Everlasting - - - - ✰⁺ಿೖ୭ Hp

❛5. Los celos de la muerte❜

Harry despertó entre los brazos fríos y familiares que lo sostenían con una fuerza que no era del todo humana, y sin embargo, en ese contacto había una extraña calidez emocional, una promesa silenciosa que Mortis, la muerte misma, siempre le ofrecía sin palabras. Esos brazos pálidos y marmóreos se entrelazaban en su abdomen, como raíces profundas que nunca lo dejarían escapar, pero no era la prisión lo que Harry sentía, sino una conexión casi primitiva, una intimidad que trascendía el tiempo, la carne, y el destino.

El pecho desnudo de Mortis estaba contra su espalda, frío, casi gélido, como si el aire a su alrededor fuera absorbido por un abismo invisible. Sin embargo, ese frío no era desagradable; le recordaba a Harry dónde estaba y quién lo sostenía. El frío de la muerte, y sin embargo, un frío que lo envolvía con más calidez de la que él jamás había encontrado en brazos humanos. Suspiró, su cuerpo relajándose en esa familiaridad, agradecido de que Mortis hubiera decidido quedarse con él en lugar de atender los inacabables deberes que como muerte misma, siempre lo llamaban.

Se giró lentamente en la cama, buscando el rostro de su esposo. Sus cabellos oscuros, ligeramente despeinados, se derramaron sobre su rostro mientras hundía la cabeza en el pecho de Mortis, dejando que el aroma de tierra húmeda y almas errantes llenara sus pulmones. Harry siempre había encontrado ese olor perturbadoramente reconfortante, como si cada partícula que inhalaba fuera una promesa de eternidad, un eco de los muchos mundos que Mortis había reclamado a lo largo de los milenios. No era un aroma mortal, sino uno eterno, un recordatorio constante de que Harry vivía en los márgenes de lo que otros nunca podrían comprender.

Los brazos de Mortis se tensaron un poco más a su alrededor, un gesto casi posesivo, y Harry sonrió para sí mismo. Sabía que su marido estaba despierto. Después de todo, Mortis no necesitaba dormir, no de la forma en que los mortales lo hacían. Pero desde que habían compartido la cama, Mortis había adquirido el hábito de acostarse a su lado, simplemente para sentir su cercanía, para recordarse que aunque él no podía experimentar el sueño, podía sentir la paz de tener a Harry en sus brazos, de observar cómo su pecho subía y bajaba en un ritmo calmado, una pequeña señal de vida en medio de su propia inmortalidad silenciosa.

– El descendiente de Cadmus envió una carta – murmuró Mortis de repente, su voz grave y profunda como el eco de una tumba recién abierta, llenando la habitación con su presencia imponente. Harry gruñó en respuesta, no queriendo salir del acogedor abrazo que lo envolvía. Sabía que esa voz, con su habitual gravedad, no era algo que pudiera ser ignorado. Mortis rara vez mencionaba algo sin una razón.

– Me gustaría saber por qué ese mortal está tan interesado en mi esposo – continuó Mortis, esta vez con un matiz de diversión oscura en sus palabras, aunque el borde afilado de la advertencia no pasó desapercibido. – Así que, ¿Te gustaría explicarme qué es lo que busca Riddle de ti?

Harry se estremeció ante la mención de Tom Riddle, pero no por el hombre en sí, sino por el tono en la voz de Mortis. Sabía que su marido no era aficionado a la competencia, ni siquiera a la más remota posibilidad de que alguien más pudiera codiciar lo que él consideraba suyo. Había una razón por la cual pocas almas vivas se atrevían a hablarle a Harry sin un temblor en sus voces, sabiendo quién era y qué representaba, una razón que siempre estaba al acecho en los rincones oscuros de las interacciones de Harry con los demás: la muerte no compartía.