8. Enero

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Es la una y cuarto de la noche y están los dos en el balcón. Han salido a tomar el aire un rato cuando Juanjo le ha pedido a Martin que le acompañe fuera porque si salía solo no resistiría las ganas de fumarse un cigarro.

La Nochevieja está yendo genial, es distinta a todas las que han vivido hasta ahora. Sus amigos se han pasado un buen rato vacilándoles: después de verles besarse se les han tirado encima a gritos de "ya era hora" y "por fin". No han faltado abrazos, silbidos, felicitaciones y demás. En ese salón se ha celebrado más ese beso que el año nuevo.

Y ahora es curioso como sus amigos siguen con la fiesta como si nada cuando para ellos todo su mundo se ha puesto patas arriba y ya nada volverá a ser igual.

Martin está en una nube. Está apoyando casi todo el peso de su cuerpo contra el costado de Juanjo, con su mejilla en su hombro mientras el otro le sujeta fuerte por la cintura, ambos mirando la noche madrileña que tienen delante. Llevan así unos minutos y él cierra los ojos para poder procesar mejor el momento que está viviendo, aún no se cree lo que ha pasado a medianoche y las palabras de Juanjo se siguen repitiendo en su cabeza.

Vuelven las mariposas a su estómago cada vez que recuerda el beso y la cara de Juanjo confesándole que le gustaba. Le pasa el brazo por la espalda para cogerle por la cintura, no quiere dejarle ir nunca. El maño parece pensar lo mismo cuando nota el agarre de su compañero, porque Martin siente cómo aprieta más fuerte la mano que le sujeta.

Es la sensación de pertenecer.

-¿Sigues pensando en fumar? - le pregunta.

-Pues fíjate que ya no. - se ríe y le mira.

-¿En qué piensas ahora, entonces?

-En que quiero volver a besarte.

-Pues hazlo. No tienes que pedir permiso.

Juanjo le arrima aún más a él y sin soltarle la cintura comienza repartir besos por toda su cara. Martin siente que podría explotar de la felicidad que está sintiendo, está seguro que el otro puede notar la gran sonrisa que le provoca sentirse tan querido por él. Otras veces le habría dado vergüenza, incluso miedo, mostrarse tan vulnerable ante alguien, pero esta vez es distinto. Sabe que Juanjo siente lo mismo. Sabe que Juanjo nunca le va a juzgar por esto ni se va a reír de él. Se deja querer hasta que gira a Juanjo hacia él para pegar su torso con el suyo y poder darle besos suaves en la boca, sin prisa, solo porque puede.

Unos toquecitos en el vidrio de la puerta les hacen bajar a la realidad. Es Álex y les mira sonriendo:

-Vamos a brindar, ¿entráis?

Sus amigos han abierto un par de botellas de cava y lo están repartiendo en vasos de plástico. Álvaro es el primero en decir algo:

-Brindo por nuestro último año de carrera.

Bea le suelta una pulla diciéndole que como no espabile no cree que sea el último y todos se ríen.

Ruslana brinda por el grupito que han formado de casualidad, y todos le dan la razón. Chiara promete que este año dejará de ser tan enamoradiza. Álex habla del negocio que acaba de emprender y de cómo está cagado de miedo pero nunca se ha sentido tan libre.

Llega el turno de Martin y lo tiene bastante claro:

-Solo pido que este año sea especial.

Mira a Juanjo y este le devuelve la mirada, porque lo ha entendido perfectamente. Es toda una declaración de intenciones y se une a ella cuando brinda diciendo la felicidad no se encuentra, sino que se busca, y que promete buscarla para él y para sus amigos.

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