capitulo 5

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Abro los ojos lentamente, ya que la luz de la habitación me molesta. Entonces me doy cuenta de que estoy en una habitación de hospital y no hay nadie a mi alrededor, solo los pitidos de las máquinas me hacen compañía. Me muevo y la cabeza me duele, al igual que mi estómago. Entonces, las horribles imágenes de Marcos golpeándome vienen a mi mente de golpe y el miedo se apodera de mí.

De prisa, me quito esas cosas que tengo conectadas en las manos para luego bajarme de la cama, lista para huir y ponerme a salvo. Pero en eso, la puerta de la habitación se abre y entra mi padre con un vaso de café.

Abro los ojos muy sorprendida, sin poder creer que estoy viendo a mi padre, ya que después del divorcio él se fue a México, país de donde él es.

— Cariño, ¿qué haces levantada? Regresa a la cama — dice mi padre preocupado, dejando el café que traía en la mesita de noche que se encuentra al lado de la cama para correr hacia donde estoy y llevarme de regreso a acostar.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en México? — le pregunto.

— Sí, pero te extrañaba, cariño. Así que tomé un vuelo y me vine a Los Ángeles. Quería darte una sorpresa, pero el que se llevó una sorpresa y muy fea fui yo cuando fui a tu instituto y me dijeron que no te encontrabas, que te habías caído de las escaleras y que te encontrabas en el hospital.

— ¿Qué? Pero eso es mentira, papá. Yo no me caí de ninguna escalera.

— Lo sé, cariño. Al llegar al hospital, me encontré con Laura, la amiga de tu madre, y ella me puso al tanto de todo lo que te han estado haciendo esos infelices que tienes de compañeros. Pero no te preocupes, cariño. No permitiré que nadie te vuelva a lastimar y esos malditos mocosos se irán a la cárcel porque iré a levantar una denuncia contra ellos.

— No, papá, no lo hagas.

— Pero, ¿por qué no, hija? Ellos tienen que pagar por lo que te hicieron.

— Sí, lo sé, pero si vas y los denuncias, te aseguro que no pasarán ni una noche tras las rejas. Ya sus padres son personas influyentes. No permitirán que sus adorados hijos pisen la cárcel. En cambio, ellos sí pueden destruirnos la vida a nosotros.

— No tengas miedo, hija. Yo te protegeré de todos ellos.

— Papá, te lo pido, no hagas nada. Déjalo así.

Le tengo demasiado miedo a Marcos y a sus amigos. No sé qué puedan hacer si los denunciamos.

— Qué no, ellos tienen que pagar, cariño.

— Lo sé, papá, pero ya te lo dije. No les harán nada. Yo solo quiero ya no tener más problemas, vivir en paz. Solo eso.

— Papa, te lo ruego, quiero irme ya.

— Pero, hija, estás muy lastimada. Debemos esperar al menos dos semanas para que te repongas y así poder irnos.

— Estoy bien, papá, y lo estaré más cuando esté lejos de este país.

— Pero, hija, no...

— Papa, te lo ruego, quiero irme ya.— insisto

— Está bien, mi pequeña princesa. Nos iremos ahora mismo.

Una hora después

el auto de mi padre aparca en la entrada de la casa en la que vivo con mi madre. Antes de bajar, mi padre dice:

— Estás segura de que no quieres que entre contigo tu madre. Tal vez se oponga a dejarte ir conmigo.

Niego con la cabeza. Mis padres terminaron muy mal. Si entra, todo terminará en gritos, y ahora lo que menos quiero es eso.

CRUEL OBSESIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora