Capítulo 7

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A la mañana siguiente, Alessandro se levantó muy temprano, decidido a poner en marcha su plan. Lo primero que hizo fue dar la orden a Mattia de seguir a Gabrielle desde lejos, sin perderlo de vista. La inquietud lo consumía desde el día anterior, y necesitaba respuestas. Aun así, apenas logró despertarse por completo, y le costó aún más salir de la cama. Había pasado casi toda la noche en vela, sus pensamientos girando alrededor de Gabrielle y lo que realmente tramaba.

Los pasillos de la mansión ya estaban llenos de actividad. Sin embargo, Alessandro no salió de su habitación. Permaneció sentado en la esquina de la cama, con los pies descalzos tocando el frío suelo, mirando al vacío, perdido en sus pensamientos. Su cabeza era un torbellino, pero su cuerpo no respondía; estaba atrapado entre la necesidad de actuar y el agotamiento físico y emocional.

Recordó entonces la pequeña caja de metal que había recogido en casa de su padre. Era un objeto al que le tenía más cariño del que solía admitir. La tomó del cajón de la mesita de noche y la sostuvo en sus manos por unos instantes, contemplándola como si estuviera a punto de revelar algún secreto olvidado. Lentamente, la abrió, y una sonrisa nostálgica se dibujó en su rostro al ver lo que había dentro.

Una carta, escrita con una letra terrible, apenas legible, pero inconfundible. Había sido escrita hace años, en un momento que ahora parecía tan distante. Pasó los dedos por el papel con cuidado, como si al tocarlo pudiera revivir algún recuerdo agradable.

El sonido de la puerta lo sacó de su ensoñación, sobresaltándolo un poco por lo repentino. Un ligero golpe, casi tímido, pero suficiente para devolverlo a la realidad. Alessandro levantó la cabeza, algo irritado por la interrupción, pero no respondió de inmediato.

«Estoy demasiado sensible», pensó, aún sonriendo ligeramente, mientras cerraba la caja y deslizaba los dedos por la tapa, sintiendo su superficie metálica bajo sus manos. Su mente volvía una y otra vez a esa carta, como si quisiera encontrar en esas palabras antiguas una respuesta a sus problemas actuales.

Alessandro se quedó en silencio, sentado sobre su cama, observando cómo la luz del día comenzaba a filtrarse entre las nubes grises por la ventana. El cielo parecía estar en sintonía con su ánimo, pesado y sombrío, como si presagiara algo oscuro.

Su instinto le advertía que Gabrielle no era alguien en quien pudiera confiar. Había algo en esa mirada, en su manera de moverse, que le hacía sentir que todo era parte de un juego que él no alcanzaba a comprender del todo. Incluso Mattia, su hombre de confianza, le había advertido que tuviera cuidado, que no dejara que Gabrielle se acercara demasiado. Pero Alessandro, terco como era, había decidido ignorarlo.

Y ahora, aquí estaba, atrapado entre su deber y sus emociones, cuestionando cada una de sus decisiones. Había un nudo en su pecho que no lograba deshacer, y la duda lo carcomía. Se preguntaba si todo lo que sentía era producto de su propia paranoia o si realmente había algo oscuro tras la fachada de Gabrielle.

Lentamente, se levantó de la cama, dejando la caja de metal sobre la mesita de noche, y caminó hacia la ventana. Desde allí, podía ver el ajetreo en el jardín, los preparativos que continuaban para la gran fiesta de mañana.

No podía perder el control ahora. Había tomado la decisión de que Mattia siguiera a Gabrielle por una razón, y debía mantenerse firme. Quizás esa era la única forma de confirmar si sus sospechas eran ciertas. Pero más allá de las estrategias y las intrigas, había algo más que lo inquietaba: la sensación de que, por más que lo intentara, Gabrielle se estaba metiendo bajo su piel de una forma que no podía controlar.

***

La tarde llegó arrastrando consigo un cielo más oscuro y cargado de nubes que parecían prometer lluvia. Alessandro seguía en su habitación, cuando escuchó unos golpes firmes en la puerta. Sabía que Mattia estaba de regreso. Guardó la carta en la caja de metal y la dejó sobre la mesita antes de abrir la puerta.

-Entra -dijo Alessandro, permitiendo que su mano derecha entrara en la habitación.

Mattia, serio y con la mirada alerta, cruzó la puerta. Su rostro parecía endurecido, como si lo que estuviera por decirle ya le pesara.

-¿Y bien? -Alessandro fue directo al punto, cruzándose de brazos y apoyándose en el marco de la ventana, mirando por encima del hombro al hombre que estaba de pie frente a él.

-Gabrielle no hizo nada fuera de lo común... a simple vista -Mattia comenzó a hablar con una calma medida, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

-Explícate -pidió Alessandro, impaciente.

-Primero fue al cementerio -Mattia hizo una pausa, observando la reacción de Alessandro, pero no encontró cambio alguno en su expresión-. Pasó más de una hora allí, frente a una lápida. No pude ver el nombre desde la distancia, pero parecía que estaba... rezando, o algo así.

Alessandro frunció el ceño, pero no interrumpió. Sabía que Mattia aún no había terminado.

-Después se dirigió a una cabaña, algo alejada de la ciudad, al borde de un bosque, fue cercada de dónde nos atacaron aquel día. No parece un lugar que use con frecuencia, pero estaba todo en orden... -Mattia se detuvo un segundo, como si dudara de cómo continuar-. Lo raro fue que no hizo mucho más que quedarse allí un rato y luego salió para comprar algunas cosas en el pueblo cercano. Alimentos, supongo.

-¿Eso es todo? -Alessandro arqueó una ceja, sintiendo que la información no le daba las respuestas que esperaba.

-Eso es todo lo que hizo -confirmó Mattia, antes de añadir con un tono más bajo-. Pero... no me gusta.

-¿Qué es lo que no te gusta? -preguntó Alessandro, su tono ahora cargado con un leve atisbo de irritación.

Mattia lo observó en silencio por unos segundos, como si estuviera midiendo la mejor manera de abordar el tema. Luego, se acercó un poco más a Alessandro, bajando la voz casi en un susurro, como si no quisiera que las paredes pudieran escuchar lo que iba a decir.

-No es normal, Alessandro. Ir a un cementerio, a una cabaña escondida... ¿por qué estaría haciendo eso? ¿Qué está ocultando? -El tono de Mattia se volvió más conspirador-. No puedo quitarme la sensación de que todo esto es una pantalla. Gabrielle está escondiendo algo, te lo digo.

Alessandro lo observó en silencio, manteniéndose impasible por fuera, aunque por dentro una pequeña chispa de duda comenzaba a encenderse. No podía negar que la actitud de Gabrielle era desconcertante, pero tampoco quería ser arrastrado por meras especulaciones.

-Sabes bien que Gabrielle no es alguien fácil de leer -respondió finalmente Alessandro, aunque su voz no sonaba tan firme como hubiera querido-. Lo he conocido desde hace poco tiempo, pero nunca ha dado un paso en falso.

-Precisamente por eso, Alessandro -replicó Mattia con un brillo calculador en los ojos-. Los que son más difíciles de leer son los que más esconden. Se mueve con demasiada tranquilidad. Como si estuviera jugando contigo, como si supiera que no sospechas de él.

Alessandro permaneció en silencio por unos segundos más, hasta que finalmente, respiró hondo, tratando de mantener el control de la situación.

-No quiero que te adelantes a conclusiones -dijo Alessandro con voz firme-. Solo mantente atento. No dejes que nada pase desapercibido. Quiero que revises cada detalle, todo lo que Gabrielle haga o diga. No podemos fallar en esto, especialmente con la fiesta de Mikhail mañana.

Mattia asintió con una pequeña sonrisa, casi como si hubiera esperado esa respuesta.

-Como ordenes, Alessandro. Me encargaré de que todo esté bajo control.

Alessandro quedó solo de nuevo, el sonido de la puerta cerrándose tras Mattia resonando en la habitación. Sabía que la fiesta de Mikhail sería un escenario clave para todo lo que estaba por venir. Ahora más que nunca, tenía que estar preparado para cualquier eventualidad.

Se giró hacia la ventana, observando cómo la lluvia comenzaba a caer con más fuerza, cubriendo el paisaje exterior en una bruma gris. Con el rostro serio, Alessandro se preparó mentalmente para lo que le esperaba al día siguiente. Sabía que, para mantener el control, no podía permitirse dudar.

Mi Dulce VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora