4. El acuerdo

23 4 0
                                    

—¡Oye! —Gritó el niño pelirrojo al sentir un golpe sobre su cara, un impacto plano de un sobre sellado que aterrizó sobre su nariz y se deslizó por su pómulo hasta caer al cuero del sofá en el que descansaba cómodamente.  

Crowley observó fulminante a quien se atrevió a molestarlo, Belcebú sólo rodó los ojos y se sentó en otro de los sillones frente a él. El resto del alumnado Slytherin estaba más ocupado en las mesas de la sala común escribiendo en sus cuadernos o estudiando para los próximos exámenes, por lo cual nadie les prestaba mucha atención.

—Ábrelo. —Ordenó el pelinegro, como si Crowley no fuera más que un sirviente inferior. Observó el pedazo de papel con cautela, sin remitente en la parte trasera y examinando que al menos no parecía un vociferador de parte de su familia. Pero seguía sin entender de qué se trataba esto. —Vamos, rápido.

—¿Qué es esto? —Preguntó a medida que rompía el sello de cera dorada y abría la lengua de papel, sacando un trozo de pergamino doblado en cuatro. —¿Una carta?

Su compañero rodó los ojos y se estiró rápidamente para robar la misiva de entre sus dedos, Crowley no pudo hacer más que abrir la boca como idiota viendo a Bee husmear sin pena su correspondencia. Se levantó de su asiento y se colocó a su lado, también para leer la extraña nota.

—Oh, bastardo. ¿Qué le hiciste al pobre Angel? —Belcebú miró al pelirrojo con una sonrisa socarrona, mientras el niño no entendía a lo que se refería.

El comienzo de la carta decía: “Estimado Anthony J. Crowley:

Espero que te encuentres bien, en mi caso te alegrará saber que no lo estoy.

Como sabrás, no hemos coincidido en las clases con el paso de estos días y es imposible para mí saber si aún estás molesto, porque aunque no lo creas me preocupa tu estado anímico y sé que te sorprenderás de recibir esta carta de mi parte, pero me parecía la única opción segura de comunicarme contigo sin que huyeras despavorido.

Lamento obligarte a esto, obviamente no será de tu agrado enterarte por mis palabras escritas y no de mi voz acerca de las disculpas que estoy dispuesto a ofrecer por la ofensa que he ocasionado. Solicito respetuosamente una reunión contigo para discutir estos actos de forma más privada y encontrar cuanto antes una solución a esta situación.

Estaré en la sala de astronomía esta noche, pasado el toque de queda.

Sin más, y deseando que consideres mi oferta, me despido.

A.Z.A ”

—¿Quién carajos es A.Z.A? —Murmuró Crowley con el ceño fruncido, Bee suspiró y se contuvo de darle un golpe por su idiotez.

—Aziraphale Zacharias Angel. —Cuando el nombre abandonó sus labios, Crowley dejó escapar una exhalación para nada sorprendida, tomando el pergamino con ambas manos y releyendo la bonita caligrafía, esta vez con la voz interior de su peor enemigo.

—¿Qué…? —Preguntó el pelirrojo, todavía incrédulo pensando que quizás esto era un mal chiste de sus amigos. Tal vez Hastur y Ligur se escondían tras una columna, esperando que cayera en la mentira para burlarse de él.

—Estaba en la entrada, merodeando. Y me la dio para ti.

—No lo creo, no puede ser. —Negó el pelirrojo, gesticulando exageradamente. —Él no haría eso.

—Pues repito, ¿Qué diablos le hiciste?

—¡Pero…!  ¡Él es quien quiere disculparse! ¡¿Cómo que qué le hice yo?!

—No es común, nadie en su familia se humillaría así, ¿Lo hechizaste?

—Ngk… —El pequeño se hartó, arrugando el papel en una bola compacta y arrojando la carta sobre su cabeza, sin importarle si alguien más la encontraba. Cruzó los brazos frente a su pecho y se negó a responder.

Magia InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora