Ya llega

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Anahí

Desperté con un sobresalto, y un escalofrío recorrió mi espalda. La habitación estaba bañada en una tenue luz grisácea que se filtraba a través de las cortinas. No podía decir si era el amanecer o el atardecer, pero la luz estaba extraña, como si el día hubiera decidido quedarse en un limbo entre ambos.

Los meses pasaron rápido y las molestias habían comenzado hace días, pero esta mañana eran diferentes. Sintiéndome pesada y, a la vez, inquieta. Me incorporé lentamente, apoyando la mano sobre el vientre abultado de casi 6 meses que cargaba con tanto orgullo, pero que a veces me recordaba lo vulnerable que estaba. Mi hijo, o mejor dicho, nuestro hijo, se movía en mi interior, un recordatorio constante de la conexión que compartíamos y de la inminente llegada de una vida nueva.

Un suave golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Era Leif, el hombre que se había convertido en mucho más que simple compañía. Su mirada intensa siempre encontraba la mía, pero hoy la preocupación surcaba su rostro, sus ojos se posaron en mi vientre me hizo sonreír a pesar de la incomodidad.

¿Cómo te sientes? —preguntó, cruzando el umbral

No estoy segura... - dije, intentando utilizar una voz que sonara tranquila - Siento que algo está cambiando.

Se acercó y se agachó a mi nivel, colocando su mano sobre mi abdomen. En ese toque, pude sentir un estremecimiento, como si el pequeño estuviera reconociendo la presencia de su padre, ellos tenían un vínculo inexplicable, como si el amor entre ellos ya hubiera florecido en esas semanas silenciosas. Cerré los ojos por un momento, dejando que ese instante se impregnara en mi memoria. La calidez de su mano sobre mi piel, el suave latido que provenía de mi interior y la conexión palpable en el aire me hicieron sentir que el tiempo se detenía.

- ¿Está bien princesa? - susurró con una mezcla de dulzura y ansiedad - ¿Duele mucho?

Negué con la cabeza, pero la verdad era que todo me dolía. No sólo el cuerpo, sino también el alma, por ese temor que crecía a medida que se acercaba el momento del parto. La luna llena estaba cerca, y su influencia se extendía más allá de las sombras.

Las noches eran mágicas pero aterradoras, y sabía que el cambio en el ambiente afectaría no solo a Leif, sino también a mí. Todo se volvía instintivo; las emociones e impulsos se intensificaban. Suspiré, tratando de mantener la calma.

- Voy a necesitarte - dije, un poco más fuerte de lo que esperaba.

- Siempre estaré aquí - respondió, su voz un suave bálsamo que aliviaba una parte de mi angustia. 

Se acomodó a mi lado en la cama. Podía sentir su calor, esa chispa lobo que lo hacía tan único, me rodeo con su brazo mientras que su otra mano la dejaba sobre mi vientre, apoye mi cabeza en su pecho y respire profundo, amaba a Leif. Los latidos de su corazón resonaban en el silencio, un ritmo constante que me ofrecía una sensación de seguridad, mientras su mano se movía suavemente sobre mi abdomen.

- ¿Estás listo para ser padre? - le pregunté, intentando aliviar la tensión que se sentía en el aire.

- Más que listo - respondió, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nerviosismo. - Nunca he querido algo tanto en mi vida.

Note como su mente se alejaba de este momento y lo vi sonreír, dejo un beso en la coronilla de mi cabeza y me abrazo fuerte.

- Tenemos visita princesa, vamos a desayunar

- ¿Visita? 

- Sí, Kenai y Elara vienen a ver cómo estás —respondió Leif, 

Se incorporó lentamente, ayudándome a levantarme de la cama mientras yo intentaba sacudirme el letargo de la mañana.

A tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora