Aziraphale recordaba ese día perfectamente.
Había estado temblando de anticipación mientras marcaba las fechas en su calendario con una cruz roja; y ni siquiera conseguía descansar por las noches de forma continua sin levantarse al menos dos veces antes de salir el sol por una taza de té, recomendada por su elfa niñera para calmar sus nervios.
Era el último día en que podía conseguir sus materiales escolares antes de partir al colegio, pero sus padres lo habían olvidado. Incluido Gabriel; el desdichado hermano mayor con quien se suponía que debía ir hasta el centro comercial ubicado en Londres tras el nada respetable pub que su padre odiaba, donde todas las tiendas con insumos de magia y hechicería estaban abiertas a los estudiantes de Hogwarts.
Aquella mañana Aziraphale despertó antes que nadie. Desayunó con la cocinera elfa quien lo animó a hablar con sus padres antes de que ambos se marcharan al trabajo y se paró bien vestido, con las manitas cruzadas a su espalda frente a la chimenea del gran salón donde su madre tomaba su desayuno al alba.
Esperó lo suficiente, hasta que la señora de la casa entró al espacio e inmediatamente lo inundó con el olor de su elegante perfume; el que a Aziraphale le producía un terrible dolor de cabeza.
—¿Qué sucede Zacharias? —Le preguntó mientras tomaba asiento a la derecha de la cabecera, donde faltaba asistir su padre.
El pequeño reprimió una mueca por el uso de su segundo nombre y apretó sus manitas escondidas en puños. Poco a poco su ansiedad aumentaba, podía sentirlo, aunque sus esfuerzos por esconderlo eran admirables. Se mordió el interior de la mejilla mientras esbozaba una tímida sonrisa a su madre. Modales perfectos inculcados a su corta edad.
—Lo siento, madre. Por molestarte tan temprano, pero tengo una inquietud.
—Dime. —Los ojos claros de su madre eran iguales a los suyos, pero con el matiz congelante de los glaciares. Aziraphale agradecía que no todo el tiempo lo taladraran tan fijamente, y que rara vez debía enfrentarse a ellos. Ahora por ejemplo, esos ojos fueron capaces de robar las palabras que tanto ensayó los últimos días, empezando a balbucear como tanto odiaban que hiciera.
—Oh, sí. ma-madre, verás... hoy es... es mi último día en casa antes de partir al colegio, como sabrás. A Hogwarts. Y-y no he comprado ninguno de mis materiales, la lista, por supuesto, llegó con mi carta hace semanas y creo que escuché cuando le ordenaste a Gabriel que me ayudara... pero...
—¿Gabriel? Fue con Michael hace cuatro días, pidió mi permiso. ¿Por qué no fuiste con ellos?
—Y-yo no... no lo sabía, madre.
La señora Angel suspiró y negó con la cabeza brevemente mientras Aziraphale caía en desesperación. Retorciendo sus manos con nerviosismo mientras intentaba pensar en cómo solucionar el problema. No creía que Gabriel aceptara acompañarlo, Uriel ni siquiera estaba en casa y Sandalphon... a él no quería preguntarle.
—Bueno, ya eres bastante mayor Zacharias. Puedes ir solo.
—¿S-Solo?
—Claro, pide a Effie un poco de nuestros polvos flu y viaja hasta el callejón Diagon por la chimenea, te daré el dinero. No es tan difícil, ni siquiera para ti.
—Ah, bueno... yo.
En ese momento su padre entró al comedor saludando con formalidad a su madre antes de sentarse a la cabecera de la mesa y beber su café amargo. Ignorando totalmente a Aziraphale como si ni siquiera estuviera presente. El niño sólo se hacía más pequeño en su sitio mientras ambos adultos continuaban su rutina hablando de temas laborales.
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Magia Inefable
RomantizmAmbientado en el universo de Harry Potter Crowley y Aziraphale asisten al colegio Hogwarts de magia y hechicería.