࿐♡ 02

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Jeongin se quedó quieto en su lugar mientras una pequeña sonrisa asustada se hacía paso en sus labios.

—Ja, jaja, ja —se paró, mareado por todo lo ocurrido y... se desmayó.

Quedó inconsciente por al menos 20 minutos y al despertar el río había subido, se dio cuenta que uno de sus zapatos se había ido con el agua, suspiró y levantando el otro par que le quedaba caminó descalzo devuelta al castillo.

Llegó hasta su habitación, se desistió y con una tina llena de agua caliente ya lista, comenzó a tomar una ducha, aunque en verdad se quedó quieto dentro del agua... ¿Qué había pasado?

Miró su propia mano, recordando la de ¿Chan? Sabiendo que era más grande que la suya, tal vez unos tres o cuatro centímetros más, también tenía los hombros más anchos... y brazos formados al igual que su pecho... y sus abdominales estaban definidos... en verdad parecía un humano corriente.

—Seguro es fuerte... —comenzó a pensar.

Mañana volvería, a ver si podía encontrarlo de nuevo.

Ya después de su ducha y listo con otra ropa, fue directo con su madre.

—Mamá, ¿tú sabes qué comen los híbridos? —preguntó Jeongin entrando a su habitación.

—Pues... a nosotros —alzó sus hombros.

—No, o sea..., sí solo comieran carne humana no se llevarían a las ovejas y vacas.

—Entonces cualquier carne cruda, hijo —dijo siguiendo su trabajo.

—Oh... ¿Y comerán lo que nosotros comemos?

—Ya, Jeongin, ¿por qué tanta curiosidad por ellos?

—¿No crees que si les damos alimento dejarían de atacarnos? —dijo el príncipe, con toda la razón.

—Hay muchos animales que viven en el bosque —excusó su madre.

—Sí, pero es que no siempre van a poder cazarlos, los nuestros están ya enjaulados, por eso vienen a atacarnos.

—Vete a dormir de una vez, piensas cosas raras en las noches —su madre lo mandó a dormir y, en otras palabras, lo expulsó de su habitación.

—Buenas noches... —y se fue sin ninguna respuesta lógica.

Aunque, mañana volvería a llevar su canasta, con algunos postres y carne cocida, como la que él comía a diario, tal vez a Chan le guste... claro, si es que lo encuentra.

(...)

—Iré a mi bodega —dijo Jeongin, avisando a su padre, tenía una pequeña casa, totalmente funcional atrás del castillo, como medio kilómetro lejos, sus padres lo construyeron para él cuando empezaron a gustarle las cosas de medicina, ahí Jeongin experimentaba y creaba más remedios que en su habitación.

Pero no solo iría ahí, sino también esa pequeña casa estaba cerca del río donde hace un día se había encontrado con Chan.

Se adentró al bosque, llamando el nombre de aquel híbrido.

—Chan —dijo cuando llegó al río, pero nada—. Chan —trató un poco más fuerte, tampoco quería llamar cosas más peligrosas, estaba por rendirse hasta que detrás de un árbol no muy lejano, aquel chico que había visto ayer se hizo aparición.

—Jeongin —dijo aquel chico, acercándose a él cruzando el río, mojando la mitad de su cuerpo sin importarle en absoluto eso.

Jeongin no dijo nada, aún tenía algo de miedo y sabía que, aunque hablase, aquel chico no lo entendería, solo se sentó en una roca, palmado la otra esperando a que su acompañante entendiera su seña y por suerte, así fue.

—Para ti— dijo abriendo su canasta, dejando ver manzanas, postres y un pedazo de carne de res cocida en leña.

El híbrido miró curioso la canasta, levantando un panquecito con ambas manos, mirando extrañado aquel objeto con exquisito aroma.

—Se come, mira —Jeongin alzó otro, dándole un mordisco para que Chan supiera que eso era comida.

Y justo como predijo, el híbrido imitó a Jeongin, comiendo del panqué, abriendo sus ojos a la par cuando probó ese nuevo y tan delicioso sabor.

—Rico —Jeongin dijo viendo a su ¿amigo? Asombrado por esa experiencia.

—Rico —repitió Chan con la boca llena.

Y así el pelinegro híbrido probó y comió todo lo que había en esa cesta que Jeongin le había traído.

—Rico —volvió a decir el híbrido, pero está vez, esbozando una sonrisa.

—Así que aprendes rápido... —Jeongin empezó a pensar... Si Chan podía comportarse como un humano común, sería prueba de que no hay que temerles, solo aceptarlos.

El joven príncipe estaba por decir algo, hasta que vio una herida en la costilla de Chan y al parecer a este ni le molestaba.

—Oh, Dios, puede infectarse —Jeongin entró en pánico, luego recordó que no sacó las hierbas que había sacado el día anterior de los compartimientos de su canasta, así que sacó algunas plantas, con una piedra que limpió en el río las aplastó y mezcló hasta unirlas dejando una mezcla espesa morada.

Mientras el híbrido solo miraba con curiosidad a Jeongin.

—Listo —dijo el príncipe tomando esa mezcla con sus dedos acercándose a Chan, hasta olvidándose de que era peligroso, levantó su brazo y empezó a esparcir aquella mezcla por la herida—. No tocar —dijo esperando a que lo entendiera—. No... —movió su cabeza a los lados—, tocar —hizo una seña con sus propias manos para que logre entender un poquito más.

Chan solo se quedó quieto, viendo como Jeongin tomaba una hoja limpia de abeto y cubría la herida con eso para que la mezcla no salga tan fácilmente.

—Listo... con eso bastará —le sonrió a lo que Chan le contestó la sonrisa—. Gracias —dijo esperando a que Chan repitiera.

—Gracias... gracias —repitió varias veces, mirándolo aún con una sonrisa.

Ahí Jeongin se dio cuenta que sus dientes no eran tan diferentes, solo que los colmillos eran un poco más afilados, tal vez su animal era un felino.

—¿Qué eres tú? —Jeongin inspeccionó su cabello, esperando algo, tal vez alguna pista del qué podría ser.

Y mientras tocaba su cabello vio como aquel chico cerraba sus ojos, moviendo su cabeza a la par de su mano, como si no quisiera que la aleje.

—Mañana veremos si tu herida está mejor, ¿sí?

—Gracias —volvió a decir, abriendo sus ojos, encontrándose con los de Jeongin.

Lindo.

Lindo

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Mongrel ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora