Cap. 20

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Al día siguiente, mientras intentaba concentrarme en los trabajos de la universidad, el teléfono empezó a vibrar. Era un mensaje de Thomas. Mi estómago dio un vuelco, ya no sabía si sus mensajes me iban a alegrar o a complicar mi vida más de lo que ya estaba.

"Tenemos que hablar", decía su mensaje.

Genial. Justo lo que necesitaba. Un "tenemos que hablar". Como si todo lo que ya estaba pasando no fuera suficiente, ahora venía con otro de esos momentos incómodos. Le contesté, acordando vernos en el parque cerca de mi casa, el mismo donde él había cantado la otra vez. No pude evitar sentir cómo el recuerdo de aquel momento perfecto ahora se sentía tan lejano, casi como si hubiera ocurrido en otra vida.

Cuando llegué, Thomas ya estaba ahí, sentado en una banca con las manos metidas en los bolsillos, mirando el suelo. Su cabello estaba un poco más largo, despeinado de una manera que me solía parecer sexy, pero hoy solo me generaba más preguntas.

—Hola —dije, acercándome despacio, esperando que no fuera el inicio de una bomba emocional.

—Hola —respondió sin levantar mucho la mirada.

Nos quedamos un par de minutos en silencio, y, finalmente, él fue quien rompió la tensión.

—Mira, hay algo que necesito contarte, y no sé cómo lo vas a tomar —empezó, con esa expresión que usaba cuando sabía que lo que iba a decirme no era exactamente lo que yo quería escuchar.

—Ya veo por dónde va esto... ¿Sigue siendo sobre esa ex? —pregunté, cruzándome de brazos. Mi voz salió más dura de lo que pretendía.

Él levantó la mirada y asintió.

—Sí. Hemos estado hablando bastante, y... bueno, ella tiene una hija —soltó.

Me quedé en silencio, esperando que continuara, pero el nudo en mi estómago creció más rápido de lo que podía procesar. ¿Y? ¿Qué carajos tenía que ver eso con nuestra relación?

—¿Y qué? —pregunté, sin poder ocultar mi irritación.

—Es que... me he encariñado mucho con la niña. Tanto que, bueno, ya casi la veo como una hija mía —dijo en un tono tan suave que me dieron ganas de sacudirlo para que espabilara.

—¿Qué estás tratando de decir? —respondí, intentando mantener la calma, pero sintiendo que algo dentro de mí se rompía. ¿Me estaba diciendo que estaba jugando a ser el papá de la hija de su ex?

—No sé cómo explicarlo. Es solo que... he estado pasando tiempo con ellas, y cada vez que estoy con la niña, siento algo especial. No puedo evitarlo, Marina. Me he encariñado con ella. —Suspiró, como si fuera la cosa más natural del mundo.

Me quedé mirándolo, atónita, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Él, el chico con el que yo estaba saliendo en secreto, estaba ahora por ahí actuando como el papá sustituto de la hija de su ex?

—¿Y cómo se supone que encaja eso en nuestra relación, Thomas? —le pregunté, mi tono más frío de lo que pretendía—. ¿Me estás diciendo que ahora tienes una "hija"? Porque, disculpa que te lo diga, pero no es tuya. Es la hija de tu ex, no tuya.

Él bajó la mirada, como si no supiera qué responder.

—Lo sé, no es mi hija de sangre. Pero siento que tengo una responsabilidad con ella. Y... le he dicho a algunos amigos que tengo una hija —agregó, sin mirarme.

Ahí fue cuando me solté.

—¿¡Qué!? —casi grité—. ¿Le estás diciendo a la gente que tienes una hija? ¿Cómo puedes estar inventando algo así? ¡Esto es ridículo! ¿Acaso te das cuenta de lo absurdo que suena?

El Final de Nuestra Historia #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora