El amanecer comenzó a teñir el cielo de un tono anaranjado, pero Alessandro no había dormido en toda la noche. Seguía revisando los informes, buscando cualquier detalle que hubiera pasado por alto. La presión que sentía en su pecho era cada vez más palpable; el control que normalmente manejaba con tanta facilidad parecía escaparse de sus manos.
En la sala, la tensión seguía presente, aunque ahora solo quedaban Mattia y Alessandro. Mattia, recostado en el sofá, jugueteaba con su móvil, ajeno a la intensidad que irradiaba su jefe. Sin embargo, incluso él podía sentir que algo estaba por romperse.
—Sabes que esto no va a parar, ¿verdad? —comentó Mattia, rompiendo el silencio con su tono despreocupado—. Gabrielle no se va a entregar así como así, y quien quiera que esté detrás de esto no va a quedarse quieto.
Alessandro no respondió de inmediato. Sabía que Mattia tenía razón, pero no necesitaba oírlo en ese momento. Su mente estaba enfocada en el próximo paso.
Antes de que pudiera decir algo, la puerta del despacho se abrió lentamente. Ilya entró, su presencia elegante y serena, aunque sus ojos mostraban una mezcla de preocupación y algo más... arrepentimiento. Llevaba un vestido negro que realzaba su figura esbelta, pero su actitud estaba muy lejos de la confianza con la que solía caminar.
Mattia se enderezó en el sofá, levantando una ceja ante la aparición de Ilya. Sabía que el ambiente estaba a punto de cambiar.
—Te dejo con la princesa, Alessandro —murmuró Mattia con una sonrisa burlona, mientras se levantaba—. Parece que necesitan tiempo a solas.
Alessandro lanzó una mirada de advertencia a Mattia, pero no dijo nada. Mattia se fue, dejando a Ilya y a Alessandro en el despacho, rodeados por la tensión que había quedado en el aire desde su última discusión.
Ilya se acercó lentamente al escritorio, sus ojos fijos en Alessandro, quien permanecía inmóvil, esperando a que ella hablara primero.
—No podemos seguir así —dijo Ilya en voz baja, rompiendo finalmente el silencio—. Lo que pasó... no debería habernos llevado a este punto.
Alessandro cerró la carpeta que tenía en las manos y levantó la mirada hacia ella. Por primera vez en mucho tiempo, su expresión dejó entrever un rastro de vulnerabilidad, aunque seguía mostrándose firme.
—No fue mi intención que esto llegara tan lejos -continuó Ilya, su voz quebrándose ligeramente—. Pero lo que dijiste... y lo que yo hice... ninguno de los dos estuvo bien. La discusión... fue innecesaria. No quiero que esto nos distancie -continuó, su voz reflejando un genuino arrepentimiento.
Alessandro asintió, con una expresión seria pero menos tensa. Sabía que había sido un error de ambos, y no quería cargar con resentimientos que pudieran complicar aún más su situación.
—Yo también me equivoqué —dijo Alessandro en voz baja, tomando su mano—. No debería haber dejado que las cosas se salieran de control.
Alessandro la observó en silencio, dejando que sus palabras calaran hondo. Sabía que había sido duro, que la discusión que habían tenido fue el resultado de demasiadas emociones reprimidas, pero no estaba seguro de cómo comenzar a deshacer el daño.
-No puedo cambiar lo que pasó -murmuró Alessandro, su tono bajo pero cargado de sinceridad—. Pero... Lo siento mucho
Ilya asintió, con una mirada de alivio brillando en sus ojos.
—Yo también lo siento -dijo suavemente.
Se quedaron en silencio por un momento, ambos conscientes de que estaban dando un paso hacia la reconciliación, aunque aún quedaba un largo camino por delante.
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Mi Dulce Veneno
Romantiek¿Alguna vez te has preguntado por qué las cosas no siempre salen como las planeas? A veces, la fina línea entre el deber y el deseo se difumina cuando el riesgo se transforma en tentación. Para Alessandro, envuelto en el éxtasis de caricias prohibid...