Capítulo 10

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—¿A dónde ibas? —preguntó Mattia, inclinando la cabeza con una sonrisa provocadora—. No sé si es correcto decir esto, pero hace tiempo que no te veo, viejo amigo. ¿Por qué no me cuentas cuánto te has divertido viéndonos las caras de imbéciles a todos, especialmente de Alessandro?

—Lo que más disfruto es ver que sigues siendo el mismo imbécil de siempre —respondió Gabrielle, con desprecio en la voz.

Mattia soltó una risa suave, sin alegría, mientras lo observaba—. Siempre tan encantador.

—No puedo culparte —respondió él, acercándose un poco más—. Este lugar se ha convertido en un circo. Pero, ¿quién podría resistirse a un buen espectáculo?

—¿Me dejarás pasar o te quedas a disfrutar del show? —preguntó Gabrielle, intentando mantener la calma.

Mattia fingió sorpresa, inclinando la cabeza—. ¿Y si me estoy divirtiendo demasiado? Además, ¿qué tal si te quedas un poco más? La noche apenas comienza.

—No —sentenció Gabrielle con frialdad—. Y tu ¿Disfrutaste el tour? Parece que tienes mucho tiempo libre para jugar a los misterios.

Mattia se encogió de hombros, una sonrisa burlona en su rostro. —Oh, claro, es fascinante —respondió, su tono ligero y juguetón—. ¿Y tú? ¿Disfrutaste de ese... encantador cementerio?

—Mejor que observar a un montón de idiotas haciéndose pasar por lo que no son —contestó Gabrielle, cruzando los brazos.

—Eso es muy cierto... —Mattia sonrió de manera desafiante, como si disfrutara del juego verbal—. Pero eso es lo divertido, ¿no? Es un espectáculo que nunca se detiene.

Sin más palabras, Gabrielle empujó a Mattia a un lado, pero este lo detuvo, sujetándole el brazo con firmeza. De repente, Mattia lanzó un puñetazo. Gabrielle lo esquivó con agilidad y contraatacó, golpeando su costado.

—¿Eso es lo mejor que tienes? —replicó Mattia, intentando mantener su compostura—. Porque si es así, me parece que deberías practicar un poco más. 

Gabrielle se rio, sintiendo que la tensión entre ellos se intensificaba.

—Oh, no te preocupes. Tengo muchas más sorpresas bajo la manga —contestó, acercándose un poco, disfrutando del desafío.

Mattia lo miró fijamente, una chispa de interés brillando en sus ojos, mientras la ira comenzaba a arder en su interior. Sin previo aviso, lanzó un puñetazo hacia Gabrielle que esquivó el golpe con agilidad, sintiendo el aire desplazarse cerca de su rostro. En un movimiento rápido, contraatacó, golpeando su costado con un puñetazo que resonó en el pasillo.

—No te atrevas a subestimarme, Mattia —dijo Gabrielle, con una voz firme y desafiante mientras giraba sobre sus pies, lista para anticipar su próximo movimiento. —Sabes bien de lo que soy capaz. 

Mattia recuperó el equilibrio, sus ojos fijos en él, sonriendo con desdén.

Con determinación, se recompuso y se lanzó hacia Gabrielle, combinando agresividad y precisión en su ataque. Intentó atraparlo con un gancho al rostro, pero Gabrielle se agachó en el último instante, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. La adrenalina recorría sus venas mientras, aprovechando su posición baja, propinó una patada rápida a su rodilla, haciéndolo tambalear hacia atrás.

Gabrielle se movía con la agilidad de un felino, esquivando y bloqueando, mientras la tensión entre ellos se transformaba en una danza violenta y casi hipnótica. Cada golpe intercambiado era una mezcla de rabia y frustración, viejos rencores brotando como sombras del pasado.

En un momento de distracción, Mattia logró impactar un golpe en su hombro, empujándolo contra la pared. El dolor ardió, pero no hubo tiempo para ceder; con un giro brusco, aprovechó la cercanía y lanzó un golpe certero en el abdomen, forzándolo a retroceder con un gruñido de sorpresa. La adrenalina seguía bombeando en sus venas, y el aire estaba cargado de un odio casi palpable.

