Final

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Jimin condujo su vehículo hasta su apartamento, no tenía cabeza para estar en la oficina. Quizás sonará tonto decir que aquel último encuentro lo hubiese afectado tanto, pero era así.


No podía evitar sentirse miserable, porque sabía que había sido su último día con aquel peliverde y lo había arruinado.


¿Por qué se había comportado de manera tan infantil?

El tipo solo se había acercado para hacer su "trabajo".

¿Por qué tuvo que haberle dado un trato especial?


Él había sido contratado para realizar un "servicio", pero allí estaba Jimin, enojado porque aquel peliverde estaba ofreciendo el mismo servicio a otras personas.


Quizás era eso lo que más le dolía, saber que él había sido un cliente más.


¿Cómo se había enamorado en tan poco tiempo de una persona así?


Intento engañarse a sí mismo diciéndose que solo era la falta de "acción" lo que lo había envuelto en esa aura extraña de profunda necesidad por aquel peliverde, cuando la única verdad era, que se había enamorado.


Se había enamorado de alguien que, para subsistir, podía fingir atracción, pasión y deseo.


Se había enamorado de la persona a quien le daba lo mismo decirle "cariño" a él que a veinte personas diferentes.


Se había enamorado de un hombre, con quien, hasta el más pequeño roce, tenía un precio.


Sorbió por su nariz y limpió una lágrima que resbalo fugazmente por su mejilla, mientras se servía su cuarta copa de la noche, bien cargada. Solo quería olvidar y poder continuar con su patética vida gris.


El timbre de su celular retumbó por toda la habitación, y deseó haber nacido sordo, pues sentía que su cabeza explotaba al mínimo ruido.


Se levantó como pudo, sintiendo de inmediato que devolvía el estómago y su cabeza daba vueltas.


---Sí...---contestó apenas en un hilo de voz---...¿quién habla?...---movió su cabeza despacio masajeando su cuello---...que sucede Hanna, si estoy en casa...---hizo una pausa---...no creo estar en condiciones de aten... ¿aló? ¡mierda!...---exclamó al colgar la llamada, tirándose de nuevo en la cama, pero sabiendo que era cuestión de tiempo para que su madrastra llegara a su departamento, se vio en la obligación de levantarse y prepararse para tal inoportuna visita.

Se dio una ligera ducha y luego puso la cafetera para tomar un café muy cargado y amortiguar aquella resaca que lo estaba matando.

El timbre de su apartamento anunció la llegada de su madrastra y a paso lento se dirigió hacia la puerta.


---Buenos días Hanna...---saludó a la dama cuando esta entró.


𝓢𝓸𝓵𝓸 𝓼𝓲 𝓽𝓾 𝓺𝓾𝓲𝓮𝓻𝓮𝓼...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora