capítulo 2

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Abro la puerta de mi casa y la oscuridad y el silencio me reciben. Cierro la puerta y subo a mi habitación. Me quito la ropa que llevo puesta y saco de mi armario una sudadera gris. Me la pongo para luego ponerme unos pantalones negros. Me peino y saco de uno de los cajones de mi armario una crema. Con cuidado, me la unto en el golpe que tengo en mi ojo. Para luego guardarla, en el mismo cajón, abro otro cajón y saco de él una caja que contiene el dinero que mi padre anteriormente me mandaba. Saco unos cuantos billetes, los meto a mi cartera para después salir de mi casa.

Comienzo a caminar rumbo a la librería para reponer los libros y cuadernos que ese monstruo me rompió. Entro, saludo a la cajera para después comenzar a buscar los libros que necesito.

Pasado media hora, tengo todo lo que mañana necesitaré en clases. Camino hacia la cajera y pago por mis útiles para después salir. Y antes de irme a casa, me decido a ir a la cafetería en donde trabajaba el chico que me gustó desde los 12 y el cual, por un tiempo, fue mi vecino. Él es mayor que yo solo por 5 años.

Antes de entrar a la cafetería, saco de mi bolso mi maquillaje y me tapo el golpe, y me pongo un poco de brillo labial en los labios para luego meterlo nuevamente en mi bolso y, por último, me suelto el cabello para después entrar a la cafetería.

Al verlo en el mostrador, tan guapo, las ganas de salir corriendo de ahí me están presentes, pero respiro profundo y me acerco a él, Gael, mi crush.

— Eh, buenas tardes — digo un poco tímida.

— Buenas tardes. Bienvenida a la Cafetería Myers. ¿Qué desea ordenar? — pregunta Gael, mirándome con esos preciosos ojos cafés que tiene.

— Quiero esa bebida — le digo, apuntándole un cartel con las bebidas que se venden en la Cafetería.

— Claro, ahora mismo te la preparo — responde con una sonrisa, y juro que en ese instante sentí como mi corazón se detuvo. Gael tiene la sonrisa más bonita que he visto en mi vida. Al sonreír, se le forman unos lindos hoyuelos en las mejillas.

Es tan guapo, lo malo es que acabo de comprobar que él no se acuerda de mí. Bueno, tiene razón de no hacerlo, mientras vivía al frente de mi casa solo hablábamos dos veces, y la primera fue cuando tocó a mi puerta a pedirme prestada una taza de azúcar, la siguiente vez fue cuando me pidió dos huevos, y de eso ya tiene 5 años.

Me quedo viendo con qué rapidez prepara la bebida, y también mis ojos se posan en sus manos y brazos tan fuertes, podría estar todo el día viéndolo y nunca me cansaría de hacerlo.

— Aquí tienes tu bebida — me dice, poniéndola en el mostrador.

— Gracias — respondo tímida y con las manos temblorosas, saco de mi bolso el dinero de la bebida para después dárselo en la mano.

— Que disfrutes de tu bebida, Daniela — me dice, y abro los ojos sorprendida.

Él me acaba de llamar por mi nombre, entonces él sí se acuerda de mí, pienso mientras sonrío como tonta, olvidándome de que lo tengo en frente.

— Pensaste que no me acordaría de ti — me dijo con una media sonrisa, sacándome de mis pensamientos.

— Eh, sí — respondo avergonzada.

— Pero, ¿por qué pensaste eso? ¿Cómo podría olvidarme de la niña que siempre me salvaba la vida? — soltó y me revuelve el cabello con su mano como hace 5 años lo hacía.

— Yo ya no soy una niña, he crecido — le respondo, y él vuelve a sonreír.

— Sí, eso veo, te has convertido en una preciosa señorita — responde, y me pongo roja como un tomate cuando me mira de pies a cabeza.

— Gracias, tú también sigues igual de guapo — me atrevo a decirle.

— ¿En serio te parezco guapo? — soltó.

— Sí — respondo en voz baja, para después intentar irme, pero él me detiene.

— Espera, quiero darte algo — me dice, y entonces veo como saca algo de una mochila.

— Toma — dice, extendiendo hacia mí una invitación. La tomo, y al leer lo que dice, siento como mi corazón se parte en dos.

— Es la invitación para mi boda, me caso dentro de 3 semanas, será algo pequeño, pero me gustaría que estés ahí, vecina, puedes traer a tu mamá

— Sí, claro, ahí estaré — le respondo y le doy una sonrisa forzada, para después darme la vuelta y salir de la cafetería, escuchando como dice detrás de mí: "Fue un gusto volver a verte, vecina".

Camino de regreso a la casa con los ojos llorosos y, antes de entrar, tiro la bebida que compré en el bote de la basura que se encuentra en la entrada de mi casa, para después entrar y subir a mi habitación, tirándome en la cama y dejando que las lágrimas salgan de mis ojos.

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