Mattia sonrió con desdén, disfrutando del desafío y deleitándose en la tensión que había desatado entre ellos.

—¿Te acuerdas de aquel día, verdad? —su tono era burlón y lleno de provocación—. Siempre me pregunté qué pensaría de sobre ti, si te mirara ahora. 

Las palabras de Mattia resonaron en Gabrielle como un eco molesto, golpeando su mente una y otra vez. La rabia burbujeaba bajo su piel, difícil de contener.

—¡No te atrevas a mencionarlo! — explotó, dando un paso al frente, su presencia ahora intimidante mientras empujaba con fuerza hacia él.

Mattia sonrió con burla, retrocediendo apenas un poco, pero manteniendo esa actitud despectiva que encendía la ira de Gabrielle aún más.

—¿Y si no quiero? —replicó con indiferencia—. Tal vez deberías preguntarte por qué sigues tan obsesionada con el pasado.

Gabrielle sintió cómo la furia le quemaba por dentro, su autocontrol tambaleándose. Con un impulso decidido, lo acorraló contra la fría pared del pasillo, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa.

—No juegues con eso, Mattia. —La voz de Gabrielle bajó hasta volverse un susurro oscuro y amenazante, cada palabra cargada de advertencia.

Mattia la miró a los ojos, sin retroceder, la chispa desafiante en su mirada aún presente. El aire entre ellos era denso, la tensión palpable. Gabrielle sentía que tenía la ventaja, que lo tenía bajo su poder por un instante. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de presionar más, el eco de pasos firmes resonó en el pasillo, interrumpiendo el enfrentamiento abruptamente.

Ambos se quedaron inmóviles, sus respiraciones pesadas, pero sin apartar la mirada el uno del otro, conscientes de que ese duelo aún no había terminado.

Alessandro y Fedor aparecieron, sus miradas buscando rápidamente la fuente de la tensión.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Alessandro, con una ceja levantada mientras observaba la escena.

Fedor, por su parte, se colocó en una posición defensiva, listo para intervenir si la situación se intensificaba.

Gabrielle, consciente de que el momento se había desvanecido, soltó a Mattia y se alejó un paso, la adrenalina aún corriendo por sus venas.

—Solo un pequeño desacuerdo —respondió, tratando de mantener la calma mientras su mirada se deslizaba entre los dos hombres.

Mattia, aún con una sonrisa burlona, se enderezó y se pasó la mano por el cabello, como si la confrontación anterior no hubiera sido más que un juego.

—Nada que no se pueda resolver, ¿verdad? —dijo, lanzando una mirada desafiante a Gabrielle.

Alessandro miró a ambos, claramente intrigado y algo preocupado por lo que había presenciado.

—Asegúrense de que esto no vuelva a suceder. No tenemos tiempo para disputas internas —ordenó, su tono autoritario cortando el aire tenso.

El silencio que siguió fue electrizante, y la tensión entre Mattia y Gabrielle permanecía latente, especialmente en el aire que los rodeaba. Alessandro, percibiendo la atmósfera cargada, decidió que era momento de poner fin a la situación.

—Es hora de irnos —dijo Alessandro, su tono autoritario cerrando la conversación y dejando poco espacio para el debate.

Mientras la tensión se disipaba, todos se dirigieron a las camionetas estacionadas en la entrada del edificio. El motor de los vehículos rugía, y las luces brillantes iluminaban la oscuridad de la noche, creando un contraste inquietante con el clima emocional que aún persistía.

Gabrielle se acomodó en el asiento trasero junto a Fedor, con la mente aún agitada por el enfrentamiento con Mattia. A su lado, Fedor intentaba desviar la atención, pero sus intentos de conversación caían en oídos sordos. En la parte delantera, Mattia se sentó junto a Alessandro, ambos hombres compartiendo un silencio tenso que reflejaba la incomodidad del momento.

Mi Dulce VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora