❛2. La serpiente fijo su objetivo❜

575 93 9
                                    

❝16 de marzo de 199616:00 pmGringotts, Reino Unido❞

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



16 de marzo de 1996
16:00 pm
Gringotts, Reino Unido

Tom caminaba con pasos que resonaban como ecos lúgubres por los pasillos de Gringotts, su túnica ondeaba tras él como las sombras de sus pensamientos oscuros y profundos. La osadía de interrumpir sus asuntos, de proclamar una urgencia, le pareció una afrenta a su posición, una insolencia que ardía en sus venas. Era el Ministro de Magia, y no debía ser convocado a la ligera.

El sonido de sus zapatos, un golpe seco sobre el mármol frío, llenaba el aire con una monotonía que se asemejaba a un cántico fúnebre. Sus dedos, largos y pálidos, acariciaban la empuñadura de su varita, como una serpiente enroscada que aguardaba el momento exacto para lanzar su veneno. El deseo de maldecir al primero que se cruzara en su camino lo consumía, pero lo reprimía con una disciplina férrea. Llegó ante la puerta de la oficina treinta, su mano empujándola sin titubeo, arrancando un chirrido prolongado como una advertencia. No había necesidad de tocar; su entrada era siempre suya, como un depredador reclamando su territorio.

Y allí estaba, no una presa cualquiera, sino una sorpresa que paralizó brevemente su respiración.

—¿Lord Potter? —La voz de Tom se escapó de sus labios como un susurro venenoso, aunque controlado.

James Potter que estaba sentado en el centro de la habitación, se giró a mirarlo, su piel morena bañada por una luz tenue que entraba a duras penas por la ventana. Sus rizos desordenados, como siempre, eran un recordatorio constante de la informalidad caótica que los Potter llevaban como un emblema. Recordaba a Charlus Potter, su antiguo compañero en Hogwarts, y su desprecio creció, familiar y amargo. Aquella familia, desde tiempos inmemoriales, había tenido una inclinación hacia el desorden, un desdén inflexible por la estructura que Tom tanto valoraba.

Los ojos de Riddle, oscuros y afilados como cuchillas, escudriñaron cada aspecto de James: su túnica, lejos de la elegancia que debería corresponderle, la despreocupación impresa en sus movimientos. Pero lo que más encendía el odio de Tom era esa innata confianza que Potter parecía llevar consigo como una segunda piel, una arrogancia que contradecía su apariencia. Tom podía acabar con él en un parpadeo, pero hoy no era el día.

—Qué sorpresa más... desconcertante —murmuró Tom con una calma envenenada, su mirada fija como un cazador observando a su presa desde las sombras.

James sonrió, la misma sonrisa altanera que había heredado de generaciones de Potters, una sonrisa que Riddle había visto demasiadas veces y que siempre le había hecho desear erradicar esa familia del mundo. Pero en ese momento, algo más capturó su atención.

A un lado de James, emergía una figura femenina, tan familiar como un fantasma del pasado: Lily Potter. La luz reflejaba su cabello rojo como llamas danzantes, y sus ojos verdes, fríos como un bosque en invierno, lo atravesaron con una calma que lo irritaba profundamente. Ella siempre había sido un misterio irritante para él, una bruja excepcional, de orígenes humildes, que sin embargo se había ganado el respeto de los más antiguos linajes mágicos. Tom reconocía, aunque con renuencia, su poder, su destreza, pero eso no mitigaba el disgusto que le provocaba ver cómo alguien nacido de muggles se movía tan libremente en círculos a los que, según él, jamás debía haber accedido.

Everlasting - - - - ✰⁺ಿೖ୭  HpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora