Mis vidas pasadas, las que me condenaron

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Mis vidas pasadas me condenaron a donde ahora estoy.
Un anciano en el cuerpo de un joven, es todo lo que soy.
¿Existirá alguien que ame a este ser ofuscado en su miseria,
alguien que se atreva a besar mis labios y me cure de esta cruel difteria?

Aburro a todos, el humor nunca ha sido mi fortaleza.
Todos me miran, aún así siento que tampoco la belleza.
¿Habrá quien comprenda hasta el mínimo detalle de mis poemas introspectivos,
y que al vislumbrar mi rostro, reescriba la costumbre y me califique con el opuesto adjetivo?

No entiendo cuál fue el error que se me condena a pagar,
ni por qué para mí el dolor es sinónimo de amar.
¿Podrá alguien hacerme prescindir de los poemas existencialistas y, en su reemplazo, inspirar los de amor?
¿Pintará alguien el cuadro monocromo de mi vida con colores en fulgor?

De aquellos que te tienen rogándole a una estrella fugaz,
aquellos que ponen tu agnosticismo a tambalear y te hacen a mil y un santos rezar,
aquellos que mueven tu presión arterial de arriba hasta cero,
los que del ajedrez, más que mover las piezas, voltean todo el tablero;
un amor de aquellos, a decir verdad, es todo lo que deseo.

Lo cierto es que envejezco, pierdo el físico cada día.
Mis neuronas mueren y mi mente se vuelve vacía.
En esta sequía, busco quien me haga encontrarle un sentido a las rosas y sus espinas,
Déjame vivir en la ilusión, una flor que esperando ser regada se marchita.

¿Acaso alguien podría amar a este abuelo que carece de alguna gracia,
cuyas vidas pasadas por alguna razón lo condenaron a la desgracia?
Una religión que encuentre paz para este pobre fantasma, esta alma en pena,
que me devuelva el dinero del diezmo y aparte de mi vista las tumbas ajenas.

Alguien soportaría la cadena de este cruel castigo,
por el simple hecho de estar conmigo.
La verdad absoluta sí existe, ésta dicta una vil fantasía, por envenenamiento este perro delira y muere, mas no se lastima.
La copa está media llena y media vacía, no hay nadie quien la beba, como en aquel libro, por mi vida.

Sé que no lo harían, todos quieren divertirse y disfrutar.
Nadie cavaría su propia tumba ni prepararía su propio altar.
La indiferencia ahora se ha convertido en mi pan de cada día,
una vida monótona, y si gustas llámala aburrida, mas prefiero vivir en la hipocresía.

La gente dice que las rosas marchitas aún son bellas,
pero para mí no aplica, no soy como las estrellas.
Por favor, deja caer tus brazos y recíbeme allá arriba donde el dolor ya no existe,
no finjas que no notaste mis heridas, cuando la sangre aún persiste.

Desearía ser tan hermoso como el cielo, poder iluminar.
Todos admirando su grandeza, cual profundidad del mar.
En la putrefacción, todo lo perdí y amor genuino nunca fue digno de sentir,
¿perdonarás mis pecados, como yo los tuyos y de los que me hacen sufrir?

Será que llegará el día en el que salga del capullo,
en el que patito se convierta en cisne digno de barullo.
Apiádate, no dejes a este cachorro pulgoso en una caja morir,
un mamífero que no tuvo un pecho en el que acostarse a dormir.

¿Qué culpa tengo yo de las garrapatas que se han subido a mi lomo,
de toda la mugre que cargo y del agua turbia que, para sobrevivir, tomo?
Supongo que después de todo, eres la razón de cada una de mis desgracias,
mas no te culpo, pues sé bien que mi lugar es ser sólo una más de tus zarandajas.

Tal vez sería mejor resignarme y agradecer que estoy con vida.
Quizá nací para, ante sus sombras, vagar en mi huida.
Debe ser así, porque ¿qué sería sino de la verdadera soledad sin compañía?
¿Qué sería sino de mi existencia renegada y maldita?

Instagram: @brianrojasblrc

POEMAS DE UN ADOLESCENTE SUICIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora