El fin de una era: Parte uno

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Un poco de Gojo para curar su depresión.

Termine esto después de que terminara JJK. Aún no lo supero.

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Es una persona conflictiva, lo sabe, probablemente debió ser un poco más discreto en cuanto a sus intenciones políticas, un poco más recatado en sus continuas amenazas contra los peces gordos. O tal vez no. Tal vez este sería el final sin importar lo que hiciera.

Volver a casa no significa los mismo para él que para otras personas, no es un lugar donde el buscaría apoyo en circunstancias comunes. Espera algo de resistencia de su clan, ellos no están acostumbrados a convivir con los otros hechiceros, tampoco luchan si no hay un beneficio claro para ellos.

Él es un lider exclusivamente en papel, sus padres controlan todo dentro de las murallas y él se queda afuera donde no tiene que obedecer. No tienen conflictos siempre y cuando los haga ver bien y todos jueguen su papel.

Había pasado mucho tiempo desde que estuvo en la comarca, desde que llego a la preparatoria. Se fue y procuro no regresar, temía quedarse atrapado y convertirse en un ser indiferente como ellos, o peor, que al salir no encontrará nadie afuera esperándolo si se tardaba demasiado.

Pero nada a cambiado. Según sus maestros la estructura había sido construida a principios del período Edo, cuando la paz fue restablecida en Japón y las maldiciones reducieron su número. La propiedad era inmensa por que en un principio estaba relativamente alejada de la civilización y poseía varias casas "pequeñas" al lado del castillo en donde duermen los otros miembros del clan. Aun así la mayoría se la pasa en la casa principal todo el día.

Lo recibien con ropa tradicional fresca y una comida repleta de manjares y postres. La gente alrededor de la mesa lo saluda por su nombre, incluso los niños que aún no ha conocido le hablan como si hubiera estado ahí toda la vida.

Luego de la comida le traen regalos mantas, guantes, remedios para las heridas, un estuche de piel lleno de plumas finas y una botella de tinta, todo hecho a mano. Dan la impresión de ser gente cálida.

Cuando sus tíos le preguntan sobre su vida finge estar cansado y ellos lo llevan a una de las habitaciones principales. La cama es lo suficientemente grande para que Tsumiki y Megumi duerman a su lado y los tres se extiendan como estrellas comodamente. Las almohadas y las sábanas son de seda, los muebles de cedro y la puerta es un clásico japones, no hay ventanas. Hay una televisión curva y gigante con un control remoto lleno de polvo.

Se esconde ahí hasta la hora del té y se aburre entre medio. Por mas que lo evita, piensa en su niñez, él no tuvo esa generosa comida familiar o esos dulces compañeros de juego, no hizo manualidades o aprendió herbolaria. Él paso de ser una aberración a una deidad, siempre en los extremos, siempre tratado diferente.

Cuando marcan las 4 sale a la "sala familiar" y encuentra a sus padres ya sentados en el tatami con sus figuras, tres tazas y una tetera. Se sirve una taza de la tizana morada que su madre ha hecho con cualquier flor o hierba que haya recogido de los jardines.

-Es bueno verte-Lo saluda su madre.

Debería saludar pero se siente como una mentira. Si tuviera algún interés en verle habría salido de aquí para visitarlo al menos una vez ¿no?

-Bienvenido-Dice su padre mientras riega su mascota, una tortuga por supuesto-Supongo que vienes a discutir sobre la situación en la escuela.

-Yaga dijo que me necesitabas para consolidar la alianza.

-¿Te dijo por qué?

-Por que quieres muerto a Yuji Itadori.

-El recipiente de Sukuna-Lo corrige mientras bebe un sorbo de té.

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⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

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