Capítulo II

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 —¡No puedo creer que esto esté pasando! —exclamó Nadine con seriedad esa tarde, en la oficina de su padre, luego de haber regresado casi en contra de voluntad a aquella ciudad, que solo le traía malos recuerdos.

—Tampoco yo, hija, pero son cosas que pasan, en los negocios a veces se gana y a veces se pierde—replicó este con calma, como si el problema por el que estaban pasando, fuese algo sencillo de resolver.

—Puedo aceptar que le pase a alguien más, ¿pero a ti? ¿A ti que eres una persona tan meticulosa en todo y que no das un solo paso sin estar seguro de algo?

—Bueno, siempre hay una primera vez para todo y lamentablemente, fue mi turno esta vez, quizás, ya estoy muy viejo para estas cosas.

—Ay, papá, por favor, todavía eres muy joven, además, eres un adicto al trabajo, tu vida no sería vida sin todo esto—señaló a su alrededor.

—Posiblemente tengas razón, pero eso no significa que no pueda equivocarme.

—No he dicho que no puedas hacerlo, es solo que... me es difícil asimilarlo.

—A mí también, hija, a mí también—repitió con cansancio—. Todo se me salió de las manos tan rápido y cuando menos lo esperé, caí en cuenta del gran problema en el que estaba metido—continuó diciendo, tomando asiento a su lado en unos de los sillones de cuero.

—Estamos, papá, estamos—le recordó ella y él sonrió en agradecimiento, porque de sus tres hijos, la castaña era la más parecida a él, igual de ambiciosa, igual de obstinada, inteligente y tenaz, lo que no significaba que los demás no lo fueran, pero como ella era la mayor, desde luego, era la única que estaba al tanto del negocio familiar. — ¿Y no hay alguna otra cosa que podamos hacer? ¿Otro préstamo al banco? ¿Utilizar dinero de las demás empresas sin que estas se vean afectadas? —quiso Nadine saber.

—Créeme que ya intenté todo eso, agoté todas las posibles soluciones, pero es inútil, la pérdida fue demasiado cuantiosa y el banco ya no puede otorgarnos otro préstamo, te juro que no te hubiese pedido que vinieras si no fuera tan grave.

—¿Estás seguro de que esta es la única manera de resolverlo?

Patrick asintió convencido.

—Es la única salida que tenemos hasta el momento y si no hacemos algo pronto, perderemos absolutamente todo—sus ojos azules se enrojecieron—. Pero también sabes que yo jamás te obligaría a nada, eres mi hija y te amo, sé que tienes una vida hecha fuera de aquí y no te pediría que renunciaras a ella o que sacrificaras todo lo que has logrado, solo por mí, no sería tan egoísta.

—No sería solo por ti, papá, sería por todos, recuerda que somos una familia y si uno salta, los demás también lo haremos—sonrió la joven a medias y él sintió orgullo, aunque también pena, porque su hija ya no era la misma de antes, la sonrisa que por muchos años adornó su bonito y armonioso rostro, había desaparecido gracias un desgraciado que no supo valorarla.

—Soy un padre muy afortunado de tenerlos—la tomó de ambas manos.

—Nosotros somos los afortunados de tenerlos a ti y a mamá—lo abrazó y luego se alejó para verlo una vez más a la cara—. Dile al señor Gnatovich, que aceptas el trato y que voy a casarme con él—sentenció con firmeza.

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—Pareces muy relajado hoy—comentó Aleksandr a su mejor y único amigo ese día, mientras compartían un almuerzo juntos en su restaurante favorito y en el que ya eran muy conocidos—¿Todo se solucionó favorablemente? —añadió, dando un sorbo de su exquisita copa de vino.

—En efecto—confirmó Antón, cruzando la pierna con elegancia, una que siempre lo caracterizaba—. Patrick Kauffmann se comunicó conmigo esta mañana y aceptó mi propuesta—anunció victorioso.

CONTRATO DE HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora