simplemente quiero conocerte mejor

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Caras familiares ocupaban los asientos de nuestra mesa favorita para comer. Al lado mío estaban Paulo, y Simón, y las otras sillas fueron ocupadas por Leandro y sus amigos. Era difícil escuchar algo con el estruendo sordo que reinaba en el lugar; y el aire acondicionado parecía haberse roto otra vez. El ambiente estaba cargado por el olor a fritura y transpiración, pero por alguna razón todo el mundo parecía tener más energía de la normal.

-Hola, loco -dijo Leandro, saludando a un chico que estaba sentado adelante de mí. Su piel color aceituna y sus ojos chocolate contrastaban con la gorra blanca del equipo de fútbol que tenía puesta-. Te extrañé después del partido del sábado. Me tomé una o seis cervezas por vos -dijo con una sonrisa amplia y blanca.

-Te agradezco el gesto. Voy a llevar a Paulo a comer algo entonces -dijo inclinándose para besar a Paulo en el pelo.

-Estás sentado en mi silla.

El chico se dio la vuelta y vio a Enzo de pie detrás de él, y entonces me miró, sorprendido.

-Ah, ¿es tu novio?

-Ni ahí-dije, negando con la cabeza.

El chico miró a Enzo, que lo miraba fijamente con expectación. Sosa se encogió de hombros y se llevó la bandeja al extremo de la mesa.

Enzo me sonrió cuando se acomodó en el asiento.

-¿Todo bien, bombón?

-¿Qué es eso? -pregunté, incapaz de apartar la mirada de su bandeja. La misteriosa comida de su bandeja parecía hecha de cera.

Enzo se rió y tomó un sorbo de su vaso de agua.

-Las señoras que cocinan me dan miedo. No me voy a poner a criticarlas.

No me pasaron desapercibidas las miradas inquisitivas de las demás personas sentadas a la mesa. El comportamiento de Enzo les picaba la curiosidad, y yo me contuve para no sonreír por ser la persona a la que elegía para sentarse al lado.

-Fa..., después de comer tenemos el parcial-se quejó Paulo.

-¿Estudiaste?-pregunté.

-Dios, no. Estuve toda la noche intentando convencer a mi novio de que no ibas a acostarte con Enzo.

Los jugadores de fútbol que estaban sentados al extremo de nuestra mesa pararon sus risas detestables para escuchar mejor, de manera que llamaron la atención de los demás. Miré a Paulo, pero parecía ajeno a toda responsabilidad y le dio un toquecito a Leandro con el hombro.

-Te está sacando el sueño toda esta situación, ¿no Lean? -preguntó Enzo, lanzando un sobrecito de kétchup a su primo.

Leandro no respondió, pero yo le sonreí a Enzo.

Paulo le frotó la espalda.

-Ya se le va a pasar. Dale tiempo y se va a dar cuenta de que Julián no va a caer en sus chamuyos.

-No estoy chamuyando a nadie -dijo Enzo, con aire de ofensa-.Es mi amigo.

Miré a Leandro.

-Ya te dije. No tenés nada por lo que preocuparte.

Leandro finalmente me miró a los ojos y, al ver mi expresión de sinceridad, se le iluminó un poco la mirada.

-¿Y vos? ¿Estudiaste? -me preguntó Enzo. Fruncí el ceño.

-Por más que me siente a estudiar me cuesta una banda esta materia. Parece que no me entra en la cabeza.

Enzo se levantó.

desastre | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora