Mi niño - dijo John – déjalo salir
- Te sentirás mejor – dijo Carol –. ellos querrían que estes bien
- Llora – dijo Karli con la voz quebrada – te prometo que todo estará bien
- ¿por qué se fueron? ¿por qué me dejaron solo? - dijo en un grito ahogado contra el pecho de su madre – ¡me hacen falta!
- Así mi niño - dijo su madre y le beso el cabello – todo estará bien. Lo prometo – y Gwen se unió al abrazo. Sabían que pasaría mucho antes de que dejase de doler, y tal vez nunca lo haría. Pero estaban juntos, y por ahora, eso era todo lo que importaba
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El 14 de julio en Nueva York había sido un día de calor intenso, típico del verano. En el cementerio, la luz del sol se filtraba entre las ramas de los viejos robles, proyectando sombras alargadas sobre las lápidas que parecían brillar bajo el peso de los años. El aire estaba cargado de esa mezcla de tierra húmeda y flores secas, un aroma que siempre impregnaba este lugar. Aunque la ciudad seguía su ritmo frenético a lo lejos, allí dentro, entre las tumbas, reinaba una paz casi sobrecogedora. Algunas flores marchitas y velas consumidas marcaban los lugares donde, no hacía mucho, alguien había dejado un tributo silencioso. El césped había sido recién cortado, y los sonidos de la maquinaria se habían desvanecido horas antes, dejando el ambiente envuelto en un silencio profundo, roto solo por el suave crujido de las hojas bajo los pasos de algún visitante solitario.
En la distancia, se podía escuchar débilmente el murmullo del tráfico de la ciudad, pero parecía pertenecer a otro mundo. Las lápidas, algunas ya desgastadas por el tiempo, llevaban inscripciones que contaban historias de vidas pasadas. Ese día, las nubes habían comenzado a formarse hacia la tarde, descubriendo el cielo con un velo gris, aunque no lo suficiente como para apagar del todo el calor sofocante.
Había sido un día más en ese cementerio, donde la vida continuaba su curso en el mundo exterior, pero donde el tiempo parecía haberse detenido entre las tumbas, dejándolas en un silencio que solo los vivos interrumpían brevemente antes de volver a la ciudad.
Sus pasos eran seguros, amortiguados por el césped. En sus manos llevaba dos ramos de claveles rojos. Sus favoritos. Saludo con la cabeza a los presentes y miro las lápidas que tenía en frente. Se arrodilló en medio de ambas y colocó un ramo al lado de cada una “Sam Wilson” decía la de la derecha y “James ´Bucky´ Wilson” estaba inscrito en la de la izquierda.
- Un año y aun duele como si este pasando en este momento – dijo Nathaniel con la voz quebrada – pero sé que estaré bien – mirando a toda su familia que sonrío –. Las terapias me están ayudando mucho. Es difícil hablar de... pero lo estoy consiguiendo - y dejó escapar el aire que estaba conteniendo, mientras se limpiaba sus lágrimas poniéndose de pie - les tengo un regalo de aniversario, después de todo no se cumplen cincuenta y tres años de matrimonio todos los días. ¿Recuerdan a Riri? Yo sé que el abuelo Bucky sí. Bueno, ya es su nieta política – y todos sonrieron mientras Karli abrazaba a la chica – no ante la ley, pero al menos ya es mi novia. Denme crédito por el avance – y todos rieron – he decidido que es hora de avanzar realmente. Hace tres días me mude a un nuevo lugar. Y desde mañana la casa estará oficialmente en venta. ¡Duele como no tienen idea! – y su voz se quebró – pero era lo que ustedes querían, ahora lo sé y lo respetaré. Ya entendí que no me dijeron adiós, ni mucho menos me abandonaron. Entendí que, aunque no los vea, siguen aquí – y lleva su mano sobre su corazón –, conmigo. Con nosotros, y que nunca se irán, porque nadie lo permitirá. Mientras los recordemos estarán aquí, y les aseguro que jamás los olvidare
- Nadie lo hará – dijo Joaquín – somos una familia gracias a ustedes dos. Feliz aniversario
- Feliz aniversario – dijo Carli con la voz quebrada – los amamos – y uno a uno fueron deseándole felicidades
- Un cuerno. Te robaste al abuelo Bucky, y eso no se quedará así – dijo Carol con la voz quebrada –. Queremos justicia y como sabemos que no lo vas a devolver fácil, vivías acaparando solo porque te casaste con el – Riri miró sorprendida a Nathaniel quien le beso la frente mientras todos reían –, cuando estos niños estén bien nuevamente, voy a ir a robártelo
- Y yo voy a ir con ella, para ayudarle – dijo Adam
- ¡Porque el abuelo Bucky es nuestro – dijeron todos en coro – y no lo compartimos!
Una brisa suave soplo, y Nathaniel casi pudo escuchar las voces de sus abuelos confirmándole que todo estaría bien, pues ellos seguirán a su lado siempre
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Lamento el retraso de casi 24 horas, aunque creo que nadie lo notó. Nadie dijo nada.
Creo que este es el final ideal para su historia. Juntos. En cualquier plano
Anunciarles que quizás me pierda un tiempo, después de todo, hay una tesis que terminar. Pero no se preocupen, tengo pendiente una de T´Challa/ Sam/ Bucky como matrimonio. Sin embargo, antes hare algo XXX en el mundo de Harry Potter. No sé porque, pero me gusta hacerles cosas crueles a esos personajes, que nunca le haría a los de Marvel
Bueno, cuéntenme que les pareció este final.
Los leo
Besitos
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Eternal Avenger
FanfictionCuando Sam y Bucky, dos antiguos amigos de la universidad, se reencuentran en un juego de realidad virtual, sus partidas nocturnas tendrán consecuencias inesperadas que haran que Sam se replantee un par de cosas en su vida * * * Historia basada en e...