-PARTE 4 [Ecos del pasado]

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La fortaleza rebelde estaba en silencio ahora. Los generadores habían sido neutralizados, y los guardias yacían inconscientes o derrotados a los pies de Bibi. El aire, que antes estaba cargado de una pesada energía emocional, se sentía más ligero. Sin embargo, Bibi no podía sacudirse la sensación de incomodidad que siempre sentía cuando estaba cerca de Melodie.

Habían logrado completar la misión, pero la verdadera batalla parecía estar siempre entre ellas.

—Parece que no somos tan malas trabajando juntas, después de todo, ¿no crees? —dijo Melodie, con esa sonrisa suya que podía ser tanto una invitación como una provocación.

Bibi no respondió de inmediato. Se pasó una mano por el cabello, quitándose el sudor de la frente, y miró a Melodie con una mezcla de cansancio y frustración.

—Tampoco es que tuvieras que hacer mucho más que mover tus manos en el aire —respondió, un tanto a la defensiva.

Melodie soltó una suave risa y se acercó un paso más, reduciendo la distancia entre ellas.

—Si no fuera por mis “movimientos”, estarías emocionalmente destrozada en este momento —dijo Melodie, su tono suave pero firme—. Admito que eres buena con ese bate, pero no todo se resuelve a golpes.

Bibi apretó los dientes. Sabía que Melodie tenía razón, pero no iba a dársela tan fácilmente. No todavía.

—¿Ya podemos irnos? —dijo Bibi, cambiando el tema de manera brusca. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida de la fortaleza.

Melodie la siguió en silencio, sus pasos ligeros y casi imperceptibles en comparación con los de Bibi, que resonaban firmemente contra el suelo de piedra.

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Mientras caminaban hacia la nave de transporte, el silencio entre ellas comenzó a volverse más pesado de lo habitual. Bibi podía sentir que había algo más en el aire, algo que Melodie estaba conteniendo. Finalmente, cuando estaban a punto de llegar a la nave, Melodie rompió el silencio.

—¿Te has preguntado alguna vez por qué soy como soy?

La pregunta tomó a Bibi por sorpresa. Se detuvo a mitad de camino y giró hacia Melodie, frunciendo el ceño.

—¿Qué? ¿A qué te refieres con eso? —preguntó Bibi, confundida por el cambio repentino en la actitud de la compositora.

Melodie estaba de pie a pocos pasos de distancia, pero su rostro tenía una expresión diferente esta vez. No estaba sonriendo, ni había esa burla constante en sus ojos. Parecía... vulnerable, algo que Bibi nunca había visto en ella.

—Siempre piensas que soy una manipuladora, ¿no? Que juego con las emociones de los demás por diversión —dijo Melodie, mirando hacia el horizonte—. Pero hay una razón para todo. No siempre fui así.

Bibi entrecerró los ojos, tratando de entender hacia dónde iba esto. No estaba acostumbrada a ver a Melodie abrirse de esta manera, y no sabía cómo reaccionar.

—Nunca te pedí una explicación —dijo Bibi, con el tono más suave de lo que pretendía.

Melodie soltó un suspiro, como si estuviera decidiendo cuánto revelar.

—No te la debo, en realidad. Pero tal vez, si entiendes lo que me pasó, dejarías de verme como una simple amenaza.

Bibi permaneció en silencio. No era su estilo indagar en el pasado de los demás, pero había algo en el tono de Melodie que la hizo detenerse y escuchar. Tal vez había más en la compositora de lo que ella quería admitir.

—Hace mucho tiempo, alguien... alguien que amaba, usó mis propias habilidades en mi contra. Manipuló mis emociones, me hizo sentir cosas que no eran reales, me hizo dudar de mí misma, de todo lo que creía. Y cuando finalmente me di cuenta de lo que estaba haciendo, ya era demasiado tarde. Mi confianza en los demás se desmoronó. Me prometí a mí misma que nunca más dejaría que alguien me controlara de esa manera —Melodie hizo una pausa, mirando el suelo, perdida en sus pensamientos—. Desde entonces, aprendí a usar mis habilidades no como un arma para herir a los demás, sino como un escudo para protegerme.

Bibi se quedó en silencio, asimilando lo que Melodie acababa de decir. La imagen que tenía de ella, la arrogante y misteriosa compositora, empezaba a cambiar, aunque no sabía si eso la hacía sentir más cómoda o más confundida.

—Así que... ¿todo esto es una fachada? —preguntó Bibi, todavía intentando procesar la revelación.

Melodie la miró con una sonrisa amarga.

—No exactamente. La verdad está ahí, pero nunca dejo que nadie vea más de lo que quiero que vean.

—¿Y por qué me cuentas esto a mí? —preguntó Bibi, cruzando los brazos.

Melodie soltó una suave risa, pero esta vez no había burla en ella.

—Tal vez porque, por primera vez en mucho tiempo, siento que hay alguien que podría entenderlo. O tal vez porque sé que me juzgas todo el tiempo, y quería que al menos supieras por qué soy como soy.

Bibi no sabía qué decir. No era buena lidiando con emociones profundas. Siempre había sido de acción, no de palabras, y esto la sacaba completamente de su zona de confort.

—Supongo que no soy la mejor persona para hablar de cosas así —dijo Bibi, rascándose la nuca—. Pero... entiendo lo que es no confiar en nadie.

Melodie alzó una ceja, como si las palabras de Bibi la hubieran sorprendido.

—¿En serio?

Bibi asintió, desviando la mirada. Sabía que, al igual que Melodie, ella también había construido muros a su alrededor. Pero a diferencia de la compositora, sus muros estaban hechos de rabia, de su necesidad de demostrar su fuerza.

—No es que quiera hablar de eso —admitió Bibi, incómoda—. Solo digo que... entiendo.

Melodie la observó por un momento, y luego dio un paso más cerca, lo suficiente para que Bibi pudiera sentir su presencia más de cerca. Era una sensación extraña, como si su proximidad no fuera solo física, sino emocional.

—Gracias —dijo Melodie, en voz baja. Fue una palabra sencilla, pero cargada de significado.

Bibi, sin saber cómo reaccionar, simplemente asintió, manteniendo su habitual expresión dura. Pero por dentro, algo estaba cambiando. La imagen de Melodie como una simple rival empezaba a desmoronarse, aunque todavía no estaba lista para aceptar lo que eso significaba.

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El regreso al cuartel fue tranquilo, pero no incómodo. Ambas viajaban en silencio, sumergidas en sus propios pensamientos. Bibi no podía dejar de pensar en lo que Melodie había compartido con ella. ¿Qué debía hacer con esa información? ¿La hacía eso más confiable? ¿O solo la volvía más peligrosa?

Cuando finalmente aterrizaron, Melodie fue la primera en romper el silencio.

—Supongo que esto fue... interesante —dijo, mientras recogía sus cosas para salir de la nave.

Bibi asintió, todavía procesando lo sucedido.

—Sí... supongo que sí —respondió, sin saber qué más decir.

Melodie sonrió una vez más, esa sonrisa que parecía ocultar tantos secretos, y se dirigió hacia la salida.

—Nos veremos pronto, luchadora —dijo antes de desaparecer por la puerta.

Bibi la observó irse, y por primera vez desde que la conoció, se dio cuenta de que no estaba tan segura de querer que Melodie desapareciera de su vida. Aunque no sabía si eso era algo bueno o malo.

Entre Golpes Y Notas [Melobibi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora