IV

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Era de madrugada cuando Bible sintió los toques discretos en su puerta. No acostumbraba a recibir personas a esa hora en su habitación, excepto Jes, pero él ya no estaba. Una sensación de tristeza lo invadió al recordar que su amigo se había marchado sin decirle.
Otro toque lo llevó de vuelta a la realidad. En ropa interior y empuñando su espada abrió la puerta con lentitud. Frente a él estaba Pond, su mentor. Un pequeño hilo de sangre iniciaba en su labio inferior y corría por su mentón. Entró sin decir nada y se dejó caer sobre un asiento.
—¿Pond? ¿Qué sucedió? —preguntó Bible sin comprender el hecho de que estuviera herido, aunque fuera un poco
—Escucha bien, Bible, no tengo tiempo y me van a matar.
—¿De qué estás ha...
Pond lo interrumpió.
—Perdóname por lo que te voy a contar. Pongo en tus manos una información que puede costarte la vida.
Bible asintió. No tenía idea de lo que hablaba su superior, pero confiaba plenamente en él. Sus palabras no tenían un tono de orden. Pond le hablaba como lo que era Bible para él: la persona en quien más confiaba.
—El hijo del rey no está muerto. Durante todos estos años ha estado escondido. Nació con un mutación extraña en su sangre que le permite a sus heridas sanar con una rapidez inhumana, además de que le otorga mayor longevidad. Han experimentado con su sangre, aplicando esos experimentos en soldados con la intención de que obtengan la misma mutación.
—Sabes que soy incapaz de cuestionarte, pero, ¿estás seguro de lo que dices, Pond? ¿Es eso lo que investigaste durante meses?
—Sí, solo que no llegué a descubrir quién está a cargo de esos experimentos. Debe ser alguien que tiene respaldo de un superior, de forma que ha podido mantener semejante atrocidad en secreto. Necesito detener lo que sea que pretenda hacer con esos soldados, pero ya saben que estuve espiando. Es cuestión de minutos para que me encuentren, Bible —tomó las manos de su alumno y las apretó con fuerza—. Te dejo el resto. Confío en que llegarás más lejos que yo.
El chico miró sus manos tomadas y luego la expresión de dolor del hombre que para él representaba su figura paterna.
—¿Por qué hablas como si no hubiera otra opción además de morir? ¿No puedes hablar con el rey y la reina sobre lo que descubriste? Se trata de su hijo y dudo que ellos sean las personas tras los experimentos. ¿Quién le haría eso a su propio hijo?
Al realizar la pregunta en voz alta, recordó cuántas veces había cuestionado lo mismo en su mente al pensar en su padre. Mejor dicho, en quien creía que era su padre.
—Juré lealtad y confío plenamente en el rey. Aunque no me suceda lo mismo con la reina, quiero pensar que no es capaz de hacer algo así.
—Sospechas de ella —afirmó.
—Sospecho de todos.
En ese momento comenzaron a escucharse pasos acercándose a la habitación. Pond suspiró y lo abrazó.
—Pronto descubriré quién está detrás de esto, pero no estaré vivo para contarlo. No corras riesgos y huye. El futuro de Zea depende de ti. De ser necesario, busca a Jes, él podría ayudarte —. Bible asintió. En ese momento se abrió la puerta y entraron cerca de 10 soldados—. Te encargo el resto, hijo.
El chico apenas tuvo tiempo de escurrirse por la ventana, semidesnudo, con su espada como única arma. En ese momento solo pensaba en que no podían encontrarlo. Si bien le dolía dejar a Pond solo ante la muerte segura, no podía desobedecerlo. Por otro lado, incluso si ambos eran de los mejores soldados de Zea, luchar contra 10 hombres probablemente dopados, estando Pond herido y él casi desarmado, hubiera sido un suicidio. Ambos estarían muertos y la investigación de Pond habría sido en vano.
Bible permaneció oculto una semana entre los barrios marginales de Zea, donde conocía algunas personas que le brindaron ropa y comida. Cuando la noticia de que había asesinado a Pond se extendió por el país, no le quedó de otra que ir hacia Cross y mantenerse oculto para, algún día, retomar lo que su mentor no pudo terminar.

Jes escuchó cada palabra de Bible con atención, sin interrumpirlo, mientras su mente divagaba entre teorías y preguntas sin respuestas. Para cuando el menor terminó de hablar, se reflejaba en su rostro una expresión de calma. En ese momento Jes entendió cuan difícil resultó para él vivir dos años conociendo tal información, sin poder hacer algo al respecto.
—No pensé que estuvieras presente cuando fueron a por Pond. De esos soldados, ¿alguno te resultó conocido?
Bible negó con la cabeza.
—Probablemente eran parte de los experimentos. Por esa razón no los había visto antes.
—El hecho de que Pond sospechara de la reina solo aumenta las razones por las que creo que ella asesinó al rey.
—Llegados a este punto, todo es posible —comentó Bible —. ¿Entonces piensas que ella sea la persona tras los experimentos?
—Sí, pero son acusaciones muy fuertes y necesitamos pruebas. ¿Por qué haría algo así?
—No lo sé, pero estoy seguro de que es algo grande. Si es cierto que pretenden atacar Cross, probablemente sea con los soldados mutantes.
—Bible, debemos buscar pruebas y detener lo que sea que intenten hacer.
El menor no respondió. Habían transcurrido dos años viviendo oculto y, de vez en cuando, culpándose por permitir que pasaran los años sin hacer algo al respecto. No lo hizo porque estaba solo, y el riesgo de traición lo encontraría en cada persona de Zea. La diferencia era que, esta vez, quien tenía delante no era cualquiera persona.
Jes lo miró en silencio, hasta que una carcajada sin gracia escapó de sus labios.
—¿Qué sucede? —preguntó Bible, extrañado por su comportamiento.
—Jamás pensé que perdería tu confianza —confesó con seriedad.
Bible relajó su ceño fruncido y suspiró. Debía tomar la misión que le dejó Pond con seriedad e ignorar las cuestiones sentimentales que mediaban entre ambos; pero cada minuto que pasaba, le resultaba más difícil hacerlo.
—Nunca dejé de confiar en ti —expresó finalmente.
El mayor pareció relajarse ante el comentario de Bible. Por primera vez desde que se reencontraron, le hablaba con serenidad.
—Perdóname —dijo Jes, casi en un susurro. Bible lo miró sorprendido—. Aquel día me marché sin despedirme porque temía no tener valor de hacerlo si te veía antes.
—No debes explicarme nada —Bible intentó restarle importancia, aunque las palabras impactaron con fuerza sobre él. Quería evitar ese tema, especialmente después de la manera en que estalló la noche anterior.
Jes lo ignoró. Conocía ese mecanismo de defensa tan propio del pelilargo.
—Te escribí una carta cada semana porque la misión no me daba el tiempo suficiente para hacerlo a diario —mientras hablaba, tomó el riesgo de acercarse a él y colocar su mano sobre la suya—. Durante todo este tiempo no pensé que te sentirías de esa manera. Siempre fuiste muy independiente y no creí que te afectaría tanto como a mí. Reconozco que fui egoísta y estúpido.
Bible río ante la última frase y Jes no pudo evitar sonreír; sin embargo, en su rostro predominaba la seriedad. Su expresión resultaba graciosa.
—Sí lo fuiste —comentó sin dejar de sonreír aunque quedaban vestigios de tristeza —. Por más que quisiera, no puedo tenerte rencor y mucho menos no perdonarte.
No quedaba más que decir, o más bien, quedaba demasiado; y como siempre pensaban, no era el momento.
Jes se limitó a sonreír y abrazarlo. Por su parte, Bible estuvo inmóvil unos segundos, hasta que correspondió el gesto. Ambos se relajaron en los brazos del otro, escondiendo el rostro en el cuello del contrario. Por primera vez en mucho tiempo, sentían que todo iría bien.
—Gracias —susurró Jes.

Forastero [JesBible]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora