Nuevas Amenazas

23 3 13
                                    


La mañana había comenzado con un aire pesado y tenso en la residencia del americano. La luz del sol entraba por las grandes ventanas, pero no lograba disipar el ambiente sombrío que se venía sobre los dos hermanos. Canadá, con el rostro enrojecido y los ojos llenos de lágrimas, se encontraba frente a Estados Unidos, con unas palabras cargadas de reproche.

—¡No puedo creer lo que hiciste, USA! —gritó Canadá, su voz temblando de frustración e impotencia— ¿Cómo pudiste permitir que esto sucediera? México era tu amigo, ¡el chico al que amabas! ¿Y ahora, míralo! ¿Cómo puedes siquiera dormir por las noches?

Estados Unidos, de pie junto a una de las ventanas, miraba hacia afuera con una expresión aparentemente indiferente y vacía. Sus manos estaban apretadas en puños, y aunque intentaba mantener una fachada de calma, por dentro, cada palabra de Canadá se sentía como una bofetada y un gran puñetazo.

— Ya hemos hablado de esto. No es tan simple como lo quieres ver —respondió Estados Unidos, su tono frío, pero su voz traicionaba un leve temblor.

Canadá dio un paso hacia él, señalándolo con un dedo acusador.

—¡No me vengas con eso! ¡Sabes muy bien que lo que pasó fue una venganza! ¡Tu orgullo herido no te dejó ver más allá, y ahora México está sufriendo! ¡Tú mismo lo viste, está demacrado, derrotado! ¿De verdad crees que esto era lo que él merecía?

Estados Unidos apretó los dientes, su mirada fija en algún punto del horizonte. Sabía que Canadá tenía razón, pero no podía permitirse admitirlo, ni siquiera ante su propio hermano.

—No es venganza, Canadá. Es política. Es lo que tenía que hacerse por mi nación... —dijo con voz firme aunque internamente las palabras se sentían huecas.

Canadá soltó una risa amarga, negando con la cabeza no creyendo lo que decía el mayor.

—No me vengas con tus excusas de siempre, USA. Sabes muy bien que lo que hiciste no fue solo por tu país. México confiaba en ti, ¡te necesitaba! Y en lugar de ayudarlo, lo aplastaste. Lo dejaste solo cuando más te necesitaba. ¿Y todo por qué? ¡Por una maldita traición!

Estados Unidos giró su mirada hacia Canadá, sus ojos fríos, pero brillando con una mezcla de dolor y rabia contenida. Para Canadá podría ser una simple maldita traición, pero para él fue todo. Todo lo que necesitó para sentirse destruido y acabado.

—México tomó sus decisiones, y yo tomé las mías. Esto no es un juego. Es la realidad de nuestras posiciones. A veces, tienes que tomar decisiones difíciles, aunque te duelan Canadá.

Canadá hizo un puchero, su expresión de decepción y tristeza evidente.

—Y eso te convierte en un gran líder, ¿verdad? —replicó Canadá con sarcasmo— Un líder que sacrifica a sus amigos por sus propios intereses. Siempre pensé que eras mejor que esto, USA. Sabes que yo siempre te apoyo, y te admiro pero esto... Lo que hiciste no tiene perdón.

Estados Unidos no respondió. Sabía que no podía justificar lo que había hecho, y aunque intentaba convencerse de que había sido lo correcto, la verdad era que la culpa lo carcomía desde dentro.

Se mantuvo en silencio, dejando que Canadá terminara de descargar su furia.

Finalmente, Canadá suspiró agotado por la confrontación. Ya no tenía ganas de seguir hablando con Estados Unidos. Se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando al americano solo con sus pensamientos. Estados Unidos permaneció junto a la ventana, mirando hacia el horizonte con una expresión vacía. Sabía que había perdido mucho más que un aliado; había perdido a alguien importante para él, y esa pérdida lo perseguiría por mucho tiempo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Viaje de Dos Colonias (USAMEX) CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora