La amistad

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Las cartas que cruzaban el Atlántico eran un puente entre dos mundos. Cada palabra escrita era una muestra de cariño y amistad, una manera de mantener vivo el lazo que habían formado. A través de estas cartas, se conocían más profundamente, compartiendo detalles íntimos de sus vidas.

Querido Trece Colonias, espero que estés bien. Quería contarte sobre una fiesta tradicional que celebramos aquí. Ojalá pudieras estar aquí para verla.

Nueva España describía con vívidas palabras los coloridos festivales de su tierra, las danzas tradicionales y los sabores exquisitos de la comida local. Trece Colonias, en respuesta, hablaba de los mercados bulliciosos y las ferias de su región, donde se reunían personas de diferentes lugares para comerciar y celebrar.

En una de sus visitas, Trece Colonias llegó a Nueva España durante la celebración del Día de los Muertos. Las calles estaban decoradas con flores de cempasúchil y altares dedicados a los seres queridos que habían partido. La música y el aroma de la comida llenaban el aire, creando una atmósfera única de alegría y reverencia.

Nueva España guiaba a Trece Colonias a través de las festividades, explicándole el significado de cada ritual y tradición. Trece Colonias, con los ojos bien abiertos, absorbía cada detalle, maravillado por la riqueza cultural de su amigo.

—Este lugar es increíble, Nueva España. Nunca había visto algo así—dijo sonriendo y con dicha.

— Gracias. Me alegra que te guste. Hay tanto que quiero mostrarte.

Nueva España tomó su diestra y lo condujo a un lugar completamente diferente, mucho más alejado. A través de pastizales, plantas y follaje, llegaron a unas enormes pirámides. Trece Colonias ya había visto algunas, pero ninguna tan altas como las que su amigo hispano le mostraba ahora. Nueva España comenzó a subir, mientras Trece lo miraba con duda y un poco de temor ¿Tenían el permiso de subir? se preguntó el angloparlante. 

—¿Qué estás esperando? ¡Sube! Si te cansas yo te puedo cargar, bebé.

A Trece Colonias no le gustó eso en absoluto. Frunció el ceño molesto y decidió subir por su cuenta. Nueva España se burlaba de él por ser más joven y no estaba dispuesto a permitirlo. Con el deseo de demostrar que no era un “niño”, corrió hacia arriba por las empinadas escaleras. Nueva España, preocupado, le pidió que se detuviera y tuviera cuidado, pero fue completamente ignorado por la colonia más joven. Al llegar a la cima, se dejó caer de rodillas sobre el suelo rocoso, luchando por recuperar el aliento. Estaba exhausto; la subida había sido extremadamente agotadora. Al levantar la mirada, sus ojos se encontraron con un pequeño altar. Su decoración era hermosa: las flores de cempasúchil destacaban junto con las velas y el aroma del incienso.

— Esto es...

—Una ofrenda. Es lo que quería mostrarte—se acercó y arrodilló juntando sus manos. Trece Colonias no dejaba de admirarlo en silencio, tenia un mal presentimiento. 

— ¿Es..., acaso? —no terminó de preguntar. Nueva España respondió con un rotundo “Sí“, pero su mirada no conectaba con la de Trece Colonias. Éste, preocupado por su amigo, se sentó a su lado, con la mirada perdida al frente.

— Lo lamento — lo tomó de la mano y tiró de ella. Nueva España lo miró con unos ojos llorosos. Trece le sonrió — A mí me hubiera gustado conocer a los míos —mostrando su blanca sonrisa tratando de aligerar el ambiente.

Nueva España sintió sus mejillas arder. No sabía si eso podría alegrarlo o ponerlo más triste; la confesión de su amigo no era nada fácil de procesar. Pero algo tuvo en cuenta, y es que su amigo trataba de animarlo.

Eso es lindo...

Pensó el de origen azteca. Con seguridad, recostó su cabeza en el hombro del más joven, cerrando los ojos. El aura entre ambos se sentía especial, familiar y llena de afecto.

¿Por qué me siento así cada vez que estoy cerca de Trece Colonias?

Nueva España es tan diferente, pero hay algo en él que me atrae de una manera inexplicable.

Mis dioses ¿Es bueno sentir estás emociones... Por él?

Pensaban cada uno. Los sentimientos que empezaban a florecer entre ellos eran un misterio emocionante y al mismo tiempo aterrador. Ambos sentían una conexión especial, algo que iba más allá de las palabras. Pero el temor a lo desconocido y las expectativas de sus familias les impedían expresarlo abiertamente.

Luego de permanecer un rato más sobre la pirámide, en acuerdo de ambos, decidieron hacer una caminata por un tranquilo campo de maíz, Trece Colonias y Nueva España se detuvieron para contemplar el amanecer ¿Tan rápido amanecería? El cielo se teñía de colores cálidos, y el silencio entre ellos estaba cargado de significado. Sin decir una palabra, ambos sabían que su relación estaba cambiando, y que los sentimientos que albergaban eran más profundos de lo que se atrevían a admitir.

— Es hermoso, ¿verdad?—comentó Trece Colonias.

—Sí, lo es. Me alegra que estés aquí para verlo conmigo.—dijo en un casi susurro. — Espero que nuestras visitas nunca terminen, Trece Colonias.

—Yo también, Nueva España. No hay nada que disfrute más que nuestro tiempo juntos.

Mientras la noche se ocultaba y el sol envolvía el paisaje, Nueva España y Trece Colonias se sentaron en silencio, contemplando la inmensidad del cielo con colores cálidos. En ese momento, ambos comprendieron que su amistad había evolucionado hacia algo más profundo y significativo, algo que desafiaba las distancias y las diferencias entre sus mundos.

No había nada que pudiera salir mal ¿Verdad?

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Fin capítulo 2

El Viaje de Dos Colonias (USAMEX) CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora