19

2 1 0
                                    


Como un sueño parisino, distante y efímero,
consumido en bocados de oxígeno medicinal.

Marca las 6:00 a.m., hora de hacer la cama.

Un dolor punzante recorre mi cerebro;
cada tejido viscoso y podrido se siente vívido,
como la pluma del ave que dejó de volar.
La ira ya no es una emoción,
se desvaneció; la mano de Imhotep entra en mi cerebro,
Hipócrates acaricia y suavemente introduce sus dedos entre mis pensamientos,
Avicena lo confirma.

Esta es tu vida, debes aceptarla, cariño.

Movimientos incoherentes, palabras difusas;
todo pasa en un reino fantasmal.

Árboles que tienen La Sombra.

Invierno se acerca con su cara pálida,
ojeras que vieron noches eternas,
en habitaciones pasmadas de dolor y sufrimiento.

Invierno pide colaborar.

Siempre lleva el mismo traje, blanco que ciega,
horas de trabajo en la perdición absurda.
Contextura medieval. Mirada sin crédito.

Grita a los blancos; cuatro se acercan, todos pálidos.
Intento escapar una vez más,
pero la carrera siempre es tardía; me toman de las extremidades,
y mis sentidos obsoletos expulsan mi perversidad
junto con el desecho humano.

Invierno se acerca lentamente. Cada paso resuena en mi mente.
Nunca olvido esos tacones esmeralda, su estupidez me harta.
Juega a Don Monopolio, lanza sus muñequitos en mi garganta.

¿Habré abierto mi boca?

Es estúpido no recordar.

La demencia me consume, delirios de grandeza aún persisten.
Aún en mi mente, aquellos días en los que Verano era amable.
Pero se convirtió en Invierno.

Una blanca bipolar.

Algo recorre mis venas, inconsciente de lo que sucede.

Fue solo un día más; me levanté, hice la cama, Invierno llegó...
y no recuerdo.



[Un recuerdo adelantado del pasado  futuro]

SOMBRAS ETERNASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora