Pichichi

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La primera semana después de la llamada con Laura fue un torbellino emocional para Clara. A cada entrenamiento, se lanzaba al campo con más intensidad que nunca, tratando de apagar el dolor con cada sprint, con cada golpe al balón. Su cuerpo respondía al ritmo frenético, pero su mente no encontraba paz. La separación seguía ardiendo en su interior como una herida abierta, y esa herida sangraba rabia.

Las noches eran las peores. Clara se despertaba a mitad de la madrugada con el impulso de marcarle a Laura, de escuchar su voz y decirle que lo sentía, que podían intentarlo de nuevo. Pero cada vez que agarraba el teléfono, recordaba sus últimas palabras: "Necesito centrarme en el fútbol." Esas palabras la paralizaban. El dolor se transformó en furia, y la furia se convirtió en un motor que empujaba a Clara a seguir adelante, aunque fuera por pura cabezonería.

Clara llenó sus días de entrenamientos y ejercicio, buscando en el fútbol una forma de canalizar su frustración. En el campo, no se detenía por nada ni por nadie. Luchaba cada balón con una agresividad que no había mostrado antes. No era solo fútbol; era su manera de gritarle al mundo, y a Laura, que ella no iba a ser la que se quedara rota.

Durante un partido amistoso, Clara anotó tres goles en los primeros veinte minutos. Cada gol se sentía como una pequeña venganza, un recordatorio de que no estaba dispuesta a rendirse. Cuando anotó el tercero, su celebración fue explosiva, sus compañeros la rodearon, pero Clara apenas sonrió. Lo único que sentía era la descarga de adrenalina y rabia que corría por sus venas.

Pasaron las semanas, y Clara se convirtió en la estrella del equipo. Con cada partido, su reputación crecía, y las redes empezaban a hablar de la joven delantera que estaba arrasando en la Queens League. "Pichichi" se leía en los post. Clara era imparable, y esa ferocidad que la consumía dentro del campo la estaba convirtiendo en una de las delanteras más temidas de la temporada.

Fuera del campo, Clara seguía luchando con sus emociones. Las primeras dos semanas fueron un infierno; la rabia y la tristeza se mezclaban en su pecho, y la soledad en su pequeño piso la oprimía. Pero con cada entrenamiento, con cada gol, fue encontrando una nueva versión de sí misma. Una versión que no dependía de Laura, una que no necesitaba la validación de nadie.

Una tarde, después de marcar cuatro goles en un partido intenso, Clara se quedó en el campo mientras sus compañeras se retiraban. Observó la red de la portería que tanto había golpeado esa noche, y por primera vez en semanas, sintió algo más que rabia: una chispa de orgullo. Se había prometido a sí misma que no dejaría que la separación la destruyera, y ahora, tres semanas después, estaba cumpliendo esa promesa.

Marta, quien había sido un apoyo constante, se le acercó. "Clara, ¿todo bien? Estás arrasando en la liga."

Clara asintió, secándose el sudor de la frente. "Sí... estoy bien. Mejor que bien, de hecho."

Marta la miró con una sonrisa cómplice. "Sabes, pensé que todo esto te rompería, pero has salido más fuerte."

Clara se quedó en silencio por un momento, asintiendo mientras miraba la red. "Al principio pensé que no podría con todo esto... pero me di cuenta de que puedo usar esta rabia, esta frustración, y convertirla en algo más."

Marta le dio una palmada en la espalda. "Pues sigue así. Eres la jugadora más peligrosa del campo, y eso nadie puede quitártelo."

Clara volvió a su piso esa noche y, por primera vez, no sintió la soledad como un peso. Sentía que había recuperado el control de su vida, que no importaba lo que pasara con Laura, ella iba a salir adelante. Se tumbó en la cama y, al mirar el techo, sonrió levemente. Por mucho que la separación doliera, había aprendido a canalizar ese dolor en algo que la hacía más fuerte.

La Conexión Del CampoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora