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Estoy maldito.

En un eterno resplandor cegador
de lo que pude ser, 
mis llantos se han vuelto alcohol, 
mis penas, cenizas de cigarrillos. 
La vida se me nubla, y sin saber 
cuál es derecha y cuál es izquierda, 
sigo sin comprender a mi madre, 
a mi hermana, a mi padre. 

Sigo maldito, jodiéndome día a día, 
matando mis penas en algo irreal, 
juzgando a aquellos que dicen 
que soy el mal. 

Todo se reduce a una botella de licor 
y una caja de cigarros. 
No los consumo, ellos me consumen, 
y el final, a veces, parece cercano. 
No lo entiendo, pero sé que está llegando. 

Doctor, no deseo saber lo que tengo. 
Psiquiatra, no quiero saber cómo soy o cómo pienso. 
Cardiólogo, si debo morir, dímelo. 

He decepcionado a una generación entera. 
Me recordarán por la mierda que fui en vida, 
sabrán mi nombre como una maldición. 
Sabrán que fui yo, 
aquel joven de 20 años que estrelló su vida 
y nunca se levantó. 

Aquel chico de cabello verde, 
que ahora es solo una burla ante los demás. 

El que quería un mundo mejor 
y terminó maldiciendo su mundo interior. 

Lo jodió.

SOMBRAS ETERNASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora