Capitulo 4

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Narra Mordecai

Ayer fue un día pesado, pasé todo el día preocupado, ya que a Rigby se le había ocurrido irse sin decir a donde. Había pasado horas buscándolo, estaba cansado así que volví a casa. No mucho después volvió Rigby, él parecía enojado, pero al final arreglamos las cosas, aunque, en realidad, siquiera sin entender el porqué de su enojo repentino.

—Ya todo está bien...

Susurré mirándolo desde mi cama, él aún permanecía dormido, lógico, siendo las seis y cuarto de la mañana, el único despierto era yo. Me quedé mirándolo horas hasta que él se dio la vuelta y abrió levemente los ojos.

—Buenos días.

Pronunció con voz débil, cerrando los ojos de nuevo, seguro por culpa de la luz que entraba por la ventana.

—Buenos días, Mapache.

Volvió a abrir los ojos y me miró.

—Mordecai... —me nombró con el mismo tono que antes—. Te quiero...

¿A qué venía eso tan de repente? Sentí una sensación extraña en mi interior, algo que no había sentido antes, algo que no me había provocado nadie. Era muy raro oír a Rigby decir eso, estaba seguro que era al único que solía decírselo.

—También te quiero.

Respondí con calidez. Era raro el pensar que esas dos palabras me habían provocado algo, pero no tenía que darle mayor importancia, no debía ser nada más que el cariño que me removía en mi interior. Hacía bastante tiempo que no nos lo decíamos. Ambos nos levantamos después de un rato, nos aseamos y bajamos. Aún era temprano así que aprovechamos el tiempo que teníamos antes del reparto de tareas para hacer un desayuno más elaborado, ya nos habíamos hartado de desayunar todos los días cereales.

—¿Qué podemos preparar? —pregunté mirando a Rigby.

—¿Qué tal waffles? —me devolvió la mirada—. Es lo único que se hacer.

Se encogió de hombros, yo asentí sonriendo; era verdad, lo único que él sabía hacer eran waffles, pero por suerte le salían bastante bien. Rigby tomó las cosas para empezar a cocinar mientras yo me entretenía con mi celular.

—Mordecai... ¿podrías ayudarme?

Lo miré, él trataba de alcanzar uno de los bol que estaba en la alacena. Bien, era una escena bastante tierna. Normalmente no pensaba así de él, pero esta vez el pensamiento se instaló en mi cabeza sin que pudiera evitarlo.

—Deberías crecer un poco, Mapache.

Me burlé mientras tomaba el bol y lo ponía sobre la mesada, Rigby me pateó en la rodilla provocándome un dolor agudo, evidentemente irritado por mi comentario.

—¡Idiota! —pronunció poniéndose un delantal.

—Oye, que lindo te ves con eso puesto.

Volvió a patearme en la rodilla provocándome nuevamente el dolor agudo.

—¡Cállate!

Gritó empezando a hacer la mezcla para los waffles. Terminamos de cocinar no mucho después, nos sentamos y desayunamos.

—De verdad te salen bien.

Le sonreí. Fui sincero, después de todo a él le salían demasiado bien los waffles, aunque fuera lo único que supiera cocinar. Podría vivir desayunando esto si Rigby no fuera tan perezoso para hacerlos.

—Gracias.

Poco después levantamos las cosas y, como era correspondiente, lavé lo que habíamos utilizado. Era lo correcto ya que él había cocinado.

No hay tiempo para fingirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora