Capítulo 1. El linaje Vlach

110 12 4
                                    

Dianna cruzó el pasaje que la llevaría al andén 9 3/4. 
Nunca se iba a cansar de vivir la misma experiencia año tras año: el expreso rojo le aguardaba echando vapor como un dragón esperando emprender el vuelo, y caminando por el largo corredor de ladrillo que albergaba el ajetreo de los alumnos en sus largas túnicas oscuras, cargando sus enormes baúles y las jaulas con sus animales, sintió en su corazón la calidez consecuente de poder ser parte de todo ello.
De vivir en un mundo donde la magia fuese posible.

Miró a Marina, su gata. Había llegado a la familia cuando ella tenía sólo cinco años, antes de que la vida se le tornase gris. Acarició su brillante y largo pelo negro y se quedó perdida por un momento en sus ojos azules como la noche oscura.

No era una gata convencional, era particularmente grande, casi del tamaño de un perro mediano. Sin embargo, contaba con esta cualidad casi líquida propia de los gatos para poder escabullirse por cualquier rendija.
La gata entrecerró los ojos, como mandándole un beso, lo que le trajo de regreso a la realidad.

Tras de ella surgió Orión Vlach, su padre. Un hombre imponente, alto y de hombros anchos, con su largo cabello ondulado recogido en una coleta baja; el hombre iba enfundado con un traje verde oscuro, casi negro, y sus fuertes manos estaban llenas de anillos con piedras desconocidas.
El hombre imponía respeto a donde quiera que fuese, y no sólo por su apariencia, sino por su descendencia.

La familia Vlach contaba con un linaje tan largo que su origen se había perdido en el tiempo. Sin embargo, uno podía reconocer a los integrantes de aquel linaje de forma inmediata por un rasgo distintivo: los ojos color miel.
Aquellos ojos místicos solo hablaban de la fuerza y el poder de aquella magia especial que habían llevado consigo por siglos. Era como si no pudiesen ocultarla.

La bisabuela de su abuela  había migrado hacia generaciones atrás desde España a México, en los tiempos tardíos de la conquista, cuando se vieron acorralados por su ascendencia gitana y la imposibilidad de seguir ocultando su magia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La bisabuela de su abuela  había migrado hacia generaciones atrás desde España a México, en los tiempos tardíos de la conquista, cuando se vieron acorralados por su ascendencia gitana y la imposibilidad de seguir ocultando su magia.

Las mujeres de la familia Vlach fueron reconocidas durante siglos por su delicada belleza, lo que les hizo un lugar en la alta sociedad de la época sin ninguna dificultad. Nunca más tuvieron que esconderse.
Sin embargo, aquellos ojos cálidos no sólo transmitían la magia contenida, sino el fuego en su sangre.

La larga descendencia del linaje Vlach no se originó y creció por arte de magia. Había algo en aquellas mujeres, en su forma de amar y dejarse amar que cautivaba a los expedicionarios de todas las regiones.

Su sangre se mezcló pronto con todas las razas. Sin embargo, jamás se mezcló con no magos.
Por lo que, para este punto, Dianna era una mezcla irreconocible de todas las etnias.
Su rostro contaba la historia de los amores en su familia.
Tenía una frente amplia y redondeada, y unos labios gruesos, herencia de los amores afro descendientes de sus antecesoras, sin embargo, contaba con un mentón pequeño y angular con una barbilla delicada que le había hecho ganarse el apodo de "Mouse" entre sus compañeros angloparlantes.
Por supuesto, en el centro de su rostro encontrábamos sus enormes ojos distintivos: Almendrados y color miel. Las cejas y las pestañas pobladas y abundantes de un color negro azabache hablaban de su origen gitano.
Y por último, la sonrisa amable, el canto dulce y la piel oliva hablaban de la mezcla indígena que llevaba en su sangre.

Orión se adelantó para ayudar a su hija con los baúles, espantando a la gata, quien corrió hasta adentrarse en el vagón, pues no se soportaban mutuamente.
Su padre sólo permitió que Dianna conservara a ese horrible animal porque sabía que si no lo hacía, la niña haría llover dentro de la casa por meses.
Pero la gata no había hecho más que hacerle la vida imposible desde entonces. Se afilaba las garras en sus trajes sastre, dejaba ratones muertos dentro de sus zapatos; y lo peor del caso era que la gata parecía mudar de pelo con cada cambio de estación, por lo que no había forma de deshacerse de los pelos, lo que le había valido varias neumonías a las empleadas domésticas; quienes tampoco toleraban a la gata, pues se robaba a las gallinas cuando éstas no miraban.
Marina también aterrorizaba a los niños de la familia.
Se mostraba como una sombra negra y monstruosa en los pasillos de la casa, escabulléndose bajo las camas para despertar a los infantes con sus gritos de ultratumba.
Orión llegó a plantearle a su esposa la posibilidad de que la gata fuera un animago, pues su comportamiento trastornado era antinatural para un animal, acompañado del hecho de que la gata parecía disfrutarlo.

Orión cruzó miradas en ese momento con Lucius y Draco Malfoy.
La familia contaba con tanto prestigio que incluso un linaje como el Malfoy había tratado de ganarse su favor desde su llegada a Inglaterra.
El señor Vlach era más bien reservado, por no decir hermético, por lo que, cuando los dos Malfoy intentaron interceptarlo, se limitó a saludarlos con una leve inclinación.

Aunque Orión Vlach era, como ellos, un purista de sangre, no compartía su desprecio hacia los mestizos o los muggles. Éstos últimos eran más bien merecedores de su compasión, pues jamás había podido imaginar cómo podrían arreglárselas para vivir sin magia, o lo deprimente que debería ser su mundo.

El señor Vlach se aseguró de que a su hija no le faltase nada, y la dejó dentro de su cabina en el vagón, donde se despidió de ella con un beso en la frente.
-Cuida de ti, Dianna. No me voy tranquilo después de lo ocurrido en el partido de Quiditch.- Dijo frunciendo el ceño.-Hay algo siniestro moviéndose en las sombras. Puedo sentirlo. Procura no alejarte de tus profesores ni del castillo.- Apoyó sus manos en los hombros de su hija. -Y no dejes que los chicos te metan en problemas. Ni la gata, por favor.- Expresó mirando con recelo a la gata que ya se encontraba en el asiento de terciopelo acicalándose.
-Te amo, estaré escribiéndote constantemente.-.

-Te amo, papá-. Musitó Dianna antes de fundirse en un abrazo con su padre, quien era para ella como un roble gigante, donde podía hundir su rostro buscando protección y consuelo.
Un par de lágrimas cayeron por sus mejillas mientras ambos se miraban a los ojos.
Las despedidas siempre eran difíciles, aunque fuesen temporales. Al final, en Londres sólo se tenían el uno al otro.

Orión Vlach dejó el vagón y se encontró con Luna y Xenophilius Lovegood, a quienes saludó con más entusiasmo.
Le gustaba esa familia. Eran un poco excéntricos, es verdad. Sin embargo, no podía decir lo contrario de su hija, con quien habían sido sumamente amables.
Después de un apretón de manos y un corto abrazo, Orión se colocó la gabardina y se perdió a través de la neblina en el andén

Fix me (Severus Snape).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora