Aunque Alessandro lideraba la reunión, no apartaba los ojos de Gabrielle. Observaba cada gesto, cada mueca, y no se tragaba el cuento de que "todo estaba bien". Tampoco le pasó desapercibida la forma en que miraba a su hermana, como si la estuviera evaluando.
—Bien, eso es todo por hoy. Pueden retirarse —anunció Alessandro, cerrando la reunión.
Apenas terminó de hablar, Gabrielle salió casi corriendo. Alessandro notó la fugaz sonrisa que le dirigió a su hermana al pasar junto a ella, una sonrisa que parecía forzada.
—Espera, Alessandro —lo interrumpió Mattia.
—¿Qué pasa ahora? Estoy ocupado —respondió frustrado al perder de vista a Gabrielle.
—¿Estás seguro de que podemos confiar en él? —preguntó Mattia, preocupado.
—Nunca dije que confiara en él, Mattia —replicó Alessandro con desdén—. Pero es la mejor manera de descubrir si es él quien nos está . Aunque, sinceramente, me cuesta creerlo... es un desastre en combate y ni siquiera sabe usar un arma —añadió, pensativo.
—Además, serás tú quien lo vigile personalmente, amigo —dijo Alessandro, colocando una mano en el hombro de Mattia.
―De acuerdo, pero no olvides que no puedes bajar la guardia cuando estés cerca de él ―le advirtió Mattia antes de marcharse en la dirección opuesta.
―Estaré en mi habitación. No me molesten a menos que sea de vida o muerte ―indicó Alessandro, dirigiéndose a su cuarto. Sin embargo, se detuvo repentinamente—. Mattia...
—¿Sí? —respondió él.
—Mejor olvídalo —dijo Alessandro, reanudando su camino sin detenerse hasta llegar a su habitación.
Ya en su cuarto, se tumbó en la cama, mirando el techo. La imagen de su hermana y Gabrielle seguía rondándole la mente, inquietándolo. También lo perturbaba recordar cómo Gabrielle lo besaba, cómo lo tocaba, y la posibilidad de que él fuera el responsable de todo lo que estaba sucediendo. Y ahora su hermana...
«Le hará a ella lo mismo que me hace sentir a mí», pensó con angustia. Apenas la idea de ver a los dos juntos en la cama hizo que su corazón latiera con fuerza, su respiración acelerándose. «No... imposible», intentaba consolarse.
La incertidumbre lo estaba devorando. No podía simplemente seguir sus instintos y dejar todo de lado, ¿O sí? Tenía que descubrir que estaba pasando entre ellos.
Horas después, incapaz de conciliar el sueño, Alessandro se encontraba caminando por los pasillos de la casa, envuelto en la oscuridad, como si quisiera fundirse con la noche. Se detuvo justo al tocar el pomo de la puerta, al escuchar voces provenientes del otro lado.
«¿¿Estará con alguien? ¿Con quién habla?... ¿Será Ilya?», se preguntaba, torturado por la incertidumbre.
Incapaz de resistir la tentación, Alessandro pegó la oreja a la puerta para escuchar mejor, pero un golpe seco lo hizo retroceder unos pasos, soltando un pequeño gemido de dolor. Al levantar la vista, vio a Gabrielle frente a él, sin camisa y vistiendo solo unos boxers que no dejaban nada a la imaginación.
―¿Necesitas algo? ― preguntó Gabrielle con una leve sonrisa juguetona.
«Muy astuto», pensó Alessandro.
―Sí, necesito que me acompañes mañana a un lugar ―respondió Alessandro, improvisando, mientras giraba para marcharse lo más rápido posible
―Pudiste haberme enviado un mensaje, Ale, pero mañana saldré por la mañana, no puedo ―respondió Gabrielle, apenas en un susurro.
Alessandro parpadeó, sorprendido por la suavidad de sus propias palabras. Trató de explicarse, pero lo único que salió de su boca fueron frases incompletas.
—Yo... no es lo que... Quise decir... —Las palabras se desvanecían sin coherencia.
Frustrado, respiró hondo y bajó la mirada. Sin decir nada más, se giró y apresuró el paso. Estaba tan concentrado en alejarse que bajó la guardia, solo percatándose de la cercanía de Gabrielle cuando sintió su respiración en la nuca, justo al llegar frente a su recámara.
Las caricias de Gabrielle en su cintura nublaban sus pensamientos, como si una droga invadiera sus sentidos. En un movimiento fluido, Gabrielle lo giró y lo empujó suavemente contra la puerta de la habitación. Lentamente, sus labios se acercaron a su rostro, rozándolo apenas antes de deslizarse hacia su cuello, donde ligeras caricias lo paralizaban, dejándolo sin aliento.
—¿Qué es lo que deseas de mí, Ale?
Gabrielle continuó acariciando suavemente los muslos y la espalda de Alessandro, silenciando sus pensamientos y enredando aún más sus emociones. Alessandro, sumido en la confusión, se debatía internamente. No sabía si debía confrontar a Gabrielle sobre sus insinuaciones o si debía investigar más a fondo la posibilidad de que realmente hubiera algo entre él y su hermana.
―Deberías cuidarte más. ―susurró, sin apartar los labios de su cuello.
—Espera...
Alessandro se separó ligeramente de Gabrielle y exhaló un profundo suspiro. Había algo importante que necesitaba preguntarle, pero le costaba encontrar el valor para hacerlo. «¿Desde cuándo soy tan cobarde?», pensaba mientras luchaba por reunir el coraje necesario. La pregunta lo atormentaba, pero la duda seguía pesando hasta que, finalmente, logró armarse de valor.
―¿Tienes algo con mi hermana? ―preguntó, su voz tan baja que quizá Gabrielle ni siquiera lo había escuchado.
―Ale, mírame ―dijo Gabrielle, sus dedos rozando el rostro de Alessandro, obligándolo a levantar la mirada―. Mírame, Ale.
Alessandro no quería que descubriera la montaña de sentimientos que lo invadían en ese momento, no quería demostrarle que se sentía débil frente a él.
―Te aseguro que no es como lo imaginas ―respondió Gabrielle, mientras sus manos continuaban recorriendo las piernas de Alessandro.
―Espera... ―Alessandro intentó alejarse, pero falló por completo. Sus labios fueron capturados por Gabrielle, quien lo besaba con intensidad, moviendo sus caderas y rozando sus cuerpos en el proceso.
―Ah ―gimió Alessandro.
―Me encanta cuando haces ese lindo sonido ―susurró en su oído, soltando un gran suspiro.
―¿Qué pasa? ―preguntó Alessandro, observando como Gabrielle se alejaba de él.
―Nada, es solo que, me voy a detener mientras aún puedo hacerlo ―contestó, acariciando suavemente el rostro de Alessandro como si estuviera admirando a la persona más hermosa que había visto en toda su vida.
Alessandro solo disfrutaba del toque, cerrando los ojos y suspirando. Se sentía tan seguro a su lado que, por su propio bien, deseaba con todo su ser que él no fuera la persona que estaba arruinándolo todo. No sabía qué hacer; no podría soportar que fuera él.
—Me tengo que ir ―la voz de Gabrielle rompió el silencio como un cuchillo, desgarrando la paz del momento.
―¿Vas a volver mañana? ―preguntó, aferrándose al calor de sus caricias como si fueran lo único que lo mantenía a flote.
Pero Gabrielle no respondió. El silencio fue ensordecedor, y ese vacío fue suficiente para que la magia del instante se desvaneciera, dejándolo en una oscuridad aún más profunda.
Sus ojos lo siguieron mientras su silueta se desvanecía, absorbida por las sombras de la habitación. El sonido de la puerta cerrándose, un eco distante y frío, selló el abismo que ahora los separaba.
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Mi Dulce Veneno
Storie d'amore¿Alguna vez te has preguntado por qué las cosas no siempre salen como las planeas? A veces, la fina línea entre el deber y el deseo se difumina cuando el riesgo se transforma en tentación. Para Alessandro, envuelto en el éxtasis de caricias prohibid...